No podía creer todo lo que había pasado en una noche. Astrid durmió en donde siempre fue su hogar, junto con Tormenta. Chimuelo estaba muy feliz de verlas otra vez, pero yo... No estoy seguro de eso.
—Hipo —su dulce voz me llamó.
—Dime.
—¿Conoces a esas personas? —me cuestionó, de brazos cruzados.
—No a todas. Las personas del barco solo eran acompañantes de...
—La rubia —terminó por mí —. ¿Quién es ella? —su ceño estaba fruncido. La conozco perfectamente, y podría captar sus celos desde lo más lejos.
—Fue... fue una muy buena amiga mía. Ella fue la primera en apoyarme con todo el tema de los dragones —acaricié a Chimuelo.
Sé que mentí, pero no estaba dispuesto a tener una discusión con Liv, ni quiero que ella se sienta incómoda con la presencia de Astrid.
—¿Nada más? —alzó una ceja, a lo cual yo asentí.
Ella me sonrió y me acerqué a ella para abrazarla y hacerla sentir segura. Su tacto me hacía sentir tan bien, y juro que nadie en la vida me había hecho sentir de este modo. La energía que ella provocaba en mí... era única.
—Te veo en la noche, mi chico dragón —me guiñó el ojo y salió.
Mi chico dragón, Astrid solía llamarme así, y cada que lo hacía lograba hacerme sentir miles de sensaciones bellas. En cambio con Liv... fue como cualquier apodo.
No tengo dudas de amar a Liv —eso creo— pero ahora que vi a Astrid... muchos sentimientos volvieron a mí. Antes sentía que la odiaba, ahora que vuelvo a ver sus bellos ojos azules, muchos sentimientos por ella regresaron.
Para resumirlo, cuando la vi... no sentí odio, al contrario, la felicidad invadió mi alma, y una enorme sonrisa se reflejó en mi rostro. Después de todo, es Astrid, mi primer amiga, compañera de aventuras y también... mi primer amor. Nunca podré odiarla.
Pero... eso no quiere decir que vaya a renacer el romance que algún día tuvimos. Yo tengo a Liv y ella... ella probablemente ya tenga a alguien más.
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Fui al mar. Tenía ganas de sentir el fresco, el silencio y la soledad de la noche. Chimuelo me acompaña en esos momentos, pero ahora realmente quería estar solo. No tenía ánimos ni de conversar conmigo mismo. Me dolía la cabeza muy fuerte, sentía mis ojos pesados y...
—Pensé que era la única loca que salía a estas horas de su casa.
Tragué saliva, nervioso. Su voz... hace años escuchar su voz sería la única medicina que necesitaba para cualquier malestar. Ahora, provoca en mi cierto nerviosismo y ganas de vomitar.
—Pues... todas las noches vengo aquí.
Como te lo prometí.
—Lo sé. Sabía que lo harías. Una vez que haces una promesa... jamás la rompes —bajó su mirada.
—Pero... yo no cumplí mi promesa —mi voz comenzó a entrecortarse. Para mí, el haberme "enamorado" de Liv, fue como romper aquella promesa.
—No la rompiste. Te hice prometerme que verías la luna cada noche y así poderte sentir cerca de mi... más nunca te prohibí encontrar el amor en otra persona —observó la enorme luna, sin siquiera mirarme a los ojos—. Tarde años en regresar, tenías derecho a rehacer tu vida. Ella parece ser una buena chica, y mientras ella te haga feliz, yo también lo seré —y, me miró a los ojos.