Capítulo 3

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Una vez puestas las monturas decidimos dar un paseo por el campo. Misorpresa parece ser muy mansa y estar muy bien domada, ya que hace caso a mis indicaciones.

—¿Dónde la conseguiste?—le pregunto con aire curioso a Noah.
—Me la vendió un hombre en el marcado que ponen en la plaza cada Miércoles.—me dice.—Este, no la quería por qué tenía una pata rota. Pensé que quizás mi hermana la podría curar, y así fue. Luego pensé en ti, sabía que querías una y decidí regalartela.—me dice ruborizandose.
—Gracias.—le digo otra vez.

No me esperaba que Noah tuviera ese detalle conmigo. Es decir, somos muy buenos amigos. Nos conocemos desde que eramos unos renacuajos. Es muy simpático, siempre está ahí, en las buenas y en las malas. Es el único verdadero amigo que tengo. Muchas veces la gente nos pregunta si salimos juntos, la verdad es que no.
A mi me gusta John. Él es el más popular de nuestra clase. Es guapo, fuerte... tiene todo lo que una chica podría querer. Pero no hemos intercambiado ni una sola palabra, así que no tengo futuro con él. Siempre está rodeado de chicas. Incluso estas semanas en las que no hay clases, pues las familias se están despidiendo de los futuros soldados.
—¿Qué te apetece hacer?—me pregunta.
—No sé.—le respondo.
—Podemos ir al baile de esta noche.—me propone.
—Me parece buena idea.—le digo un tanto entusiamada.

Cada noche hacen un baile en la plaza del pueblo. Antes de la muerte de mi padre Annie y yo siempre hibamos. Ahora no vamos con tanta frecuencia. Me trae buenos recuerdos.

—Estoy preocupada.—le suelto.
—¿Que le pasa bella doncella?—me dice bromeando.
—No soy una doncella.—digo entre risas.—Soy ruda cual vikingo.—sigo bromeando.
—Pues eres una vikinga hermosa.—me suelta.

Me arden las mejillas. Bajo la mirada y me centro en el paisaje que tenemos delante. Colinas y montañas llenas de nieve. Realmente estoy deseando que llegue la primavera, para ver como Akesia vuelve a estar vestido de verde.
—¿Que querías decirme?—me pregunta Noah, retomando la conversación.
—Estoy preocupada por el Cuerpo de Exploración.—le explico.—Más concretamente por los soldados nuevos que se alistan la semana que viene.—prosigo.—Y estoy preocupada por ti, y por...
—¿Por John?—me interrumpe.
—Quizás.—le digo.
—No te preocupes por él, es fuerte y he oido que entrena con su padre en casa. Estoy seguro de que no morirá, y que será un gran soldado.—me asegura.
—No es solo eso.—le digo.—Quiero saber lo que hay detrás de ese muro.—suelto al fin.
—Eres una mujer.—me dice.—No dejan alistarse a mujeres. Además, no te lo permitiría. No soportaría que te pasara algo.
—Podría apañarmelas yo sola.—le digo.

Le ordeno a Misorpresa que vaya al trote, adelantando un poco a Noah. Siempre he querido descubrir que hay detrás de esos muros, pero nunca se lo había dicho a nadie. Y me parece injusto que solo los varones puedan alistarse, pues hay varones más débiles que muchas mujeres que conozco.
Noah me logra alcanzar.

—Lo siento.—me dice.
—No tienes motivo por el cual disculparte.—le digo.

Nos bajamos de los caballos y nos tumbamos en la nieve. Esta fría, pero nos da igual. Así que nos ponemos ha hacer angelitos, y a tirarnos bolas de nieve como si fueramos niños; hasta que anochece.

—Si queremos ir al baile tendríamos que ir llendonos ya.—dice Noah un tanto impaciente.
—Vale.—le digo.

Primero dejamos los caballos en el establo y luego vamos a la plaza, dónde la fiesta ya ha comenzado. Hay músicos tocando violínes, flautas y trompetas. Niños corriendo y jugando. Mujeres y hombres pegando brincos y bailando al ritmo de la música. Comerciantes vendiendo sus productos,... Es genial.

Noah y yo nos sentamos en el escalón de la puerta de una tienda, la cual está cerrada. Así que no molestamos si alguien sale o entra al recinto. Desde ese sitio se puede observan toda la plaza.
Veo a John, esta sentado en una fuente, rodeado de chicas. ¿Cómo no...?
Noah se me queda mirando.

—¿Nunca le has dicho nada de nada?
—Nunca.
—Pues dile algo ahora.—me dice despreocupado.
—¿Ahora? ¿Y que le digo?.—le pregunto un tanto alarmada.
—Dile algo tan simple como "Hola"—me aconseja.

Y eso es lo que hago. Voy decidida al sitio donde se encuentra y le suelto un amigable:

—Hola.
—¿Te conozco?—me pregunta acompañado de las risitas de las otras chicas.
—Em.. bueno vamos a clase juntos...—insisto.
—Ah vale si, ya sé.—hace una pausa— Keith ¿verdad?
—Ahá.—afirmo sonriendo y balanceandome ligeramente hacia los lados un tanto avergonzada.
—Pues Keith guapa.—me dice.—¿Por que no te vas con tu amiguito el jalador de barbas?

Eso me enfurece y le meto un puñetazo en la cara. Pierde el equilibrio y se cae dentro de la fuente.

—¡Maldito rufián!—le grito.

Me giro y Noah está aplaudiondome. Me rio.

—¿Bailamos?—le pregunto ignorando lo que acaba de pasar.

El asiente con la cabeza

De pronto la gente se empieza a cambiar de pareja y nosotros hacemos lo mismo. Cuento y en total bailo con cinco hombres, sin contar a Noah. La música se anima más y más y la gente empieza a dar palmas. Finalmente volvemos a acabar juntos y la canción termina.

Entonces se escucha un gran estruendo. Hay mucha multitud, la cual no para de gritar. Nadie sabe lo que pasa. Derrepente Annie aparece ante mis ojos llorando sin parar.

—¡Keith!—me dice entre sollozos.—¡Mamá!—me abraza.

No entiendo nada, hasta que miro más alla del muro. Veo la silueta de un montruo que deja caer a nuestra madre desde las alturas.

*Aclaración: Tanto "rufián" como "jalador de barbas" eran insultos que se utilizaban en la Edad Media*

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⏰ Última actualización: Sep 23, 2016 ⏰

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Keith KimberlinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora