Prólogo

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-Karol, ya es hora.-dijo mi madre al otro lado de la puerta, pensando que yo seguía dormida. No había podido dormir en toda la noche. La ansiedad, nervios  y emoción me mantuvieron despierta desde que me metí a la cama. Suspiré y me miré en el espejo. Hoy sería el ultimo día que pasaría en esta casa por los próximos dos años, lo cual mi madre no aprobaba. Mi padre me inscribió en un Instituto en Roma para terminar el colegio allá, los dos últimos años que me quedaban. Lo hizo sin aviso alguno, y las únicas palabras en Italiano que tenía en mi vocabulario eran Ciao y Ti amo. No entendía por que estaba emocionada, no podía dejar de pensar en mi hermana pequeña y mi mamá, ya que las dejaría de ver todos los días a verlas probablemente en navidad. Mi padre es un político importante en México, y mi Madre trabaja en un banco. Su trabajo es muy agotador y pasamos tiempo juntas prácticamente solo los fines de semana. Ella y mi padre se separaron cuando nació mi hermana, debido a la personalidad de el. Cuando se volvió Consúl todo de lo que hablaba era de cómo tenía que mantener las apariencias y fingir felicidad donde claramente no la había. El hecho de su obsesión por la popularidad es la razón por la que me encuentro con dos maletas, que estoy segura tienen sobrepeso, en el baúl del auto de mi mamá y una pequeña en la mano. Si mi padre pregunta por que tienen sobrepeso: Es ropa. Los demás: llevo todos mis libros.

Cuando fue el momento de despedirme de mi mamá y hermana no pude contener las lágrimas. Sofia me abrazó fuerte y luego hizo lo mismo con Mamá.

-Te amamos mucho, por favor llámanos apenas llegues, si consigues Wifi  no dudes en escribirme. Cuídate mucho hija.- me dijo mama con sus ojos marrones llenos de lagrimas y la voz a punto de romperse.

-Si mamá, yo también las amo muchísimo. No saben cuanto las extrañaré.-les dije dándoles el ultimo abrazo antes de entrar a la sala. Miré una ultima vez hacia atrás y ellas me saludaron. Cuando pase por las puertas, supe que estaba sola.

Luego de muchas horas de vuelo y sin dormir, me encontré con mi papá. El había viajado antes por un viaje de trabajo y se quedó para enseñarme todo sobre el Instituto. Solo se quedaría 3 dias, estaba enojada con el por esto no importaba si estaba emocionada o no, y no lo veía desde hace dos meses, pero aún así el hecho de que estuviera aquí me hizo sentir menos sola.

-¿Quieres comer algo antes de llegar al Instituto?- me preguntó cuando nos montamos al taxi.

-Estoy bien, gracias. –le dije mientras miraba a la ventana y admiraba la vista. Tan sólo estábamos en el aeropuerto y ya amaba lo hermosa que era la ciudad.

-Te vas a enamorar de Roma. Es una ciudad espléndida.- me dijo y yo rodé mis ojos, odiaba cuando tenia razón.

Todo el camino fue en silencio. Un silencio al que estaba acostumbrada con papá, pues casi nunca teníamos una conversación que no fuera por teléfono que durara mas de 5 minutos. Triste, pero cierto. Recordé que debía llamar a mamá apenas llegara, y apenas le iba a pedir a papá el teléfono, el carro se detuvo.

Dos portones de aproximadamente tres metros de alto con banderas de toda Latinoamérica alrededor de una de Italia en el medio  se encontraban en frente de nosotros. Mi padre se identificó con el guardia y le explicó en ingles que me venía a ayudar a instalarme. El guardia asintió, y las puertas se abrieron.

Buscándote || RuggarolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora