Todos los paneles holográficos de la ciudad hablan del cracker, incluso los publicitarios. Informan sobre un activista del movimiento NotoriusAction que ha logrado acceder a información gubernamental sensible y que pone en peligro la seguridad nacional, bla, bla, bla... El resto de información es un lavado de cerebro para los obedientes ciudadanos, y para los incrédulos: una recompensa de diez millones de créditos por facilitar datos que permitan la detención del activista. —No está mal. Nunca pensé que tendría tanto valor. —Sonrío. Es de noche y soy un blanco fácil por no respetar el toque de queda. Afortunadamente llueve. La cortina de agua se espesa y la visibilidad empieza a ser deficiente. Los protocolos de ahorro energético acentúan la oscuridad. Es el momento de salir de mi escondite y continuar huyendo. La Corporación sabe que la mascarada no es eterna y que la rebelión se producirá en cualquier momento. Siguen empecinados en el error y no pretenden modificar ni un solo milímetro el camino andado hacia el inevitable fin, por ello quieren recurrir a soluciones drásticas. Nuestro mundo esta superpoblado, los recursos alimenticios y energéticos escasean y, para colmo, han nacido nuevas religiones comandadas por Mesías, apoyados por el gobierno, que aglutinan a parte de la población en guetos controlados. Estoy empapado. Corro con todas mis fuerzas. A cada paso que doy, la fricción de la ropa con mi cuerpo provoca un ruido ensordecedor que se ahoga por la tormenta. Rozo las paredes de los edificios medio derruidos refugiándome en sus restos y sombras. Cada pocos metros me giro atrás, no veo nada. No hace falta que vigile el cielo, los drones no pueden volar en estas condiciones. Llueve intensamente en esta negra noche. El hedor me hace caer en la cuenta de que la huida me ha llevado al antes prospero Barrio Chino; hoy, vertedero de desechos orgánicos de la ciudad. Figuras fantasmales se arrastran por el pringoso suelo... son enfermos resguardandose del agua entre los restos de vehículos y cascotes de edificios, cubiertos con restos de plásticos intentando aislarse del frío. Personas que han dejado de serlo para pasar a la etapa de animal asustadizo por la llegada de una muerte inevitable. Los más lúcidos, alzan su mirada hacia mí, aunque solo es curiosidad visual porque ninguno de ellos es capaz de levantarse y ni siquiera de hablar. Desechos humanos semi inertes, fruto de las drogas que pretenden regular la superpoblación: drogas alucinógenas que te hacen sentir ser un súper hombre de energía inagotable que incluso olvida alimentarse. La píldora de la vida mejor, Maxlife, una sola dosis para convertirte en una bestia sexual, en un potente corredor, en invencible, en... el mejor. Una sola toma provoca una dependencia irreversible que precisa de su ración cada seis horas y en tres días... se produce un colapso multiorgánico y la muerte. En el Barrio Chino, se ha realizado la experiencia piloto. Durante dos años, el gobierno la publicitará como el recurso del pobre para conseguir la diversión del rico y... gratis. Dos años para fabricar tres mil millones de dosis, unas horas para distribuirlas y... tres días para morir. ¡No! Ya no sucederá. ¡Luces! Varios vehículos aparecen por detrás de mí. Deben actuar rápidamente y neutralizarme, si consigo escapar y revelar el secreto, La Corporación será desenmascarada y obligada a gastar enormes cantidades de créditos en recursos; en programas de re-educación y concienciación para relajar a la población a niveles que puedan manipular o la sublevación será inminente. Mi captura, juicio y posterior ejecución debe de ser inmediata. Mañana podría dar a conocer la información conseguida y ellos lo saben, la carrera es contra el reloj, si tengo éxito mi premio es seguir viviendo junto a tres mil millones de personas, si fracaso... Estoy solo, estoy agotado, necesito descansar, dejar de huir... Ese hotel abandonado será mi refugio por unas horas...