❝No sólo le hace falta aprender, no solo le hace falta conocer, también le hace falta amar, su majestad. ❞
El destino funciona de forma extraña, igual que todo en la vida del rey Arthur Pendragon, quien es venerado por las profecías que declaran si...
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MERLÍN LIMPIABA LAS HERIDAS DE DEIRDRE. El joven tuvo casi que arrastrar a su amiga hasta la alcoba para atender sus heridas, pero lo único que ella quería era dormir en la posada.
— Lo siento, de verdad. No quería meterte en problemas, mucho menos que recibieras una paliza por mi culpa.—se disculpó el joven Merlín, limpiando la tierra y sangre seca de su rostro.
— Merlín, si te vuelvo a oír disculpándote...—le advirtió, haciéndolo a un lado para recostarse en la cama de él— Además, ¿cómo pudiste ser tan tonto en enfrentarte a ese gran tonto?
— Necesitaba una lección...
— ¡No puedes jugar con la magia!—exclamó la joven, dándole un ligero golpe en la cabeza— Debes aprender a controlar tu magia y el impulso de usarla.
— ¡Yo no quiero! Si no puedo usar la magia, ¿qué cosa tengo?—suspiró, ocultando su rostro entre sus manos— Soy un don nadie y siempre lo seré. Si no puedo usar la magia... quizás debería morir.
— Tienes razón.—dijo la joven, poniéndose de pie y caminando a la puerta— Si no eres nadie sin tu magia, tal vez no deberías tenerla en lo absoluto.
Sin esperar a oír otra palabra, salió de la alcoba dando un portazo. Estaba enojada y no iba a ocultarlo.
— Deirdre, espera.—escuchó a sus espaldas, pero hizo caso omiso y siguió caminando por los pasillos del castillo— Vamos, deja de comportarte como una bebé.
— ¿Yo?—se giró sobe sus talones para enfrentarle— Déjame decirte una cosa, Merlín. Tú no eres Merlín solo por tu magia, eres mucho más que eso. Y hasta el día en que lo entiendas, ni siquiera la magia te ayudará.
— Pero es la verdad... Seré un don nadie.
— ¿Un don nadie? ¡No tienes idea de lo que realmente es ser un don nadie!—la voz de Deirdre retumbó en los pasillos. Y por un momento, el joven hechicero pudo ver sentimiento que le era imposible identificar.
Sin decir otra palabra, Merlín la rodeó en sus brazos, al principio ella se quedó quita en su lugar, pero aún dudosa devolvió el abrazo.
— Ven, vamos a que te cure eso.—dijo al oírla soltar un pequeño quejido pues sin querer tocó uno de muchos moretones.
Al regresar a la habitación, Gaius les sonrió y les ofreció amablemente un pequeño botiquín para poder ayudarla.
— ¿Puedes descubrirte la espalda?—le pidió a la joven, después miró a Merlin— ¿Vas a ayudarla o no?
