Capítulo N°7

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En el trayecto hacia la casa de Seth, fue Koule quien me asistió, rodeando su brazo por mi cintura para evitar que me desplomara al suelo

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En el trayecto hacia la casa de Seth, fue Koule quien me asistió, rodeando su brazo por mi cintura para evitar que me desplomara al suelo. Mis piernas temblaban como gelatina, una reacción comprensible tras el shock del momento que acabábamos de vivir. Me parecía lógico que yo fuera la única afectada; no entendía lo que había ocurrido ni cómo esta persona a mi lado había logrado tal hazaña. Mientras caminábamos, el rubio se mantenía delante de nosotros, con una postura rígida y alerta. No podía apartar la vista de su mano derecha, que se había transformado en las garras de un monstruo y ahora parecía tan normal, oscilando con cada paso.

La casa de Seth estaba en el lado opuesto de donde yo vivía, y aunque no nos tomó mucho tiempo llegar, la sensación del trayecto se diluyó en mis pensamientos. Al llegar, Seth abrió la puerta y permitió que entráramos primero. Con un movimiento ágil, Koule me condujo hacia el interior sin necesidad de separarnos.

El hogar se presentaba acogedor; al entrar, se veía un solo espacio donde el living, el comedor y la cocina se mezclaban sin barreras. Las escaleras de madera antigua se alzaban en un rincón de la cocina, mientras que las paredes beige armonizaban con los cerámicos del suelo. Los muebles, aunque modestos, estaban bien elegidos: una mesa de roble con sillas a juego, un conjunto de sillones en el living, y una pequeña mesita que frente a una televisión montada en la pared completaba la decoración.

Koule me guió hasta el sofá de cuero color café y, una vez me aseguré de estar estable, me soltó. Se quedó de pie a mi lado, con los brazos cruzados y una expresión neutral. Seth, por su parte, se acomodó en el borde de uno de los sillones individuales, inclinándose hacia mí con una intensidad que no pasaba desapercibida.

—Vamos, sé que tienes preguntas —me dice el rubio, su voz cargada de una paciencia.

— Sí —confirmé, sintiéndome atrapada entre la curiosidad y el temor- ¿Qué eres?

— Vaya —responde con una sonrisa que parece más un gesto forzado—. Sé que debe haberte impactado verme de esa manera. Tal vez, el hecho de haberlo visto con tus propios ojos te ayude a aceptar que soy un licántropo.

— ¿Un qué? —pregunto, la confusión evidente en mi voz.

— Soy un Hombre Lobo, Skyler.

Una carcajada irónica brota de mi interior, casi como una defensa contra el creciente nerviosismo que siento. Dejo que la risa se exprese brevemente, intentando disimular el temblor que se acumula en mí. Sin embargo, pronto me doy cuenta de que mi risa no encuentra eco en sus rostros serios y dejo que el sonido se desvanezca, sintiendo cómo la incredulidad se transforma lentamente en una inquietante aceptación.

— Eso no existe... —murmuré, casi sin atreverme a decirlo en voz alta. La incredulidad nublaba mis pensamientos. —No puede ser real.

— Existo —dijo el rubio, su tono grave y directo.

Entre Vampiros y LobosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora