Capítulos 44 y 45

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Miércoles 18 de abril de 2007, 9:48 - Futilidad

Estoy cabreado e indignado.

Indignado al comprobar una vez más de lo que es capaz el ser humano, y cabreado conmigo mismo por dejar que aún me afecte.

Ayer un chico mató a tiros a treinta y tres personas en Estados Unidos, la mayoría estudiantes como él; un hombre acabó con la vida de su novia apuñalándola en plena calle en Málaga; un niño de once años murió a manos de dos adultos después de que abusaran de él… Y la lista sigue…

¿De qué me sirve tener poderes en todos estos casos?

Me siento inútil, impotente.

Por mucho que me esforzara, aunque dedicara todo mi tiempo a ello, los resultados serían tan pobres, tan insignificantes…

¿Cómo llegar a tiempo al lugar donde se está cometiendo un crimen? Aún más importante: ¿cómo enterarse de que se está cometiendo?

Me siento mal al pensar esto, pero no puedo evitar hacerlo al ver las atrocidades de que somos capaces los seres humanos como especie, ¿merecemos ser salvados? ¿Y para qué? ¿Para seguir torturando, maltratando y asesinando impunemente?

Y encima, como si no tuviera bastante con la acidez de mis pensamientos, el maldito zumbido ha vuelto hace un rato. Joder.

Miércoles 18 de abril de 2007, 15:05 - Voces en mi cabeza

Joder, joder, joder. Creo que me estoy volviendo loco de verdad.

Eso o tengo un tumor del tamaño de un melón instalado en mi cerebro. Aunque claro, también podría creer en lo que me acaban de «decir».

El caso es que, hace cinco minutos, el zumbido ha remitido y, cuando ya pensaba que iba a desvanecerse por completo y tendría un respiro, me ha parecido que alguien decía junto a mi oído:

«Hola, Daniel. No te asustes».

Casi me he levantado de un salto de la silla. Estaba encerrado hasta ese momento en la oficina y hacía más de una hora que ninguna puerta se abría. He mirado a derecha e izquierda: estaba totalmente solo. Por un momento he pensado que me había quedado dormido y que lo había soñado, pero entonces la voz ha vuelto:

«No estás soñando, pero no puedes verme porque no estoy ahí contigo, aunque soy tan real como tú».

No he sabido localizar la procedencia de la voz. Incluso he mirado la pantalla del ordenador por si se había abierto algún programa que desconocía, pero no. «¿Qué coño está pasando?», he pensado sin saber qué hacer.

«Pasa que alguien ha decidido echarte una mano», ha dicho la voz. Una voz extraña, neutra, sin acento de ningún tipo. Sin embargo, no sé cómo, he sabido que pertenecía a una mujer. ¿Quién era? ¿Dónde estaba?

«Las respuestas a su debido tiempo, Daniel, ahora tenemos trabajo que hacer. Dentro de cuarenta y seis minutos y veintitrés segundos exactamente, un hombre con un arma de fuego entrará en un bar llamado 666 Deluxe y matará al propietario de un disparo, a menos que se lo impidas.»

–Pero ¿qué cojones? –he susurrado, acojonado e intentando asimilar lo inaudito de la situación.

«No hace falta que corras, el lugar está cerca. Tienes tiempo de sobra.»

Al desvanecerse la voz, el molesto zumbido ha regresado. Con él ha aparecido una imagen en mi cabeza y he reconocido el rótulo del bar; conozco ese antro, y está tan solo a dos calles de aquí. A continuación se ha ido perfilando en mi mente la imagen de un hombre de cabello cano enfundado en una larga gabardina de cuero negro, que miraba el rótulo a mi lado sin percibir mi presencia. Debía tratarse del presunto asesino al que, según una vocecilla surgida del interior de mi cabeza, debía detener.

No sé qué pensar, pero no pierdo nada por ir a echar un vistazo.

Mejor me largo ya.

Hoy me ha pasado algo muy bestiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora