Capítulo IV

25 0 0
                                    



Hay momentos, mi ángel, en los que no me siento tan mal por ti.
Es cierto que habernos conocido, fue un alivio. Mantengo en la memoria nuestras conversaciones, tan vívidas, que aún siento que estás ahí, en casa, donde pertenecías. No hablo de aquellas que compartías con tus padres, sino de la que nosotros habíamos creado. Nuestro lugarcito tranquilo en este mundo caótico. 



Un día me llevaste a "tu lugar mágico". Era una casa abandonada de una sola planta, que por las mañanas, se dejaba filtrar por su techo pequeñas luces, que por momentos, parecían llenar los cuartos casi completamente. El brillo en algunas partes de la casa, me hacían recordar al sol abrasador que retumbó el día que nos conocimos; ese día de verano que nunca olvidaré. 



—Es increíble que unas luces tan pequeñitas lo llenen todo —me compartías, mientras sonreías.


—Así eres tú. Llenas la vida de las personas.


—Eso solo lo piensan Nicole y tú.


—No lo creo.


Reías.


Nos sentamos y conversamos por un largo rato, sobre cómo tus demás amigos no se atrevían tan siquiera, a poner un solo pie en la casa abandonada. Se habían llenado de tantas noticias sensacionalistas, que, todo lo abandonado, les resultaba tétrico y macabro.
Nunca repararon en pensar que esos lugares son los más tranquilos y que si era cierto aquello de que fantasmas moraban aquí, ya conocíamos el porqué.
Yo te veía contarme todo aquello, tan emocionada, que no era solo la luz lo que llenaba la habitación, sino también tu placidez, tu dulzura y el eco de tu voz que se dispersaba por todos lados. Era como si escucharte, fuera una necesidad de la casa y hacía que tu voz llegase a todos sus rincones. 


Pero el lugar se veía tan triste y gris, que por momentos, nuestros paisajes no coincidían con tu viveza. Pusimos manos a la obra. Habíamos quitado las tablas que tapiaban las ventanas. Habíamos decorado nuestra nueva guarida. Había escrito algunas frases alentadoras en las paredes, para que cada vez que tengas intenciones de venir sola, las leas y me recuerdes. Por ocasiones, un lugar tan tranquilo como ese, era todo lo que necesitabas. La frase que más te gustaba, era: "Tal vez, quien se quede más tiempo, es mejor compañía."  

De una manera mágica logré entrar en tu vida. A veces inclusive a mí, que lo viví, me cuesta creer todo por lo que pasamos. Nunca pensé que se pudiera admirar a alguien que fuese tan menor. Mis modelos a seguir siempre habían sido un montón de gente culta que sabía de tecnología, de psicología y de cómo cautivar al mundo con sus pasiones. 
Pero tú, pequeña, de alguna manera que no sé cómo describir, me atrapaste dentro de tu corazón y me tuviste ahí, para cuidarme. Me animabas. Me convencías de que era valioso y necesario en tu vida. Eras la primera persona en toda mi vida, que me demostró todo eso y lo agradezco. 

Tu lugar bonito se quedo solo, muy solo, el día que dejamos de frecuentarlo, pero de vez en cuando, cada vez que paso por ahí, logro escuchar a los pájaros cantando dentro, paseándose por todos sus rincones y me imagino que uno de ellos eres tú.

Mi ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora