Capítulo XI

10 0 0
                                    


—Debí de advertirle a alguien, lo sé. Debí de contarle a alguien todo lo que pasó con ella —temblaba mientras hablaba—. Dentro de la poca esperanza que albergaba, esperaba que el dejarla, le diera un gran giro a su vida, ¡pero de manera positiva!  ¡No sé por qué siempre creemos eso!



—Fui yo quien debía de prestarle más atención—decía—. Soy su papá.


¿En qué momento empezó?, ¿en qué momento inició todo el tema de la depresión?


—Mi hija siempre fue una chica especial... —era el mejor eufemismo que podría encontrarle—. Su madre quiso internarla en un hospital psiquiátrico, cuando se enteró que empezó a subir desmesuradamente de peso. Pensó que estaba enferma.



—Idea errónea.


—Lo sé. Cuando mi hija se enteró, dejó de hablarle por varios días...
Pero había algo en lo que ella sí tenía razón: nuestra hija necesitaba ayuda profesional.


—¿Y usted no notó que algo raro sucedía con ella? O sea... algo más raro.


—Mi hija no padecía ningún trastorno mental. Ella simplemente veía la vida de otra manera, desde otra perspectiva.


—Ella creía que estar triste, era la emoción más fuerte que podía sentir... —susurré.


—Yo era su confidente. Siempre me contaba sus cosas, hasta que su madre y yo le partimos el corazón. Eso acabó con nuestra complicidad...


—¿Qué?


—Recuerdo aquel día, lluvioso y doloroso, como si hubiera sido ayer....


—Mmh...


—Mi hija había ido a una fiesta. Nosotros fuimos a recogerla. Su madre le llamó la atención por habernos hecho esperar tanto y surgió una riña. Empezaron a alzar la voz y en medio de aquella discusión, su mamá le dijo que ella y yo, nos íbamos a divorciar.


—Oh... Pobrecita... —me lamentaba— ¿Y cómo reaccionó ella?


Pues... Apenas se puso a llorar, yo detuve el auto. Ella se bajó, en medio de la lluvia, y corrió hacia un bosque que estaba cerca de la ruta que tomamos para ir a casa. 
Fuimos tras ella. No tardé en alcanzarla y cuando lo hice, la abracé y le pedí disculpas; en cambio su madre, le dio una bofetada y le dijo que regrese al coche. Yo defendí a mi hija y en medio de la histeria, le dije a mi exesposa que era una puta. Y lo era. Me había sido infiel con su contador. Pero no era la manera en que mi hija se debía de enterar.



Oh...

Mi hija no lo sabía. Si antes detestaba un poco a su madre, a partir de ese entonces, la odió.
Luego vinieron los cambios.


De veras que lo siento mucho, señor.




Él empezó a llorar.




—No sabía que a mi hija la habían...


—No llore, por favor. Le prometo que nos vengaremos. He averiguado los domicilios de casi todos los varones que asistieron a esa fiesta. Haremos preguntas, daremos con los culpables. 


—La venganza sería para satisfacerme a mí, pero realmente no estaría vengando a mi hija.


—Ella ya no necesita que la venguen... —susurré—. Es cierto...


—Hazlo tú. No te diré que no estás en tu deber, pero yo no quiero ni verlos. No sé de lo que sería capaz...





Hubo un silencio corto.




Qué impotencia —seguía llorando—. Ni siquiera puedo ir a denunciarlos, porque para ello, tendrían que exhumar el cuerpo de mi pequeña...


—Esos bastardos son ricos. Se librarían de los cargos fácilmente. Y ya ha pasado un mes desde aquello. De veras que lo siento mucho, señor. Debí de avisarle antes...


—No te culpo. Tenías miedo de acudir a mí.


—No es solo eso... —hice una pequeña pausa—. Antes que ella se fuera, yo estuve perdido en mis divagaciones. Estuve buscando maneras de sobrellevar la futura pérdida. Sabía que su hija iba a... Pero no hice mucho para evitarlo. Pensé en cosas que podría hacer para olvidar lo que iba a suceder, pero ahora... No sé qué hacer...


—Yo también estuve tratando de animarla un poco, cuando se mudó conmigo, pero este trabajo me privaba de pasar tiempo  con ella. Apenas teníamos un día a la semana y no sabía qué actividades realizar para hacerla feliz. 


—Mmh...


—Ella a veces cenaba sola... ¿Cuánta tristeza debió de haber sufrido en la soledad...?


—Yo dejé de hablarle cuando me dijo que se quería morir...


—Somos las peores personas del mundo...


—Lo somos... —respondí, casi con ganas de llorar—. 



¿Qué haremos con tanta tristeza?

Y siguió sollozando. 

Mi ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora