El regreso del joven Príncipe A.G. Roemmers

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UNAS PALABRAS A MODO DE INTRODUCCIÓN

En un mundo devastado por la guerra, que iba perdiendo aceleradamente la inocencia y la alegría de vivir, un intrépido aviador francés, Antoine de Saint-Exupéry, escribió un libro, El Principito, que no tardaría en convertirse en el símbolo universal de estos valores perdidos.

   La tristeza y la desilusión de Saint-Exupéry, frente a una época que parecía olvidar la sencillez del corazón y la espiritualidad esencial del hombre, fueron probablemente, más que cualquier ráfaga enemiga, las causantes de su temprana desaparición durante una misión de reconocimiento en el Mediterráneo.

   Como muchos otros que han leído El Principito, compartí la pureza de su mensaje y me entristecí junto con Saint-Exupéry cuando ese niño, que había llegado a lo mas profundo de mi corazón, se vio obligado a regresar a su asteroide.

   No comprendí, hasta algún tiempo mas tarde, que el odio, la incomprensión, la falta de solidaridad, la visión materialista de la existencia y otras tantas amenazas le habrían impedido vivir en nuestro planeta.

   Muchas veces me he preguntado, tal vez como tú, qué habría sido de ese niño tan especial si hubiera seguido viviendo entre nosotros. ¿Cómo habría sido su adolescencia? ¿cómo habría podido preservar intacta la frescura de su corazón? 

   He tardado muchos años en encontrar respuestas a estas preguntas y es posible que las respuestas halladas solo tengan validez para mí. Pero también pueden servir -- y eso espero--, para iluminar en parte el camino al niño que lleva dentro cada uno de nosotros.

   Por eso me atrevo a escribirte, mi querido lector, en el comienzo de un nuevo siglo y un nuevo milenio, con una visión mas positiva de nuestro tiempo, para que no estén tan triste.

   Siento no poder satisfacer tu curiosidad si estabas esperando una fotografía, hace muchos años que no llevo cámara fotográfica o de vídeo en mis viajes, especialmente desde que note que mis amigos se concentraban  tanto en las imágenes, que dejaban de prestar atención a mis relatos. Sin embargo, he querido incluir algunos dibujos, para que no consideres este relato demasiado serio. Después de varios intentos que no hubieran satisfecho ni a un adulto ni a un niño, me decidí  a solicitar la ayuda de mi buena amiga Laurie Hastings, para recrear algunos de los momentos que recuerdo con mas intensidad. No permitas que sus trazos afecten tu imaginación, puesto que Laurie no ha estado en la Patagonia ni ha conocido al misterioso joven de este relato, pero tal vez te ayuden a ver a través de mis palabras cómo el Principito pudo ver al cordero a través de la caja...

   También espero que disculpes, querido lector, la inclusión de pensamientos y reflexiones que surgieron en el momento de los hechos, y dicho todo esto, voy a contarte ahora lo sucedido tal y como ocurrió.

   Si te sientes solo, si tu corazón es puro, si tus ojos todavía guardan el asombro de un niño, quizás descubras al leer estas paginas que te sonríen otra vez las estrellas y puedas oírlas como si fuesen quinientos millones de cascabeles.cuya existencia he querido respetar al transcribirlo.

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