El chico nuevo

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Me encamine escaleras abajo al comedor para desayunar antes de ir a la escuela. Sobre la mesa habían unos deliciosos hot-cakes tan esponjaditos que con solo verlos me imaginaba su sabor a mantequilla en mi boca. Mi hermano Ted ya estaba sentado devorando su desayuno, mamá estaba poniendo los últimos hot-cakes sobre la mesa. Mi papá llegó y se sentó a desayunar. Todos estábamos sentados alrededor de la mesa, sin decirnos algo, más que para pedir la miel, y con la reportera del clima diagnosticando calor toda esta semana como único sonido aparte de nuestras respiraciones y tintineos de los cubiertos contra el plato.

Todos los días mi mamá ponía el noticiero matutino para ponernos al tanto de las recientes y constantes catástrofes naturales que surgían en todo el mundo. Cuando el reportero especial empezó a dar el diagnostico de el último terremoto que hubo en Brasil mi mamá subió rápidamente el volumen de la tele.

--…el reciente terremoto en Brasil ha dejado un total de cinco mil personas muertas e incontables heridos. Sin dejar alado los daños en edificios, casas, hospitales, y escuelas. La mayor parte del país está destruida. Esperamos su cooperación con despensa…

--Pobres personas. Daniel, cuando regreses del trabajo iremos a comprar despensa para mandar a la gente.

--Mamá, ¿no crees que estas exagerando? Ese es el trabajo de su gobierno.

Al parecer mi pequeño hermanito no era muy caritativo. Su corazón no se ablanda ni con un perrito moribundo.

--No Ted, no estoy exagerando. Nuestro trabajo como sociedad es ayudarnos los unos a los otros.

--Ok. No me importa en realidad lo que pase en otros lugares.

Mi mamá puso una cara seria, como cuando tire su jarrón favorito. Al momento Ted se arrepintió de haber dicho esas cosas. A mamá le gustaba ayudar a las personas, decía que cuando nosotros estemos en su lugar querremos la ayuda de todo el mundo y si queremos que nos estiren la mano nosotros tenemos que estirarla primero.

--Mira Ted, no quiero disgustarme contigo tan temprano, así que es mejor que te vayas a la escuela en 5 minutos o volveré a pensar en el permiso que me pediste para ir al concierto. Y para compensar mi disgusto, tú nos acompañaras a dejar esa despensa para ver si aprendes a ser caritativo.

Con eso último todos nos levantamos de la mesa, le dimos un beso a mamá y nos fuimos, cada quien por su respectivo camino.

Cuando mi hermano y yo entramos a la escuela todo se veía normal; como todos los días. El mismo grupo de arpías en su esquina criticando hasta el último detalle de las chicas nuevas y su plan para hacerles la vida imposible. Entre ellas estaba Raquel, la peor de todas, cada mes tiene un “novio” diferente que presumir y por si fuera poco, cada uno de ellos es uno de los chicos más guapos de la ciudad. No entiendo que tanto le ven, tal vez es su cuerpo detallado o la forma en que camina, como si fuera una estrella de cine. Cara perfecta, cuerpo perfecto, vida perfecta. Mientras entraba al salón a dejar mis cosas había un chico nuevo sentado en el rincón de la derecha, pensativo, tranquilo, perdido con la vista en la ventana. Tengo que decir que él era muy guapo, tenía su cabello húmedo color carbón, tal vez por la ducha que tomo antes de venir; ojos hermosamente azules como el mar, podría perderme en ellos y nunca regresar, y sería realmente feliz; tez ligeramente bronceada, se nota que es nuevo en la ciudad. Aquí no hace calor tan seguido como para salir a broncearte, aparte, ¿a dónde te irías a broncear? No creo que la nueva playa artificial sea tan bonita como para ir a tomar el sol. Al parecer creo que sintió mi mirada porque levanto su vista hacia mí, me gire de golpe y me ruborice como un tomate. Tonta, tonta, tonta. Estaba tan avergonzada que decidí salir del salón a buscar a mi amiga Sarah, que supuse estaría en la cafetería. Estaba por en caminarme afuera cuando algo me hizo retroceder, alce la mirada y un chico alto y fornido estaba delante de mí con una cara de “¿qué rayos?”.

Catástrofe NaturalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora