Capítulo 1

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Violencia de género


Ardor, es lo que siento sobre el pellejo de mi espalda. Eso y un espantoso gemido atascado en mi garganta que pugna por salir.

Volteo y lo veo parado detrás de mí portando un cinturón con su enorme hebilla manchada de sangre. Intento correr pero me golpea en la pierna con demasiada fuerza y caigo, mis ojos están bañados en lagrimas.

Le ruego que se detenga, el continúa pegándome mientras estoy en el piso ya no con el cinto sino dando me patadas.

Cuando se detiene me toma por el cuello dejándome casi sin poder respirar.

-Puta de mierda, ojalá te pudras- dice Marcos con la cara roja de ira . Luego me mira como si estuviese arrepentido de lo que acaba de hacer.

- Discúlpame mi amor, no se lo que me pasó. Te pido que me perdones, no lo voy a hacer más.-Lo perdono (como tantas otras veces) y se va a dormir.

Me quedo en la cocina viendo caer mis lágrimas sobre los platos recién lavados.

'' Por suerte Leila no escuchó'' susurro para mis adentros.

Leila es mí hija pequeña de ocho años.

No es hija de Marcos sino de una relación anterior. Augusto era su nombre. nos dejó cuando Leila tenía apenas dos años, yo 18.

A Marcos lo conozco desde que tengo memoria. Es el sobrino de una amiga de mamá por lo que ambos frecuentábamos las reuniones de ambas.

Un día nos encontramos en un boliche. Me llevó al centro de la pista a bailar, charlamos, bebimos un poco y pasamos números. A partir de ese día nos volvimos inseparables.

Comenzamos a salir y luego de un par de meses ya eramos novios.

La relación fue maravillosa .

Para Leila es su papá del corazón.

Luego de dos años vinimos a vivir aquí.

Los primeros cuatro meses fueron hermosos. Él solía ser algo celoso pero yo no le daba mucha importancia. Sin embargo no me di cuenta de que el infierno llegaría en poco tiempo.

Todo comenzó una noche. Mis amigas me habían invitado a ir a bailar, yo acepté. Cuando le avisé a Marcos su rostro cambió completamente, me dijo que yo debía quedarme encasa ya que él debía salir y Leila quedaría sola.

Me opuse y comenzamos a discutir.

De pronto me golpeó en la boca a puño cerrado. Me largué a llorar al instante sintiendo un enorme buche con sabor a sangre.

Él se dio cuenta de lo que había hecho, o al menos eso creo. Me abrasó, me consoló, prometió no hacerlo nunca más ( obviamente le creí) y me dejó ir a bailar.

Esa escena se repitió ( y aún se repite) varias veces. Le aviso que salgo,, se enoja, discutimos, me pega, me pide disculpas prometiendo no hacerlo nunca más y yo lo perdono como una ilusa una y otra, y otra, y otra vez.

Noto que entra algo de luz en la cocina. Salgo al patio para poder apreciar mejor el mejor regalo que puedo recibir en momentos tan desesperantes como este.

La salida de la luna. Ese magnífico espectáculo que nos brinda la naturaleza y muy pocos sabemos apreciar.

Dejo que su flamante luz ilumine mi rostro mojado en mis lágrimas, sintiendo como una suave briza me acaricia el rostro.

Ella es la única que me ve llorar en la s largas noches de soledad.

Es demasiado tarde. Entro en la comuna a terminar de lavar los platos, no vaya a ser que Marcos o Leila se levanten por la noche y encuentren todo sucio.

Luego me voy a dormir.


















Mil noches bajo la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora