Capítulo 6.

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Las dos horas que demoramos en llegar a nuestro destina son las más largas del mi vida. Mi cuerpo suda de manera incontrolable, no se si es por el calor o es causa de la adrenalina que recorre mis venas. Leila se durmió recostada sobre mis piernas mientras le acariciaba el pelo, colocando su pelo detrás de una de sus orejas cuidadosamente. Mi hijita pequeña, el amor de mi vida, mi única razón de ser.
- Así que ella es tu hija - me dice Jonathan. Ni siquiera me había dado cuenta de que nos estaba observando.

- Sí, es hermosa! - subo la mirada para verlo y sus ojos se clavan en mí, a través del espejo.
- Perdoname, pero... Puedo preguntar que haces viviendo con ese hombre?. - me pregunta.
- No debería importarte.- digo con la voz algo ronca.
- Por qué no? Acabo de ayudarlas a escapar de ese psicópata.
- Y te agradezco mucho por eso. En serio!
- No es nada. Cualquier cosa que necesiten solamente llamenme.-dice Jonathan metiendo su mano en el bolsillo de su campera para sacar una tarjeta que tiene su número de teléfono.- También soy remisero. Pero enserio, eviten a ese loco. Anda a saber que cosas puede llegara hacerles.- su comportamiento ma resulta algo familiar, así se comportaba siempre con todos. Incluso con quienes más lo fastidiaban. No se como es que, después de tanto tiempo conserva ese toque tan particular que hacía que todas las chicas se ruboricen.
- Seguís comportándose como un caballero, igual que cuando teníamos 15 años.- todavía lo recuerdo. Siempre tan gentil y preocupado para con los demás.
- Vos seguís usando tu sarcasmo, como en aquel entonces - agrega él. Y tiene razón. A demás, solía ser una engreída, grosera y maleducada con todos, por lo que tenía muy pocos amigos y muchos me odiaban. Al final, todo eso se volvió en mi contra.
Casi sin darnos cuenta llegamos a la parada, despierto a Leila, que se pone en pié bostezando todavía y, a pesar de mi constante insistencia, Jonathan se niega a cobrarnos.
- Considerarlo como un favor.- dice él. Acepto un poco de mala gana, ya que odio deberle favores a la gente.
.......

De la mano de mi hija, recorro las calles del barrio de mi infancia, que a ésta hora de la noche se encuentran completamente vacías, eso sin contar los autos que pasan cada tanto. Las luces de las casas permanecen apagadas y las ventanas están cerradas herméticamente mientras que en el barrio reina una paz escalofriante, dado que Isidro casanova no es muy tranquilo y seguro que digamos. Eso sí, los boliches de la zona deben estar repletos.
Una tras otra, con cada paso que damos dejamos atrás cada una de las puertas de las casas.
De repente, me quedo observando una casa en particular: rejas negras, garage amplio, pintada íntegramente de blanco con un amplio jardín rebosante de vida estival, aunque sea de noche. Una gran cantidad de recursos me invaden y me siento como si me hasta viesen tirado un balde de agua fría encima. Recuerdos de mi mamá y papá tomando unos mates cada mañana antes de ir a trabajar, veranos junto a mis tíos, primos y hermanos, incluso la gran pileta que abarcaba casi todo el patio.
- Qué hacemos en lo de los abuelos?. - me pregunta Leila, devolviéndome a la terrible realidad. Aprieto su mano y seguimos caminando.
Casi sin darnos cuenta llegamos a la calle Berna, a la altura del 1996. La casa de Paola. Sin pensarlo dos veces golpeo las manos y nos quedamos esperando a que alguien abra la puerta. No se en qué momento, pero soy consciente de que se oye una detonación, no muy lejos, queme hace poner de rodillas. Oigo otros dos disparos y, al tocarme la mejilla derecha la misma está manchada de sangre y respiro con dificultad. Lo último que recuerdo es que Paola me levantó de los brazos para llevarme hacia adentro los más rápido que puede y, al voltear hacia la derecha, logro distinguir la figura oscura y demacrada de un hombre que se aleja corriendo.

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⏰ Última actualización: Nov 03, 2018 ⏰

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