Capítulo 3

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- ¿ Ya estás lista?- pregunta Marcos a Leila.

- En un momento.- responde ella.

 Comienza a impacientarse. Le pido que se calme, que tenga un poco de paciencia ya que es una niña.

- Debo ir a buscar el pollo, vuelvo en un rato.- digo  tomando  mi billetera y saliendo por la puerta apresurada mente.

 Llego a la carnicería de la esquina justo a tiempo antes de que Horacio, el carnicero, y su esposa Olivia cierren el local.

- Acá está el pollo.- dice Oli entregando me la bandeja.

- Casi los dejamos sin la comida del medio día.- dice Horacio queriendo hacer un chiste y ambos se echan a reír. No me queda otra que seguir les el juego. Les entrego el dinero, doy las gracias y salgo corriendo para llegar a tiempo a casa antes de que lo hagan los padres de Marcos. Ellos son las personas que más quiero. A Leila y a mí nos recibieron con los brazos abiertos cuando nos conocieron. Nos quieren como si fuésemos su hija y su nieta. Al menos así es como me lo demuestra su madre, Nora. 

 Ella es la persona más tierna que he conocido. Se preocupa mucho por quienes la rodean y siempre está cuando se la necesita. Rogelio, su padre, por el contrario, es toda la antítesis. No importa con quienes está ni en donde casi siempre está de mal humor. Si Nora no hace lo que él quiere le pega, luego pide disculpas ''arrepentido'' argumentando que ella se lo merece. Es como Marcos, pero en versión adulta.

 Cuando llego a casa ellos ya se encuentran allí.

- ¿ No vas a saludarnos? me pregunta Rogelio. Por suerte parece ser que hoy está de buenos ánimos.

- Hola.- Lo saludo sin siquiera mirarlo.- ¿ Y Nora?.

- Está en el patio jugando con Leila.- responde Marcos.

 Dejo el pollo sobre la mesa y me dirijo al patio trasero a saludarla. La encuentro sentada en el juego de sillas con unos lentes negros sobre los ojos observando los pájaros comer unas migas de pan que hay sobre el césped.

- Hola querida.- dice saludando cuando nota que estoy allí.

 La saludo con un beso en la mejilla y nos ponemos a hablar. Que cómo va todo, que nuevas novedades hay...

- ¿ Cómo está tu pierna?.- me pregunta al notar la línea roja que la rodea.

- Mejor, ya no duele tanto.- le digo quitando le importancia.

 Observo a través de los vidrios  negros de sus lentes una forma circular oscura sobre su ojo derecho y no me cuesta sacar conclusiones de lo ocurrido.

 Rogelio nos llama a las tres para que entremos a comer. Nos sentamos los cinco alrededor de la mesa, Marcos a mi lado, delante nuestro Rogelio y Norma y en la cabecera Leila con su muñeca Clara. Adora esa muñeca de trapo. Se la hice yo como regalo de sus seis años. Comenzamos la comida.

 Nos servimos algo de pollo, ensalada rusa que preparó Nora y tarta de verduras bañada en salsa blanca que cocinó Leila. A ella le gusta cocinar, es muy buena preparando y elaborando comidas, igual que hacía su padre, Augusto.

 De repente, Rogelio golpea la mesa con bronca y mira a Leila con ojos de loco. Comienza a gritarle sin motivo aparente. Al parecer no le gusta que ella coma junto con su muñeca. Ella lo mira asustada sin poder reaccionar.

 Norma intenta calmarlo pero es inútil, cuando se enoja nadie lo para.

 Leila comienza a llorar desconsolada y se acerca corriendo hacia donde estoy para que la abrace. Rogelio comienza a insultarme también gritándome que soy una inútil inservible, una mala pareja para su hijo y un mal ejemplo como madre. Llevo a mi hija a su cuarto y la tranquilizo, le pido que se quede ahí hasta que la situación se ''normalice'' y regreso lo más rápido que puedo al comedor.

 Oigo el ruido de un golpe ( los reconozco perfectamente). Cuando llego veo a Nora con la cara morada y a Marcos intentando apartar a su padre de ella. La  ayudo a pararse para llevarla a la cocina a ponerse un poco de hielo pero Rogelio me detiene.

- Déjala ahí zorra de mierda.- lo oigo gritarme.- Que se joda por meterse en asuntos que no le incumben.

 Retrocedo un par de pasos. Marcos lo suelta pero en cuanto lo hace intenta pegarle una cachetada la cual logra esquivar. Me pongo delante de él justo cuando intenta dar el golpe nuevamente de revés y acabo recibiendo el golpe. Pierdo el equilibrio y caigo de cara al piso. No se que sucede después. Solo recuerdo ver a Marcos tomando uno de los cuchillos  que están sobre la mesa amenazando a su padre.

- ¡¡¡ Estoy harto de estas escenas!!!- le grita mientras me ayuda a levantarme del piso.

- Ojalá te hubiesen dejado en el orfanato como planeaba.- gruñe Rogelio.

- Si vas a estar así entonces te vas de casa, y no vuelvas hasta haberte calmado.

 Ayudo a Nora a reincorporarse y los acompañamos hasta la puerta para despedirlos como si nada hubiese ocurrido.

- Perdón por lo ocurrido con papá.- dice Marcos mostrando su arrepentimiento.

- No te disculpes.- le digo quitando le importancia.

 Abro la puerta del freezer y me pongo uno de los hielos en la mejilla. El golpe fue tan fuerte que ahora la tengo morada.- ¿ Te duele mucho?- me pregunta preocupado dando vuelta mi cara para poder ver mejor la gravedad del golpe.

- Espero que esto te lo desinflame un poco y quite el dolor.- me dice ofreciéndome una crema.

 Levanta mi mentón con su mano. Le susurro un ''gracias'' antes de que mis labios toquen los suyos. Los míos deben estar algo calientes luego de la bofetada que me dio Rogelio. Los de Marcos tienen un inconfundible sabor al café de manzanilla que desayuna todas las mañanas antes de ir a trabajar. Nos dirigimos hacia el sillón donde me recuesto, él se coloca sobre mí y continuamos besándonos, cada beso es más intenso que el anterior.

 Cuando por fin nos separamos me dirijo al baño de nuestra habitación, busco mi ropa, abro la ducha y me restriego un cepillo de cerdas duras que me deja todo el cuerpo colorado. En fin, por lo menos  puso mi sangre en circulación. Me quito el olor a perfume que me puse en el cabello y lo desenredo. 

Salgo de la ducha, me seco, me coloco mi ropa y crema para las manos.

 Abajo está Leila viendo televisión.

 Cuando le pregunto en donde está Marcos responde que se ha ido a buscar helado para esta noche.

 Me siento a su lado para hacerle compañía y me quedo dormida casi al instante. La situación me ha estrezado  demasiado como para no agotarme, así que me dejo llevar por la presencia de mi hija, que es lo único que me mantiene dentro de esta casa.  


Mil noches bajo la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora