II

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Caminando por esos pasillos tan odiados, aburridos, patéticos, repetitivos e irónico. Ella tararea su canción favorita, esa que pocos conocen, con la que más identificada se siente. La que habla de amor, soledad, nostalgia y paz. Hasta que en un momento, tropezó con una persona tal vez y unos centímetros más alta que ella, con la tez algo morena comparada con la suya que era mucho más blanca que el papel, y unos ojos, ay esos ojos, hermosos de un simple y elegante color verde y café que a Mia lograron cautivar. Por no nombrar su cabello, corto y oscuros, más oscuros incluso que el mar en tempestad, despeinadamente peinado. Así, justo así, era su agradable obstáculo.

-Lo siento - Se disculpó con la sonrisa que tanto la caracterizaba como una chica agradable y de confianza. - Soy algo torpe.

-Por favor no te disculpes.

El chico le regaló una sonrisa. En la cual, sin ningún tipo de temor se mostraba esa hermosa cascada plateada de dientes perfectamente incrustados uno al lado de otro. Y su voz, cálida pero reservada a la vez. Hipnotizaron a Mia, agarrándola desprevenida .

-Está bien - dijo acomodándose su plateado cabello- Soy Mia Carth.

-Hola Mia -Saludó animadamente - Yo soy Leo, Leo Rils.

-Un placer - Respondió Mia - Nos vemos luego Leo, Leo Rils.

Despidiéndose antes de darle tiempo a su compañero de reaccionar, dejándolo algo desconcertado, siguió su camino hasta el salón.

Ya en clases, Leo, observaba su cuaderno de matemáticas con esperanzas de encontrar algo más que simples ecuaciones y garabatos sin sentido, cosa que no pasó. Mientras la profesora, un metro más al frente explicaba algo sobre un tal Bhaskaras y su fórmula de no sé qué, notó que obviamente, solo cinco alumnos prestaban atención. Y el desconcentrado de Leo decidió que era hora de que fueran seis. Una chica que acababa de conocer no lo distraerá de lo que es en ese momento importante. Su clase de matemáticas.

Por otra parte a unos 3 salones a la derecha de distancia y en la planta baja, Mia leía. Sentada en una banca violeta, de espacio reducido en un lugar que suponía la capacidad de al menos 50 personas, con paredes de un aburrido color blanco, y un par de ventanas las cuales daban a una absurda calle de alguna insufrible ciudad.

Leer, actividad favorita durante las robóticas clases del profesor Vintáe, al menos para ella.

Podríamos, odiosamente catalogarla como una chica muy buena en sus estudios. Claro, si la materia le agrada.

Las horas pasaban, minuto tras minuto, lentamente agradables para Mia, "mejor ver hipocresía en un instituto a verla en tu propia familia". Pensaba , mientras llegaba al sexto capítulo de su libro.

El primer timbre sonó, seguido después de aproximadamente una hora por el segundo, luego el tercero y así hasta que el final de clases llegó, y adolescentes desesperados por libertad, corren descaradamente alterando el solitario silencio del edificio para encontrarse con sus vidas, alguno con amigos, otros la familia, puede que videojuegos, libros, drogas, deportes, lo que sea, simplemente lo que no hacen cuando están estudiando, o en su defecto "calentando banca".

A nuestra pequeña le esperaba un buen libro, un cigarrillo y tal vez un bocadillo. Caminaba y de espalda ignoraba a las personas más heladas, que dicen ser tus amigos o compañeros de grado, en este caso, cuarto.

Caminó calmada, ¿pensaba o cantaba?

Tal vez, ambas.

Tomó el camino más largo hasta llegar a su casa.

Buscó el libro más viejos, lleno de poemas, notas y recuerdos. Dejó un "Hasta luego" en el microondas, vació la mochila, y caminó hacia la vida.

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⏰ Última actualización: Sep 16, 2016 ⏰

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