Prólogo; ¿Es esto el cielo?
Un corte, y otro, y otro más.
Los ya incontables golpes de mi padre en la puerta me hacen temer, soy cobarde, y por esa razón otro corte es propinado en mi muñeca.
Es mi castigo. Lo merezco.
—¡Abre la maldita puerta! ¡Mandy!–Gritaba mi padre al otro lado de la puerta, jadeé intentando esconderme. Era inútil, él me usaría nuevamente.–¡La tiraré abajo!
Me intenté poner en pie, debía esconderme, o sinó él me mataría, no aguantaría otro round.
Mis mareos se intensificaron, mi último recuerdo es caer en el suelo, y que la puerta caiga abajo.
*
No se cuanto tiempo había pasado, ¿horas, minutos, meses?
Miré a mi alrededor.
No estaba en mi habitación.
¿Es esto el cielo?
Miré mis muñecas, no estaba mareada ni un poco, nada de sangre corría por mis piernas como cuando estaba en mi habitación de torturas, también llamada servicio.
Luego miré a mi alrededor, era un lugar claro, lleno de luz y esperanza.
Una mano apareció a mí vista, estaba tendida, y yo la cogí para levantarme.
Era una mano algo huesuda y grande, llena de anillos, pero hermosa.
Y entonces miré hacia arriba, miré al individuo de manos bonitas, y mis ojos no creían lo que veían.
—Te he estado esperando–Dijo aquella voz, del hombre que me había cautivado en todos los sentidos.
