Me levanté sudoroso. Acababa de tener mi ración nocturna de pesadillas y por un momento creí que acababa de entrar en otra, pero conforme comencé a tranquilizarme, distinguí mi cuarto. La noche era tempestuosa e inquietante, pero en el interior de mi recamara todo estaba en orden. Mi garganta estaba muy reseca, como si la hubieran exprimido. Los objetos se podían distinguir gracias a un poco de claridad que producía una vela que puse antes de acostarme. Pero aun así el cuarto estaba lleno de sombras que parecían amenazadoras. Reinaba un olor a humedad extraño, que nunca antes había sentido junto con una pestilencia. Entre todo lo que veía, algo que me llamaba la atención era la puerta de mi cuarto, estaba abierta, pero después de ella no se veía absolutamente nada. Solo un pasillo pequeño, cubierto por la obscuridad. Mientras la miraba con algo de intranquilidad oí un ruido. Entre más le ponía atención, más se asemejaba a un quejido. Me levanté tambaleante y me dirigí despacio a la puerta. Al cruzar por esta, el ruido se hizo más penetrante. Caminé apoyándome en las paredes, no sin antes pensar que era muy estúpido ir así en la oscuridad y tratar de bajar las escaleras, pero de algún modo ya no me importó y me sentí impulsado a ir a callar ese ruido. El ruido provenía de la cocina y también se veía algo en el interior, unas figuras dibujándose en la pared, una era estrecha y alargada; la otra era gruesa. Mi corazón palpitaba rápidamente.

Afuera el viento ululaba y movía bruscamente las ramas de los arboles contra las ventanas, arañándolas.

"Maldita sea, ¿Quién está ahí?", grité en un esfuerzo por mostrar algo de valor. Ninguna respuesta. Sólo aquel ruido que había escuchado desde arriba, pero un escalofrió me recorrió el cuerpo, era un llanto. Para aquel entonces la suerte estaba de mi parte y recordé que el sable que me había dejado Riunuzuke estaba colgado, cerca de mí. Así que lo tomé y abriendo deprisa la puerta de la cocina, me metí. La luz era una vela, que yo había dejado también ahí, pero se apagó justo cuando entré. Tropecé con una silla y casi caigo al suelo, pero me detuve en la mesa. Todo estaba en silencio. De un momento a otro todo mi temor había desaparecido. Me quedé un momento parado, ahí en medio de la oscuridad hasta que una mosca se paró sobre mi mano. Un olor pestilente entró por la ventana, ya lo había sentido desde que estaba arriba, pero ahora era insoportable. De un momento a otro moscas revoloteaban de un lado para otro, haciendo un fuerte zumbido que me repugnó, cogí de nuevo el sable y me disponía a salir de la cocina hasta que del otro extremo escuché una voz dulce y armoniosa "Yukito, ¿eres tú?", decía la voz. Al mirar, vi solo dos pequeños círculos rojos que, poco a poco se acercaban, algo golpeó con una silla, después chocó con la mesa y tiró un plato, sin pensarlo cerré la puerta y corrí arriba, trastabillando en varias ocasiones y al llegar a la parte de arriba de las escaleras me pareció escuchar un leve "¿A dónde vas?"

En ese momento me convencí de que estaba en un sueño. Y no traté de pensar en otra cosa.

Me volví a acostar. Tratando de olvidar lo que acababa de pasar, pues hacía un esfuerzo por pensar que había sido un sueño, traté de recordar la cara de familiares; pero me costaba demasiado, era muy difícil recordarlos con todos sus detalles después de tanto tiempo. Cuando pensaba en mi padre, solo veía una foto en blanco y negro, pues es así como fue la última vez que lo vi, en una foto, antes de que muriera. Lo mismo sucedía con mis hermanos, no recordaba bien sus caras, ellos se fueron a vivir a Norteamérica. Pero una imagen si pude ver con lujo de detalles, Era una imagen mucho más clara, mucho más reciente. Era la cara de Riunuzuke, antes de que saliera de mi casa y su expresión de terror, diciéndome que después regresaría...

Mis pensamientos se comenzaban a poner borrosos y me iba arrullando por los crujidos de la madera. Poco a poco fui cerrando los párpados y los llegué a sentir tan pesados como costales. Era un placer que no podía detener y estaba tan desesperado por conseguir el tan esperado sueño, ya sin incursiones de pesadillas. Esa noche dormí plácidamente, no sin tener la ligera impresión de que alguien más estaba conmigo en ese cuarto, junto a mí. Mientras dormía, me parecía escuchar poco a poco surgir de un lugar la tonada de la olvidada caja musical, Claro de Luna, que sonaba y sonaba, pero ahora, a diferencia de las ocasiones pasadas, no venía de la caja...venía de mi cabeza.

iLł

Claro de LunaWhere stories live. Discover now