Capítulo 5

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Querido diario:
Tengo en mi cabeza los momentos que pasé con Becky, recuerdo que un día nos pusimos a tocar los timbres de las casas y salíamos corriendo como locas, recuerdo que en una de esas Becky se tropezó y yo no paraba de reír.

Me levanté de la cama y saqué la caja que me había dado la madre de Becky antes de mudarme, venían cosas que le pertenecía, saqué algunas prendas que eran de ella. Becky siempre vestía bien. Saqué el vestido que Becky uso el día de su fiesta número 16, recuerdo que ese día sus papás habían rentado un salón para hacer la fiesta de Becky, había ido demasiada gente.

Becky era una chica muy popular y tenía demasiados amigos, si no la hubiera conocido de niña, quizás nunca hubiéramos sido amigas, pero el destino así lo quiso. Miré la caja y saqué un brazalete de ella, era uno de sus favoritos, me lo puse y lo miré con delicadeza, me levanté del suelo y me puse el vestido de ella, me miré al espejo y no pude evitar llorar recordando viejos tiempos.

—Te extraño Becky —susurré, pude ver a Becky sentada en la cama mirándome.

—Te queda hermoso —decía esbozando una sonrisa.

—Nunca se me verá como a ti —dije con lagrimas en los ojos.

—Emy, eres hermosa —decía con sinceridad.

—No, no lo soy, y desearía poder ser como tú, desearía que estuvieras aquí a mi lado y que jamás me hubieras dejado.

—Emy, yo estoy aquí contigo, jamás me alejaré de ti, lo prometo.

La miré aún con lágrimas en los ojos.

—Becky, nunca me dejes.

***

El sábado por la tarde, Sam pasó por mí para irnos a la fiesta que organizó Megan. Me había puesto un pantalón y una camiseta de The smiths que compré en una tienda de segunda mano en Pensilvania hace ya un año atrás.

Cuando llegamos a casa de Megan, Sam estacionó el auto detrás del de Brad, la casa de Megan era la típica casa británica, era elegante pero algo pequeña. Megan traía un vestido corto color blanco con tenis converse color negros, su cabello estaba despeinado como siempre, pero aún así era una chica muy atractiva, era alta y su cabello platinado siempre resaltaba, tenía ojos color miel y siempre vestía muy punk. En cambio Sam, era un poco más baja, su cabello corto era castaño ondulado, y ojos color verdes, siempre vestía muy vintage, era muy bromista y su pasión siempre ha sido la comida.

Las chicas se quedaron en la cocina, mientras yo me dirigí a la parte trasera. Se podía escuchar la canción de Sweet child of mine de Guns and roses desde la sala, cuando llegué al patio, vi a Brad que platicaba con un chico pelirrojo, si no me equivoco es el chico que toca la batería, del otro lado divisé a Kyle sentado disfrutando de la música. Decidí acercarme.

—¿Cómo está tu mano? —le pregunté cuando llegué a él.

—Como nueva —dijo, no entendí si estaba bromeando o si hablaba en serio, pero miré su mano y se podía ver un poco hinchada.

—Gracias de nuevo —añadí, Kyle me miró de reojo.

—No hay de qué, cualquiera hubiera hecho lo mismo.

—No, no lo harían —musité. Kyle bajó la mirada hacía su cerveza, después le dio un sorbo.

—Me gusta tú camiseta —agregó rompiendo el silencio.

—Gracias —contesté—. ¿Te gusta The Smiths?

—Si, es una excelente banda —contestó—. ¿Y que tal el libro? —preguntó unos segundos después.

Lo bello y triste del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora