Capítulo 1

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Querido diario:
Me había mudado a Bristol hace ya un mes, y todo porque a mi madre le ofrecieron un trabajo aquí, antes de eso, yo vivía en Pensilvania, aunque debo decir que esta ciudad no está nada mal. La casa es algo pequeña y todavía hay cajas por desempacar, mi madre no tiene tiempo y casi nunca está en la casa. Yo aún no voy a la escuela, las clases comienzan dentro de una semana y mientras tanto, suelo quedarme en casa a ahogarme en mis propios pensamientos o de vez en cuando salgo con Derek, el único amigo que tengo aquí. Él es el capitán del equipo de soccer. Es tres años mayor que yo y estudia la universidad. Yo apenas entraré a mi último año de preparatoria. A Derek lo conocí en mis vacaciones de verano, cuándo nos acabábamos de mudar, llevaba una semana aquí cuando lo vi, lo conocí en el parque que está a unas cuadras de mi casa.

—¿Estás lista? —escuché la voz de Derek por el teléfono.

—En un momento bajo —dije y después colgué el teléfono.

Me puse los zapatos, tomé mi bolso y bajé las escaleras corriendo. Derek me esperaba afuera mientras fumaba un cigarro.

—Te dije que no tardaras —dijo mientras tiraba el cigarro y lo pisaba—. Andando, que llegaremos tarde.

Derek se subió a su auto, aceleré el paso para llegae hasta él. Hoy es la fiesta de los chicos del equipo de soccer, normalmente cuando hay un partido y ganan, tienen la costumbre de celebrar, como era el día de hoy. Subí al auto colocándome el cinturón de seguridad. Derek encendió la radio y no tardó en arrancar el auto, salimos de ahí en silencio. El teléfono de Derek comenzó a sonar unos minutos después, Derek lo sacó y le echó un vistazo al mismo tiempo que veía al frente.

—¿Todo bien? —pregunté.

—Si, es Michael —dijo guardándose el teléfono en el bolsillo del pantalón. Michael es su mejor amigo y compañero de soccer.

Cuando llegamos a la fraternidad —que es dónde ellos viven— Derek y yo bajamos del auto. Lo vi saludar a todos los chicos que estaban afuera, por un momento me sentí incómoda, las fiestas no son de mi agrado. Derek es uno de los chicos más populares de la escuela, tiene demasiados amigos y casi siempre asiste a fiestas, le gusta fumar y hacer todo lo que yo nunca antes había hecho o visto. Me adentré a la fraternidad encontrandome con el doble de gente. Caminé por un largo pasillo hasta llegar a la cocina, busqué con la mirada algo para comer pero no encontré nada, así que decidí ir a otro lado, esta vez me adentré a la sala de juegos, estaba repleto de chicos jugando y bebiendo. En realidad la sala olía demasiado a alcohol.

—Tu debes de ser Emily —escuché la voz de una chica detrás de mí, me di la vuelta encontrándome con una rubia alta.

—Si —respondí.

—Soy Daisy —añadió sonriendo, la chica era muy atractiva—. Soy la capitana de porristas.

—Oh cierto, te me hacías conocida, te vi en el partido de soccer —comenté, la chica asintió.

—¿Quieres algo de beber? —preguntó.

—Claro —dije tratando de sonar relajada, la verdad era que nunca antes había bebido alcohol, siempre ponía una excusa para no tomar. Daisy sirvió alcohol en un vaso y me lo extendió—. Gracias —le dije amablemente.

—Derek me dijo que eres de Pensilvania ¿cierto? —asentí sigilosamente—. ¿Por qué te mudaste?

—Le ofrecieron un mejor trabajo a mi madre —respondí, intentando fingir que me estaba bebiendo la cerveza, la verdad es que sabía terrible.

—Ya veo —la chica le dió un sorbo a su bebida—. ¿Vives solo con tu madre?

—Si —contesté—. Mi padre vive en Los Ángeles.

—¡Me encantaría conocer Los Ángeles! —exclamó sonriendo—. ¿Y como conociste a Derek? Porqué él me dijo que se conocieron en un parque, que cliché, ¿no crees?

—Fue una coincidencia, supongo —la chica me miraba en silencio mientras hablaba—. Recuerdo que ese día me senté en uno de los columpios y él se acercó y dijo ¿me puedo sentar? Y yo asentí amablemente, ese día platicamos por horas y me pidió mi número.

—Emily —escuché la voz de Derek.

Lo vi acercarse a nosotras, llevaba en la mano una cerveza medio vacía.

—Hola Derek —lo saludó Daisy—. Tu novia me estaba contando como se conocieron, ¡Qué romántico! —soltó unas carcajadas.

—No soy su novia —la corregí.

—Cállate, Daisy —le respondió Derek mientras ponía su brazo en mi hombro, le dio el último trago a su cerveza y después la dejó sobre una mesa que estaba a un costado de nosotros—. ¿Vamos? —me dijo.

—Nos vemos —me despedí de Daisy y seguí a Derek escaleras arriba—. ¿A dónde vamos?

—A un lugar donde no nos interrumpan.

Lo miré horrorizada. En las películas el chico siempre lleva a la chica a una habitación para que "no los interrumpan" y eso quiere decir "sexo".

—Espera —me apresuré a decir—. T-te tengo hambre.

Traté de detenerlo en las escaleras, pero no sé detuvo.

—Ahorita se te quitará —respondió sonriendo, me di cuenta que olía demasiado a alcohol y cigarro.

Llegamos al segundo piso y abrió una de las puertas que estaban ahí.

—Derek —dije algo alarmada.

—Sígueme —añadió mientras tomaba mi muñeca.

—Tengo que ir al baño.

—Ahora no —respondió sin detenerse.

Intenté detenerlo pero él me jaló a la habitación con algo de fuerza cerrando la puerta detrás de él.

—¿Qué haces? —lo miré aterrorizada y algo asustada.

—¿Qué crees?

—Estás borracho, mejor deberíamos bajar.

Derek me jaló de la cintura y comenzó a besarme, sentí sus manos bajar por mi cintura.

—Derek —traté de zafarme, pero era difícil debido a su fuerza.

—Shh —susurró—. Desde que te vi me gustaste.

Me aventó hacia la cama y comenzó a besarme el cuello, puso su mano en mi pierna subiéndome el vestido.

—Deténte —le dije, pero él me ignoraba—. ¡Derek! —grité.

Como pude lo hice a un lado con todas mis fuerzas haciéndolo caer al suelo, no me dio tiempo de verlo, ya que salí como pude de la habitación dejándolo ahí. No me di cuenta como llegué al jardín, jalé todo el aire que pude, estaba temblando. Miré a todos lados sin saber que hacer, comencé a caminar por una calle hasta que me alejé de la fraternidad. Cuando vi un taxi pedí que me llevara a casa. En todo el camino no podía dejar de pensar en la mirada de Derek, era totalmente otro.

Cuando llegué a casa me senté en la cama, mi madre aún no llegaba. Tomé mi almohada y la abracé con fuerza, no pude evitar llorar. Me levanté y me dirigí al baño, me miré al espejo y estaba despeinada y con el maquillaje corrido por toda mi cara. Abrí la regadera y me metí con la ropa encima sin parar de llorar. Me sentía tan estupida. Me preguntaba si era yo la que estaba mal o si era demasiado inocente.

Salí del baño y me sequé, me puse el pijama y me metí a la cama. No podía dejar de pensar en lo sucedido. De pronto recordé a Becky, mi mejor amiga, la echaba tanto de menos. Era la mejor persona que había conocido en mi vida. Me quedé mirando a la nada y podía jurar que ahí estaba, era ella, era Becky.

Con cariño
Emily

Lo bello y triste del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora