Lo Que Ocultan Tus Ojos

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Descubrí que detras de esos afilados dientes se escondía una cálida y suave lengua que hacía cosquillas al pasearse desde mi cuello hasta mi ombligo.
Que sus grandes e intimidantes garras no lastimaban cuando se encontraban recorriendo mi cintura o entrepierna. Que su ceño fruncido se relajaba mientras dormía, cuando se veía tan frágil e impasible como un niño. Descubrí cuanto me gustaba enterrar mis dedos en su barba, acariciarle su pelo, nuca y espalda, aunque en un principio mi cercanía lo incomodara por que no estaba acostumbrado a que alguien lo tocara.
Descubrí que esa mirada vacilante y perdida aparecía cada que decidía transportarse a sitios no terrenales. Lo supe desde el día que me invitó a flotar juntos en su nebulosa para olvidarme del mundo.
Cuando me di cuenta de que era corpulento y muy fuerte gracias a todos los demonios que acostumbraba cargar en hombros. Me gustaba invitarlo a nadar, por que todo en el agua se vuelve más ligero y el, a quien le pesaba cada paso, merecía un descanso.
Descubrí bondad infinita en esos ojos tristes. Aprendí a saborear sus silencios, sus ausencias, su necesidad de apartarse de todo de vez en cuando, por que al regresar me abrazaba de tal forma, que me hacía sentir como si nunca se hubiese ido. Ahora se ha impregnado tanto en mi que puedo sentirlo incluso a distancia.
Note que su constante furia y frustración no eran por la incapacidad de mejorar su vida, si no la de los demas, especialmente la de los más desprotegidos.
Que de pronto comenzaba a defenderme del mundo externo como una bestia por que ante sus ojos yo le parecía demasiado frágil. Me defendía incluso de el mismo, planeaba sus movimientos con cautela, intentaba alejarse de mi constantemente, alejarse para siempre, por que detestaba la idea de que algún día pudiera hacerme daño, pero luego por razones desconocidas lo postergaba.
El era un ser salvaje, libre, no era de ningún sitio, no le pertenecia a nadie y habia desarrollado mecanismos de defensa casi impenetrables. Pero aunque en toda su vida le habia encantado dormir bajo el cielo descubierto, alejado de toda civilización, de aquello de lo que desentonaba tanto, comenzó a gustarle las noches en mi cama y yo, a la vida como protección le había dado unas patéticas espinas de erizo, bajaba mi guardia, y el me abrazaba hasta que la calidez de su cuerpo y su respiración hacían que me quedase dormida.

Tu mi galaxia Yo tu vía lactea Nosotros el Universo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora