"Pisando los primeros infiernos"

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  En ese momento pensé: "Bueno, fue un mal entendido, tengo que hablar con el...", pero eso fue lo peor que pude haber hecho.

Al final del día, me fui a buscarlo a la salida, pretendiendo hablar con el sobre el tema.
Cuando me vio se abalanzó sobre mí, sin mediar una sola palabra. Y comenzó a golpearme, tan desmedidamente me golpeó sin medir las consecuencias de sí mismo. Al notar que las autoridades del colegio se acercaban, su grupo de amigos me taparon y dos me arrastraron a un estrecho a la vuelta del colegio. No podía pararme, pues no podía sostenerme por los golpes en no torso.
Acurrucado en el suelo me posicionaron, cuando éste volvió. Esta vez no me golpeó de nuevo, pero me dijo algo que me dejaría intranquilo durante bastante tiempo.

Y se fue... Con sangre en mi nariz, veía como se alejaba con su pandilla de peones a su mando, y yo... bueno, yo me quedé sentado hasta retomar fuerzas. Había sido la primera vez que me habrían proporcionado tal paliza.

Volví a casa y todo se empeoró, Papá preocupado y puteandome por lo que me había sucedido y Mamá llorando por nervios y como me habían dejado... Estaba un desastre, moretones en mi cara, sangre seca y coagulada, e inflamaciones en los parpados de mis ojos. Al día siguiente no fui al colegio, pasó una semana hasta recuperarme del todo del daño causado en mi cuerpo. Creí que todo había acabado ahí, pues este muchacho Enzo, ya se había desquitado contra mí y estábamos a mano, pero no.
El lunes de la semana que seguía volví al colegio, pero no se sentía igual... Me sentía tenso y observado sin que pudiera saber quién me viere. Cuando salía a los recreos mis amigos me privaban mucho la charla, era como si estuviesen controlados o más bien presionados para no estar cerca de mí. La chica con la que me había besado, Julieta, ya ni siquiera preguntaba por mí y cada vez que pretendía hablarle me negaba el dialogo y se escondía. Todos estaban cambiados, todos me omitían, no sabía que pasaba, hasta que lo volví a ver...
Frente de mi sin parar de caminar me dijo: "-Hoy te toca, pero no vas a quedar como la última vez, te esperé demasiado...". Se me había entumecido todo el cuerpo, todos mis músculos se quedaron inmóviles, todo se me había silenciado... solo quedaba retumbando en mi cabeza lo que me dijo...
Fui en busca de ayuda en las autoridades, pero solo empeoró la situación. Les había contado lo que sucedió la semana pasada y lo que hoy en el patio, mi compañero me había expresado.
Luego de ese módulo de materia, lo habían llamado a Convivencia del Alumno, y supuestamente lo reprendieron haciéndole saber quién lo había denunciado.
Yo, esperando desde un banco lejano al salón de convivencia pude ver como salía de ahí, pero ahora mucho más enfadado. Pasaron los minutos y tuvimos que regresar a clases y ahí fue cuando nos vimos nuevamente. Su mirada parecía comerme, parecía imaginar las sientas de maneras de machucarme hoy.
Pasamos al curso y desde el banco de atrás él me observaba, pasando minutos y hasta una hora, cada vez que volteaba, él estaba ahí mirándome. Yo pensaba en que iba a hacer, pues en la siguiente hora no teníamos profesor y quedábamos en hora libre. Los minutos se suicidaban riéndose, pues sabían lo que me podría esperar al sonar el sentenciante timbre.

Llegó mi hora. Mientras el timbre sonaba, sentía el palpitar acelerado de mi corazón acobardado por el temor del daño que me iban a provocar.
Como yo me sentaba no muy lejos de la puerta, salí corriendo, y al mismo tiempo él y su pandilla salieron tras de mí.
Corrí tan fuerte como mis piernas me lo permitieron, escondiéndome como un animal en peligro en el salón de actos, tras las pilas de sillas encimadas. Escuchaba afuera sus gritos... "-Pasó por acá, pasó por acá. -¡Hechá un vistazo en el otro patio! -Busquen en los baños. –HEY!... El salón...". Al escuchar el último grito, sentí un nudo en la boca del estómago y finas agujas clavarse en mis brazos, piernas y torso, desvaneciéndose en mi cuerpo. Escuché los pasos acercarse, escuchaba el tumultuoso griterío de esos pequeños matones acercarse a mí.
Cuando reaccioné y quise salir de mi escondite, ellos entraron. Los vi buscar en todo espacio, atrás de las cortinas, detrás del equipo amplio de música y sus parlantes, debajo de las mesas del escenario, pero no pudieron encontrarme. Viendo que no me encontraban allí, decidieron marcharse. Al salir del salón, observé en mortuorio silencio sus pies salir por la puerta y mirando mi reloj, calculaba cuanto tiempo faltaba para que la hora libre terminara. Pasando 5 minutos creí que ya se habían alejado lo suficiente para poder salir, pero cuando menos me di cuenta había una cabeza oscura observándome detrás del viejo y roñoso vidrio de la ventana. Me quedé inmóvil, cuando el mirándome frio y sin remordimiento gritó: "-¡ENZOOO!, ¡ESTÁ AQUII!".
Desesperado y odiándolo en ese momento, traté de salir lo más antes posible, pero al tratar de saltar una columna de sillas, me caí torciéndome el tobillo.
Rengo y tratando de salir a la luz del patio, entraron enfurecidos. "- Así que... ¿Sos buchón?...", eran las palabras que escuchaba mientras poseído por su rabia, pateaba mi pierna con la que afirmaba todo mi peso.

Traté de defenderme tirándole puñetazos, pero eso solo empeoró las cosas. Logró derribarme y tendido en el suelo, se arrodilló a mi altura y comenzó a golpearme la cara. Tras cada puñetazo mi nariz sangraba y segregaba flema teñida de sangre, desprendida por los moretones. Luego de darse cuenta que los golpes en la cara dejarían marcas para una segunda acusación, tomó de objetivo mi estómago. No deseaba herirme superficialmente, él deseaba lastimarme internamente, y lo logró... pateó varias veces mi vientre hasta que me oriné. No pararon, siguieron por más, esta vez a quitarme el aire... Es intrigante la imaginación de ciertos adolecentes, una bolsa puede tener varios usos para la tortura. Yo resistiéndome como podía, traté de librarme de las manos de sus cómplices, los cuales me sostenían, pero la bolsa llegó más rápido que mi intento por zafar.
Pusieron la bolsa en mi cabeza y golpeando nuevamente mi estómago, se me era obligado a respirar el aire de la bolsa hasta acabarlo.
Estaba a punto de desmayarme, cuando sonó la campana para volver a los cursos. Llorando en el suelo por la impotencia, él se me acercó y me dijo: "-Más vale, ni una palabra de esto... que la próxima será mucho peor".

Y se fue... Derrotado en el piso, miraba su andar hacia la puerta del salón, y solo me preguntaba: "¿Por qué?... ¿Por qué a mí?... ¿yo que culpa tengo de haberle gustado a la chica que a él le gustaba?

Las horas de la mañana pasaron, y era de suponer la preocupación o la indignación de los profesores de no haber asistido a sus horas.
No podía llegarme al curso pues mi tobillo y todo mi cuerpo estaba acribillado y resentido por los golpes.

Mirando el techo del salón, dejé de sentir, me había quedado dormido.
Eran casi las 13:00 de ese día y faltaban 20 minutos para culminar ese martirio.
Me levanté como pude y me fui al baño, limpié lo que pude y esperé a que terminaran esos minutos interminables de la jornada.

Ahí estaba yo... a solo unos metros de la puerta del curso, escondido esperando a la ida de todos.

Al sonar el timbre todos salieron. Yo estaba escondido en un rincón, el cual me pasaban por el lado sin darse cuenta de mi pero si de mi hedor... pues por los golpes en mi vientre me había orinado.
Por fin salieron todos y cojeando tomé mis cosas y me largué.


~~~ Capítulo II ~~~

Agustin A. Gomez Garnica [Zenn]

¿Cuantas veces lo he de contar?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora