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El mismo sueño que había tenido en el hospital se estaba repitiendo en mi cabeza en algún momento del día, en el que al parecer me había quedado dormido en medio de mi mar de lágrimas silenciosas.

En realidad, era sólo una secuencia de sensaciones igual a la de la última vez. Sensaciones, sólo sensaciones. Lo único de lo que estaba seguro era que se trataba de mí, que corría y caía, que me topaba con el cuchillo y que pensaba hacer algo que lo involucraba a él y al fin de mi burda existencia. Un suicidio, precisamente.

Pero era cobarde en la realidad y lo era aún más en mis sueños, era duro descubrirlo, aunque en el fondo supiera que siempre había sido así. Ni siquiera en una ilusión era capaz de poner fin a mi vida. Aunque supiera que aquello le facilitaría la vida a la persona que más me importaba, no sería capaz de tomar con determinación un cuchillo y abrirme con su hoja las venas del brazo, eso si lograba encontrarlas.

De nuevo la verdad, la que me carcomía y a la que estaba condenado para siempre. Jamás volvería a ver nada, ni un rayo de sol ni un mísero color, mucho menos el rostro de alguien...

Un frío repentino me hizo tiritar y volver a la realidad, era como si una brisa helada me acariciara.

Me senté como pude en medio de la cama y me fregué los ojos como si fuera a volver a ver con aquel movimiento. Era la fuerza de la costumbre: lo hacía cada mañana luego de despertar y mientras me desperezaba. Un hábito innecesario, de ahora en más.

La casa estaba en silencio, hasta que escuché un par de golpes en la puerta de madera... ¿desde cuándo golpeaban?

"¿Quién es?" pregunté, buscando los lentes donde los había dejado. No los estaba encontrando.

"Soy yo, señor Horan" reconocí el tono educado en su voz, era el enfermero "La señora me pidió que le avisara que pronto estará lista la cena..." guardé silencio "y que le preguntara si le apetecía comer aquí o en el comedor." lo pensé, para mí daba lo mismo.

"Donde sea... lo voy a ver todo negro de todas formas." susurré agachando la cabeza, como si estuviera esquivándole la mirada.

"Sé que a su madre le gustaría que la acompañara." comentó el chico, que sentí que se encontraba a menos de un metro de mí.

"Ok" accedí "Déjeme ir al baño antes, necesito lavarme la cara."

Y comencé a moverme, deslizando mis piernas por el colchón hasta que los talones tocaron el suelo. El enfermero se apresuró a tomarme del brazo derecho, el que no tenía enyesado, y ágilmente me pasó de la cama a la silla de ruedas en un movimiento. No 'veía' la hora de que pasaran los cuarenta y cinco días que me habían atado al yeso para poder manejarme por mí mismo. Era suficiente con la ceguera como para sentirme tan inútil como yo solo.

El chico del perfume a coco y del nombre que no lograba recordar, me empujó hasta el baño que se hallaba detrás de una puerta a un lado de mi cama.

Teníamos dos cuartos destinados a las visitas: uno lo ocupaba yo y el otro supuse que mi cuidador, ambos cuartos por lo general eran ocupados por mis primos provenientes de Vancouver. Las dos habitaciones poseían una puerta que los comunicaba con el baño de visitas.

El enfermero se detuvo y me tomó de la mano sana para colocarla sobre el grifo del lavatorio, lo giró aún con su mano sobre la mía y luego la movió hasta que sentí el agua cayendo sobre mis dedos... dejó que lo hiciera solo, y le agradecí que me haya dado la oportunidad de levantar aunque sea un ápice mi autoestima.

...

Cuando hube terminado y después de que el chico me hubiera pasado una toalla para secarme y mis lentes de sol, impulsó mi silla hasta lo que supe era el comedor. El olor a comida se percibía con más fuerza allí que en el resto de la casa.

"Nialler" me saludó mamá desde algún lado cuando mi acompañante detuvo mi silla.

"Hola, mamá." respondí con una voz que casi no reconocí como mía.

"Has dormido mucho, hijo, de seguro tienes hambre." afirmó.

Me encogí de hombros como respuesta. La verdad era que no tenía apetito, pero tampoco quería complicarle la existencia a mamá, al menos no cuando podía hacer algo para no disgustarla y cuando había preparado mi plato favorito, había reconocido el olor. Al menos había mejorado algo en mí con todo esto, mi sentido del olfato estaba potenciado, al igual que el del oído.

"Te hice tu plato favorito" dijo ella que ahora parecía estar más cerca "Filete con puré."

"Gracias mamá." murmuré y me encontré con que no sabía qué hacer.

Levanté cuidadosamente mi mano sana y choqué con el borde de madera de la mesa, eso dolió un poco ya que tenía la mano sensible por pasar tanto tiempo con la aguja intravenosa, la sentía como si la tuviera con un enorme moretón violeta en el dorso de mi palma. La impotencia volvía a embargarme y estuve a punto de renunciar a mi cena y a la sonrisa que de seguro tendría mamá al verme comer.

Sentí que alguien tomaba mi muñeca y me colocaba la mano sobre el tenedor. Lo delineé con los dedos hasta que calculé más o menos dónde debía tomarlo. Pero aún quedaba el cuchillo... ¿con qué lo tomaría? ¿Con la boca? Bufé frustrado y abandoné la misión.

"Yo lo ayudaré." susurró el chico a mi lado, el de la voz dulce como miel.

Me percaté de 'algo', un hormigueo palpitaba en mi estómago, y no era hambre. ¿Tanta lástima inspiraba? No me quedó otra opción que aceptar su ayuda.

"Gracias." dije en un suspiro.

Escuché el sonido de los cubiertos arañando la porcelana de los platos, era increíble que pudiera oír algo tan sencillo y delicado. Me encontraba tan concentrado en lo que había descubierto que el que me volvieran a hablar simplemente me tomó desprevenido y pegué un saltito de susto cuando lo oí hablar.

"Ok" comenzó el chico a mi lado "Aquí tiene todos los trozos de carne que le corté" me instruyó tomando mi mano que rodeaba el tenedor, me concentré en saber qué era lo que debía buscar para poder hallar mi comida "Y aquí" dijo moviendo unos dos centímetros del lugar donde estaba antes "tiene el puré".

"Ajá" musité "Ya lo tengo."

Mi incursión al hecho de comer solo no había resultado tan patético como había imaginado. Claro que al principio me costaba un tanto clavar los dientes del tenedor en la carne y ni se diga cuando se trataba de llevarme a la boca algo de puré.

El enfermero estuvo allí en los momentos en que estuve a punto de dejarlo todo al darme cuenta de que la comida no colaboraba en mi intención. Me ayudó un par de veces, sólo cuando había perdido mi ubicación en el plato. Fuera de eso, este descubrimiento me hizo sentir un tanto menos inútil, incluso una pizca más independiente.

Pero había olvidado otra acción de mi alguna vez, normal vida, que no estaba facultado de realizar solo.

El baño.

Me exasperó que algo tan sencillo como ponerme bajo la ducha o sumergirme en una bañera no estuviera al alcance de mi mano y me avergonzó otro tanto al saber que el enfermero me ayudaría en mi aseo.

No es que no me haya visto como Dios me trajo al mundo antes, de hecho estaba casi seguro que era el quien me lavaba todos aquellos días que estuve hospitalizado, pero al no tener un recuerdo claro supuse que me encontraba dormido.

Y ahora no lo estaba, ahora estaba despierto y... ese joven que apenas le conocía la voz... inconscientemente agité mi cabeza para tratar de no pensar en ello.

...

"Creo que puedo solo" musité con la voz ronca cuando volvíamos a mi cuarto.

"No me gustaría que se arriesgara, señor Horan. Déjeme ayudarlo, es mi trabajo..."

"Ok..." largué en un suspiro mientras sentía que la piel de mi rostro levantaba temperatura y el chico comenzaba a quitarme las prendas.

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¡Feliz cumpleaños, Niall Horan! (todavía en mi país)
❤❤❤❤

Luz de Media Noche [narry au]✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora