Capítulo uno: Ayudame por favor.

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Cada mañana el doctor Agreste asistía a su consultorio médico sin faltas, su asistente Chloé le esperaba a la entrada de la oficina con su croissant y el excelente café que esta sabía hacer.

— Chloé, ¿A qué hora vendrá la siguiente paciente? —dijo el doctor dándole una mordida a su croissant.

— Canceló la cita, la puse para la tarde, y la señora Adams no ha llamado, supongo que tienes la mañana libre.

— Es un alivio, quiero contarte algo, y es muy importante.

Chloé se acomodó en su silla, cruzó sus brazos en su pecho y lanzándole una mirada graciosa le dijo: — ¿Ahora que hiciste?

— ¿Cómo que qué hice? —dijo levantando una ceja.

— Adrien, te conozco de toda la vida y sé que cuando pones esa expresión es porque estás preocupado por algo.

— Está bien, si, hice algo, pero primero promete que vas a ayudarme.

— No sería la primera vez que tengo que salvarte el trasero, habla.

— Verás, en la fiesta de este sábado conocí una chica que...

— Ah no —no le dejó terminar—, otra de tus aventuras, dime que no es menor de edad porque...

— No, no, no, tranquila, tiene nuestra edad, bueno, dos años menos, pero es que es tan hermosa, siento que es la primera mujer con la que puedo sentar cabeza.

— ¿Cuál de ellas? —le preguntó entre risas.

— ¿Cómo que cua...?, muy divertido. El problema es que piensa que tengo esposa.

— ¿Qué? —exclamó Chloé levantándose de la silla para acercarse más al doctor.

— Tuve que auxiliar a un hombre y me dio su anillo para que lo guardara, después de que todo sucedió encontró el anillo en uno de mis bolsillos, entré en pánico y no supe cómo explicarle. Terminé diciéndole que si tenía esposa pero que nos estamos divorciando.

— ¿Y qué tengo que ver yo ahí?

— Tan hueca como siempre.

— ¡Hey! —le regañó golpeándolo despacio en la cabeza.

— Está bien, lo siento, lo siento. Quiero que finjas ser mi esposa para convencerla, le dirás que lo nuestro se acabó y que no tiene nada de qué preocuparse.

— ¿No has pensado en que algún día venga a tu consultorio y se de cuenta que soy tu asistente y tu recepcionista? —Chloé puso sus manos en la cintura.

— Conozco muchos cirujanos plásticos, quedaras irreconocible, quizás hasta bonita.

— Idiota. No, no lo haré, no seré parte de esa farsa.

— Solo cálmate, te llevaré a comprar ropa linda y te olvidarás de todo, créeme.

— Ya tengo todo un armario lleno, no necesito más.

— Ayúdame por favor, quiero crear la ilusión de que tuve una esposa hermosa, no algo como tú.

— ¿De qué estás hablando?, te digo algo, eres un cretino, y lo haré, verás que hasta quedare más bonita que tu linda novia.

Ambos fueron a las mejores tiendas de moda más grandes de todo París, y a la hora de usar zapatos de tacón Chloé tuvo unos pequeños inconvenientes.

— Verás, hace años que no uso estas cosas, no estoy acostumbrada.

— No inventes, en la secundaria eras la reina del baile todos los años, al parecer convertirte en doctora se comió tu parte diva.

Esposa de mentiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora