Capítulo tres: Vacaciones en Hawaii

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Adrien y Marinette llegaron al aeropuerto donde Chloé y sus hijos los esperaban para abordar el avión.

— ¡Hola niños! —les saludo Marinette—. ¿Están listos para que todos nos vayamos a Hawaii?

— Estaría mejor si esto fuera, ya sabes, un viaje familiar solamente, pero papá quiere traerte y no puedo hacer nada, qué pena ¿no? —le contestó Charlotte.

— Hija, no hables así de Marinette, ella los quiere mucho —le dijo Chloé pellizcándole para que deje el teatro exagerado.

— Pues yo estoy feliz, si papá y yo nadamos con delfines no importa que tengas que venir, Mari —añadió George.

— Me alegra saber que tú sí me quieres, George.

— Yo nunca dije eso. Dije que no me importas —le respondió cortante.

— Bueno, ya dejemos esto y vamos a hacer la fila para el registro porque...

— ¡Alto!, ¡Esperen!, ¡No pueden irse sin mi! —una voz interrumpió a Adrien.

Se trataba de Nino, su mejor amigo de la escuela. Llegó y besó a Chloé de una manera muy torpe. Él había fingido ser el nuevo novio de Chloé y uno de los factores por los que ella y Adrien se estaban "divorciando".

— Oye, ¿tú qué haces aquí? —regañó Adrien.

— Oh, lo siento, no me he ores estado, soy Nino Lahiffe, alias bombón de chocolate, ¿no es así mi Chloé?

— Ajá si... Ven por aquí bomboncito, hablemos un poco antes del viaje.

Chloé se lo llevó a la fuerza lejos de todos.

— ¡¿Qué rayos haces aquí Nino?!

— Apoyándolos, haciendo que esto sea más creíble. Deberían agradecerme.

— Quiero que digas que te comiste una baggette rancia y que tienes que irte, ¡Adrien está apunto de explotar!.

Lo siento, pero no puedo irme, peleé muy duro con mi ex-novia anoche sin saber que se casará con un boxeador profesional. ¡El tipo quiere golpearme en la cara!

— Ahora yo también quiero golpearte en la cara.

— Oigan, ¿Qué tal les va todo ahí?

— Hey, Adrien, dame dinero, necesito pagar el boleto —le dijo Nino.

— O sea que tú vienes pero yo tengo que pagar el boleto.

— Si, por el momento no tengo un euro en cima, ayúdame.

— Veamos si encuentro mi tarjeta de crédito —dijo para sí mismo Adrien—. Si, aquí está... —le dio un golpe en la cara con la tarjeta—. ¡Eso fue por dormir con mi esposa!

•  •  •

Todos llegaron a Hawaii sin ningún inconveniente, excepto por el hotel cinco estrellas que Chloé le exigió a Adrien. Este la quiso consentir ya que Chloé lo amenazó con delatarlo, tomar a su hijos e irse de ahí.

— Buenas tardes, ¿tiene reservación? —preguntó el recepcionista.

— No, viajamos de imprevisto y no tuve tiempo de hacer la reservación.

— Bueno, lamentó decirle que solo nos quedan suites. La presidencial y la Queen París, mil dólares la primera y mil cuatrocientos la segunda.

— ¿Qué?, ¿Por qué cuestan tanto?, ¿Son de piel de Panda?

— Dijiste lo mismo de mis zapatos. Queremos la Queen París, lleve mis equipajes ahí de inmediato —ordenó Chloé.

Esposa de mentiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora