Esposa de mentira

Capítulo cinco: Azul que me hipnotiza

*Llamada telefónica*

— ¿Habla el doctor Agreste?

— Si, el mismo. ¿Chloé?

— Adrien necesito que me hagas un favor. Hoy tenemos una cena con Lila y Nathanaël, es lo que quería decirte hoy en la piscina pero los niños no me dejaron hacerlo.

— ¿Qué? ¿Una cena?, claro que no. Quiero pasar un tiempo a solas con Marinette ¿qué excusa podría poner?

— Pásame con ella, yo lo arreglaré.

— Está bañándose ahora mismo, no puedo...

— ¡Qué me pases con ella he dicho!

— Está bien, no te enojes.

— ¿Hola? habla Marinette.

— ¡Hola Mari, soy yo Nino!, me preguntaba si... ¿Estas escuchando One Direction?

— Si, es de mi bandas favoritas. ¿Qué necesitabas?

— ¿Quisieras salir conmigo esta noche? Ya sabes, para que los niños vean que somos amigos y no hay rivalidad entre familias, ya sabes.

— ¡Claro que sí! ¿A dónde iremos?

— Eso ya lo veré yo, será una sorpresa. Nos vemos en la noche, adiós.

— Adiós.

*Fin de la llamada*

Con Marinette y Nino cenando muy lejos del hotel, Adrien pasaría por Chloé para que llegasen juntos a encontrarse con Lila y Nathanaël.

— ¡Chloé date prisa!, solo faltan diez minutos para las siete —le dijo Adrien tocando la puerta del baño—. Se nos hará tarde y conociendo a Lila ella va a...

El rubio paró en seco al abrir la puerta y encontrar a Chloé poniéndose unos grandes pendientes. Tenía un vestido amarillo largo con un gran escote que hacía resaltar su buena figura.

Adrien no pronunció palabra alguna, solo tenía sus ojos en Chloé hasta que esta se percató del tipo de mirada que su falso esposo le estaba dando.

— ¿Qué es lo que tanto miras? —preguntó con arrogancia.

— A ti, es que estás muy... Hermosa, ese vestido te queda muy bien —le dijo acercándose y poniéndose atrás de ella para verla en el espejo.

— Gracias, tú tampoco estás nada mal —le respondió girando para verlo—, aunque el cuello de tu camisa está un poco desagregado, déjame... —dejó de hablara para acomodarle la prenda—. Listo, ahora si estás digno de ser el esposo de Chloé Borgeois.

— Pues la esposa de Adrien Agreste debería tener algo mucho más lujoso —le hablo al oído mientras sacaba una pequeña caja con un lindo y delicado collar de diamante negro—. Considéralo un regalo, te has esforzado mucho estos días y vi cómo te brillaron los ojos aquella vez que me acompañaste a la joyería.

— Eso fue hace... Más de seis meses, no creí que lo recordarías. Pero, estamos en Hawaii, ¿Encontraste uno igual aquí o...?

— En realidad lo compré en casa, pero no tenía el momento adecuando para dártelo así que lo traje al viaje —se rascó la nuca—. Date vuelta, y acérate a mi, te lo pondré.

Chloé obedeció y Adrien le colocó el collar delicadamente. Se podría decir que en el fondo, el tenía algo de miedo de dañar la delicada flor que tenía como compañera y asistente de trabajo.