Capitulo siete: "Dolor, es lo unico que puedo sentir"

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*{Narra Leo}*

Dolor, ¿por qué tuve que ser yo? No podían ser mi hermanos, yo ya sufría suficiente.
Dolor, ¿no tenías suficiente? ¿Tenías que seguir? Seguir con esta pesadilla.
Dolor, si tanto quieres que sufra, llévame ya contigo, déjame ir de este mundo.
Dolor, déjame en paz, y llévame al mundo de los muertos. O déjame aquí en la pesadilla en que vivo.

Dolor decídete ya,
porque creo que no podré sobrevivir
más.

No recurso más que caer inconsciente entre los brazos de mi padre, poco podía oír, y solo flotaba en el vacío. No podía moverme, no podía sentir, no podía hacer nada; lo único que hacía era cerrar mis ojos, y dejarme envolver por el dolor. Gritaba, gemía de dolor y me retorcía, eso estaba seguro, pero en un estante sentí como me hincaban algo en mi brazo derecho; y desde ese instante el dolor disminuyo.

Pero no significaba que había
salido del dolor.

Empecé a ver imágenes fugaces pasar por mis ojos cerrados, tan rápidos que no distinguía nada; entonces todo paro, nada se movía, nada se enseñaba. Hasta que una luz oscura aprecio al lado mía, y de allí salió algo, o mejor dicho Alguien. Su figura fue siendo más visible, por cada paso que daba, y me sorprendió ver quien era.

Era yo.

Todo alrededor mía había cambiado, era una sala blanca, y me encontraba sentado en una silla, y yo seguía allí, mirándome fijamente. Pero entonces me sonrió, parecía la sonrisa que le dieras a cualquier crío, un crío que se sentía culpable y intentabas ver el día feliz. Se fue acercando todavía más a mi, me sentía pequeño, como si fuera el doble de mayor que yo; entonces puso su mano en mi cabeza, y empezó a acariciarlo, volvió a sonreír y comentó:

-Echare de menos, mi madurez-

Estaba confuso, no podías dejar tu madurez así como así, o eso era lo que creía. Entonces se agachó a mi altura, la altura que tenía sentado, y me mire a los ojos; eran rojos, y me miraban con ternura. Parecía la mirada de un padre, hacia su hijo; puso su mano en mi mejilla y me la acaricio.

-Echare de menos, ser el mayor-

Fruncí el ceño, seguía sin entender nada, pero no encontraba palabras, para preguntar. Y yo lo notaba, puso sus manos en mis hombros y me miro con una cariñosa mirada, una ternura sonrisa, y un brillo en sus ojos que parecían decir "adiós".
Yo sólo miraba, sin saber qué expresión enseñaba.
Yo solo le escuchaba, sin entender lo que decía.
Yo solo sentía un escalofrío, que no comprendía.

Pero lo que me hizo abrir enormemente los ojos, fue su último comentario, su última frase antes de desaparecer:

-Echare de menos, a Leonardo Hamato-

Le vi irse, y yo solo quería seguirle, y preguntar por sus frases, pero algo me hacía que me quedase en la silla, en el mismo sitio y con la boca cerrada. En un abrir y cerrar de ojos, me volví a ver en el vacío, y el dolor volvió; cerré mis ojos y me deje llevar por las lágrimas que caían. Sin saber que no solo se llevaban, las lágrimas, se llevaban con ellas partes de mi ser; que eran rellenadas por lo que el dolor creaba.

Algo cambiaba en mi, físicamente, mentalmente, en mi ser.

Entonces empecé a oír voces, voces de las personas que no quería ver otra vez en mi vida. Las voces de los que me destrozaron. Las voces de mis hermanos.

-No te mereces ser nuestro hermano-
-No eres un buen líder-
-Solo dices tonterías-

Querían que parasen, pero solo me insultaban, una y otra vez. Intentaba con todas mis fuerzas, grítales: "Callaros" o "Basta". Pero mi voz no funcionaba, y tuve que estar oyendo los insultos, insultos que me destrozaban. Empezaba a sentir de nuevo esa sensación.
La sensación de estar roto.
La sección de querer morir.

Y no podía hacer nada para que salieran de mi mente.

Nada
Nada
Nada
Nada

Después de soportar los nombres que me llamaban, los insultos que me gritaban y los dolores en la cabeza. Todo quedó en silencio, algo que agradecía.

Algo que no duró mucho.

Empecé a gritar, sentía como algo entraba en mi cabeza, sentía como se movía. Y el dolor no cesaba.

Gritaba
Gritaba
Y gritaba

Como si no hubiera final, como si me hincaran una y otra vez una cuchilla en el pecho. ¿Por qué era yo el que sufría?

Lloraba
Lloraba
Y lloraba

Como un río bajaba de una montaña, como si la sangre fuese la lava misma. ¿Por qué no me llevas lejos de este mundo?

¡QUIERO MORIR!
¡QUIERO DESAPARECER!
¡QUIERO DEJAR ESTE MALDITO MUNDO!
¡QUIERO DEJAR DE VIVIR!

Silencio. Era lo que pasaba en mi cabeza.
Silencio. Era lo único que se oía.
Silencio. Era lo único que se sentía.

Silencio. Oscuridad. Sin salida
Era lo que quedaba

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