Capitulo nueve: "Mi hijo, me odia"

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*{Narra Sensei (Hamato Yoshi)}*

Al oír la noticia de mi hijo más alto, sentí algo en pecho que se rompía. Esta situación era muy importante, delicada y peligrosa; en silencio deje a mis hijos atrás y entre en mi habitación. Iba a intentar comunicarme con el, por la meditación, lo habíamos practicado varias veces; y siempre funciona cuando está tranquilo, meditando, hasta durmiendo.

Me senté en posición de loto, y cerré mis ojos, respire hondo y me concentré. Al principio no encontraba nada, solo era oscuridad, me concentré todavía más; pude ver un pequeño destello y me fui acercando a la luz, pero fui parado por una pared invisible. Mire al frente, y me sorprendió lo que vi:

Dos Leonardos

Uno tenía los ojos azule zafiros, los que tanto caracterizaban a mi hijo; el otro tenían los ojos de color rojo sangre. Sujetaba una de las Katanas, fuera de su estuche, y lleno de sangre; el Leonardo que yo crié estaba tirado de rodillas en el suelo, lleno de heridas y sus Katanas estaban rotas. El Leonardo de ojos rojos, se fueron acercando a mi verdadero hijo; mientras andaba una armadura aparecía encima suya, de telas negras y Rojas, con el símbolo del pie en los metales en sus hombros.
Ya sabía lo que pasaba.

Estaban luchando por el control.
El de mente rota
Y
El que guardo un secreto toda su vida.

Y desagraciadamente, parece que la de mente rota estaba ganando. Levantó la Katana, y solo dejo unos segundos, suficientes para que mi hijo de ojos azules, pudiera sonreír, dejar que una lagrima calera de su mejilla y pronunciará débilmente:

-Diles que los quiero-

Luego, pude ver cómo la Katana se hincaba en donde se encontraba el corazón, y mataba lo único que quedaba del ser de mi verdadero hijo. Este se volvió polvo, solo dejando la bandana azul. La bandana, la última gota de vida, debía cogerlo.

Era la única salvación, que quedaba

Entonces otro destello más potente apareció, llevándose con él, todo menos la bandana. Ya no había pared, y corrí a por el, pero al tocarlo se deshizo; esto solo eran ilusiones de lo que pasaba, lo que se buscaba estaba en la vida real.

De la nada todo se volvió negro y rojo, y de lejos pudo ver un figura, tambaleaba como si estuviera débil, como si estuviera confuso y lleno de miedo.

-Hola, ¿hay alguien allí?-

Reconocí esa voz al instante, empecé a correr hacia esa figura. Estaba de espaldas, mientras temblaba, veía perfectamente su piel, llena de vendas y su caparazón.

-Leonardo-, el se giró y me miro, tenía los ojos rojos, pero alrededor del iris seguí habiendo ese azul zafiro. Pero me miraba con miedo, y confusión, y sentí como lo que estaba destrozado al oír lo que dijo Donatello del cerebro de Leonardo, se rompía de nuevo, al oír lo que dijo:
-¿Qui-quien eres?-
-Soy tu padre-
-Tu no eres mi padre-, dijo mientras daba pasos hacia atrás, de manera asustada.
-Espera, ¿eres Hamato Yoshi?-, pregunto parando en sus talones, y mirándome con seriedad. No sabía si contestarle, porque sabía que algo malo podía pasar si le decía la verdad, pero yo nunca mentiría a mi propio hijo.

-Sí-, en ese momento, su expresión se lleno de odio, saco una de sus Katanas y me apunto con ella. Y empezó a decirme palabras destrozándome:
-Asesino, eres una rata sin corazón, como pudisteis hacerme esto, como pude creer que eras mi padres. Después de lo que les dejasteis hacer. Tú NUNCA as sido mi padre, y NUNCA lo serás. ¡TE ODIO!-, me dijo mientras se acercaba hacia mí y intentase apuñalarme con su arma. Yo sentí como lágrimas caían de mis mejillas, y dos pequeños brillos aparecieron por las verdes mejillas de mi hijo.

Estaba llorando

Sin previo aviso, le quite su Katana de su mano, y le abrace.
El no reaccionaba, parecía estar en un tipo de trance, no sabía cómo reaccionar; se veía en su rostro que recordaba algo, pero algo en el le decía que me matase, que me hincase su otra Katana, que me destrozase.

Le abrace todavía más fuerte, no quería soltarlo, no quería dejarlo. Quería quedarme así toda mi vida, hasta que volviera a mis brazos, en mis verdaderos brazos, en la verdadera vida.

En la realidad

Pero de un empujón, me hizo soltarlo, me miro con miedo y odio.
-No te conozco, pero sé que tú no eres mi padre. Déjame en paz. ¡Déjame en paz! ¡TE ODIO!-, con eso empezó a desaparecer. Saliendo y despertando.

Dejándome con el corazón destrozado.

Fui abriendo mis ojos, volviendo a mi habitación, volviendo en mi posición de loto y notando que había lágrimas por todo el suelo.

Mi hijo me odia.
Ahora comprendo por lo que tuvo que pasar.
Lo siento tanto
Perdóname

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