Enamorado.

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Paseaba por los pasillos de la residencia, pensativo. Odiaba haber hecho una excepción en su rutina de salir todas las mañanas a correr por las afueras de la residencia, pero el tiempo le había obligado a ello. Lo único que le quedaba para hacer ejercicio era caminar por la academia, y eso no le gustaba en absoluto. Estaba resoplando de puro aburrimiento cuando un cartel de colorido rótulo le llamó la atención. Se acercó a él, lo arrancó y leyó en voz baja: Compañero de habitación… Teniendo en cuenta el diseño del papel, el chico dedujo que la persona que los había hecho era una chica. Sonrió pícaro, haciendo resaltar aquel hoyuelo suyo que volvía tan locas a las adolescentes. Hacía mucho tiempo que no tenía ninguna relación con nadie, a pesar de ser el chico más deseado de toda la facultad. Se había aprovechado de ello teniendo algún que otro lío y de más, pero ya estaba harto de inestabilidad. Necesitaba a una mujer en su vida. Necesitaba enamorarse.

Apuntó el teléfono en la agenda de su móvil, creando un nuevo contacto: “Próxima chica”. Ya lo cambiaría cuando la conociera en persona.

Acudió a la recepción de la residencia mixta, para preguntar por el número de habitación. Había sido una suerte que la asistenta que le atendió fuera mujer, pues, aunque todo lo que le contó sobre que ya había hablado anteriormente con la chica y había aceptado en compartir su habitación, sonaba a gran mentira, la recepcionista quedó embobada con la permanente sonrisa del joven, sus modales y su lenta pero irresistible forma de hablar. Pocos minutos después, el chico del pelo rizado se dirigía a su próxima habitación jugueteando con las llaves en la mano.

– ¿Me llamarás?

– Esta ha sido una de las mejores mañanas que he pasado en Londres. No dudes que se repetirá –dijo ella, besándole suavemente la mejilla.

– ¡Eh! ¿La costumbre no son dos? Tienes que conservar tu espíritu español –dijo él, no conforme con un solo beso.

– Estamos en Inglaterra. Cuando vayas a España tal vez recibas dos.

Louis se enfurruñó y puso su mejor cara de cachorrito triste. Nadia rió al ver su forzada expresión y, como premio por su esfuerzo, se puso de puntillas y besó su fría frente.

– Ahí tienes, cabezota –dijo, sonriente.– Cuida tu muñeca.

Él sonrió, le dio otro beso en a mejilla y se volvió para empezar a caminar hacia la residencia masculina.

– ¡Adiós, tonto! –se despidió Nadia.

– ¡Hasta luego, preciosa! –respondió, levantando la mano izquierda, pero sin darse la vuelta para mirarla una última vez.

Louis abrió la puerta de su habitación.

– ¡Hey! Ya estoy aquí –saludo.

Su compañero de habitación estaba tumbado en la cama de la derecha en Boxers. La ropa y varios folios estaban esparcidos por el suelo. Estaba dibujando en un bloc, por lo que varias pinturas también poblaban parte de la sala.

– Hola… –dijo, sin levantar la vista del cuaderno. Parecía muy concentrado, pues se mordía el labio inferior en un gesto que las chicas habrían definido como “sexy”.– ¿Has tardado mucho tiempo o es que me he quedado dormido?

– No me extrañaría que te hubieras quedado dormido, Z. Pero lo cierto es que sí. He tardado más de lo esperado –dijo quitándose el abrigo cuidadosamente para no hacerse mal.

Fue entonces cuando Zayn apartó un momento la mirada de su dibujo y se fijó en el brazo de Louis:

–¡Louis! ¿Qué ha pasado? –exclamó, levantándose rápidamente de la cama.

– Tranquilo que no es nada grave.

– ¿Seguro? ¿Duele? –dijo tocando levemente su vendaje. 

– ¡Auch! ¡Zayn! –gritó Louis, dándole un manotazo.

– Eso te pasa por hacerte el duro –dijo él, volviendo a su posición inicial en la cama.

Louis suspiró. Zayn frunció el ceño. ¿Tan rápido había terminado la pelea? Normalmente, por muy tonta que fuera, acababan los dos gritándose insultos, a cada cual más absurdo. Pero nunca se enfadaban. Era lo bueno de tener a un amigo como Louis. Por mucho que se dijeran, siempre acababan riendo por alguna ocurrencia.

– Lou… Estás raro… ¿Pasa algo a parte del dolor? –preguntó; empezaba a preocuparse por su amigo.

¿Pero qué le pasaba? ¿Por qué no paraba de pensar en ella? ¡Si hasta el chico “Vas happenin´” lo había notado!

– Nada.

– En serio, Louis. Sabes que estoy aquí para todo… Bueno, no para todo. Tú ya me entiendes.

– Lo sé. Para eso ya está Perrie. Por cierto, deberías relajarte un poco. ¿Una noche con la chica de pelo rosa? –propuso Lou, forzando una sonrisa pícara.

– ¡Ya volvió nuestro Tommo! –exclamó Zayn, feliz de verle sonreír, aunque segundos después alzó una ceja, pensativo.– Tienes razón. Hace ya casi 48 horas que no veo a Perrie. Voy a llamarla para ver si quiere cenar esta noche –añadió, cogiendo el móvil.

– Sí sí… Cenar…

– Shhh… Calla, imbécil. ¡Hola cariño! No, no te insultaba a ti… ¡Ha sido a Louis, en serio! –se metió en el pequeño cuarto de baño de la habitación en busca de intimidad, no sin antes lanzarle una mirada asesina a su compañero.

Cuando su amigo abandonó el dormitorio, Louis se dejó caer en una de las dos camas, abatido. Estaba exhausto por el dolor, pero no lograba concebir el sueño. Demasiados momentos se acumulaban en su mente. Su sonrisa, sus ojos, su pelo, sus manos, sus labios… Ojalá hubieran rozado los suyos aunque solo hubiera sido por un instante. ¿Louis? ¿No estás siendo demasiado cursi? De pronto, un nuevo pensamiento llegó a su cabeza: los estudios. ¿Por qué estaba allí si no era para estudiar? Era lo que continuamente le repetía su padrastro. Sin embargo, solo él y su madre sabían la verdadera razón por la que estaba en la residencia.

Resopló; le dolía la cabeza. Se incorporó de la cama, perezosamente, y se frotó las sienes con la mano que aún podía usar. Se acercó al escritorio y se sentó en una silla color caoba bastante antigua. Melancólicamente, acarició las teclas del piano electrónico que descansaba sobre la mesa. Su lesión le impediría tocar durante un tiempo. Definitivamente, esa semana iba a ser muy dura.

Forever Young.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora