Compañero de habitación.

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Llegó a la residencia mixta pocos minutos después de su despedida con Louis. Sinceramente, ese chico le gustaba, pero no quería enamorarse; tenía muy mal recuerdo de esa experiencia. Se había prometido a sí misma que ese año sería expresamente para ella y su futuro, pero era una promesa difícil de cumplir y más habiendo ingleses como aquel repartidos por el centro de estudios.

Esa misma tarde, María y Andrea, dos de sus mejores amigas de España, llegaría a Inglaterra, para pasar el resto del año en su misma residencia. Si se ponía a pensar, echaba muchísimo de menos las tardes de solo chicas, las noches en vela hablando de sus amores platónicos mientras compartían misma cama, todas las horas que pasaban entre tienda y tienda… Dentro de nada, todos esos recuerdos podrían repetirse. ¡No se lo podía creer!

Con una gran sonrisa dibujada en la cara, abrió la puerta de su habitación. No se podía hacer a la idea de lo poco que iba durar esa repentina alegría.

Ya se había instalado en la habitación. El armario estaba lleno de su ropa en le lado izquierdo, aunque el derecho había sido asignado para su nueva compañera. Aquella chica parecía tener buen gusto respecto a la ropa interior; un sujetador negro muy llamativo fue lo que más le llamó la atención. ¿Tendría novio? Esperaba que no. Prefería no tener problemas de ningún tipo: solo quería disfrutar un poco con esa chica, nada de peleas ni enamoramientos ni nada por el estilo.

Por culpa de la extrema calefacción, la sala se había vuelto demasiado cálida, por lo que se deshizo de su camisa y se tumbó en una de las camas, un poco cansado por la mudanza. Encendió la televisión y empezó a hacer zapping hasta que encontró un programa que no hiciera demasiado ruido. Se quedó dormido profundamente en cuestión de segundos, hasta que el sonido de una puerta abriéndole le sacó de sus sueños. Entró una chica joven, de unos 18 ó 19 años, de pelo largo castaño claro, casi rubio. Era bastante alta, aunque él le sacaba por lo menos media cabeza. Tenía un bonito cuerpo, no mucho pecho, pero era bastante delgada. La ropa que llevaba puesta le favorecía mucho. Ella se giró hacia él y sus ojos color miel delataban su sorpresa. Él se limitó a sonreír y volvió la vista al televisor.

¿Podéis imaginar lo que se siente al entra en tu habitación y ver a un desconocido medio desnudo tumbado en tu cama? Parece de pesadilla, ¿verdad? Pero… ¿Y si ese chico tuviera unos preciosos ojos verdes, unos perfectos rizos adornaran su cabeza y su cuerpo estuviera realmente trabajado? ¿Cambiaría en algo tu pensamiento de que algo malo va a suceder?

Nadia nunca lo habría imaginado hasta que ocurrió. Se pellizcó varias veces el brazo, pero no, no estaba soñando.

– ¿Quién eres y qué haces aquí? –dijo, con voz ronca. Esto era lo último que se esperaba encontrar. El joven se dio la vuelta y la miró a los ojos.

– ¿No buscabas compañero de habitación?

– Eh… Sí… Pero… –Nadia tartamudeaba, no le salían las palabras.– Podías haber llamado antes, ¿no? ¡Si ni siquiera sé tu nombre!

– Oh, no te preocupes por eso. Tiene una solución muy sencilla: soy Harry Styles, aunque me extraña que no sepas de mí.

– Pues no, no te conozco –aseguró, frunciendo el ceño.

– Me gustaría saber con quien voy a tener el placer de compartir habitación. É que eres hermosa, pero aún no sé cómo te llamas.

– ¿Cómo has entrado aquí? ¿No abras forzado la cerradura? –miraba la puerta con curiosidad. En realidad, lo hacía para ocultar su rostro sonrojado e intentar ignorar aquella bonita voz que la hipnotizaba.

– Yo no me complico tanto la vida –dijo Harry, aún tumbado y agitando las llaves con los dedos.

– ¿Qué…? Voy a hablar con la administradora de la residencia… ¡Esto no puede estar pasando!

– No creo que te sirva de nada el paseo. Ha sido ella la que me las ha dado.

– ¡¿Qué mierda de organización es esta?! –gritó la chica en español.

Harry la miró, extrañado. Lógicamente, no había entendido ni una palabra de lo que había gritado, pero sí reconocía el idioma.

– ¿Así que eres española? –murmuró Harry, sonriente y guardando la calma que le caracterizaba.

– Sí, aunque a ti eso no te incumbe.

– Eh, guapa, que estoy intentando ser amable.

Nadia alzó una ceja, irónica.

– Oh, sí, discúlpeme, desconocido que entra en mi habitación sin ningún permiso, se desnuda y ocupa mi cama. Mis más sinceras disculpas… –dijo, doblando el cuerpo hacia adelante y con las manos juntas, haciendo el típico gesto de disculpa japonesa.

– Hmm… Chica sarcástica… Viene bien saberlo.

Nadia le miró con expresión interrogante.

– Para nuestra convivencia –siguió hablando.– Necesito conocer más cosas sobre ti.

– No me puedo creer que esto vaya en serio… ¿Dónde está la cámara oculta? –bromeó. Poco a poco iba relajándose. No tenía más remedio que ver la situación con humor, o se volvería loca.

“A situaciones desesperadas, recursos desesperados” pensó.

– No, no hay. Por lo menos no, que yo sepa… No sé que harás tú en tu tiempo libre –sonrió Harry pícaro, resaltando sus graciosos hoyuelos y apartándose algunos rizos de la cara.

– ¿Sabes que eres muy pervertido?

– Algo me han dicho –esta vez la sonrisa fue de Nadia.– Bueno, querida, ¿cuándo te vas a dejar de hacer de rogar? ¿Me dirás tú misma tu nombre o tendré que ir a preguntar a la recepcionista otra vez

– Vale... Pero antes ponte una camisa y unos vaqueros –contestó, tapándose los ojos con las manos.

Harry parecía decepcionado.

– ¿Es que no te gusta lo que ves? –dijo, con un puchero.

– ¡No! Aparta esos cuatro pezones de mi vista –dijo Nadia, con un falso gesto exagerado de desprecio.

Él abrió mucho los ojos y, con los dedos índices, tapó primero los dos lunares inferiores que aparentaban ser pezones y, después, ocultó los reales. Entre las risas de los dos, Harry se vistió con una camiseta blanca básica.

– Ya estoy –añadió, mirándola con ojos inquisitivos.

– Está bien. Me llamo Nadia Horan y estudio Música en el conservatorio. Piano, grado Profesional.

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⏰ Última actualización: Dec 01, 2013 ⏰

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