1. Una Noche Agotadora

22 1 2
                                    

Todo es oscuro. Sin estrellas, sin luna visible. No puede escucharse ni el canto de un grillo. Lo único que rompe este armonioso silencio es mi respiración entrecortada.

Me acomodo y por fin siento la tranquilidad de la noche en mi interior. Mi respiración ahora va al ritmo de la naturaleza: tranquila, lenta. Quisiera poder estar así siempre. Aunque sé que la paz y la calma no durarán por mucho, siempre es así. Aquí es así.

Comienzo a sentir como si mi cuerpo estuviera dando vueltas y junto con él, todo mi entorno. No entiendo nada y por un segundo pienso que estoy alucinando cuando todos los colores que me rodean comienzan a hacerse más vivos. Las formas y los sonidos penetran mi mente y no puedo evitar sentirme confundida, todo a mi alrededor da vueltas. La tranquilidad y todo ello que me hacía sentir bien han desaparecido, entonces recuerdo porqué estoy harta de estar aquí.

Siento como si mi cuerpo comenzara a flotar y me esfuerzo por hacer que todas esas sensaciones desaparezcan.

Sé que lo he logrado cuando abro los ojos. Y justo como siempre que los sueños comienzan a ponerse interesantes, me despierto.

Me levanto de la cama y me asomo por la ventana, todo sigue oscuro y la noche sigue siendo dueña del tiempo. Me acuesto de nuevo e intento que mi cuerpo se relaje, pero no puedo, siento como si todo lo anterior realmente hubiera sucedido. Otra vez me siento perdida y mareada, aunque no lo entiendo. Simplemente estoy acostada en mi cama, intentando dormir. No entiendo porqué no se siente así.

Me levanto y acepto que no podré volver a dormir en un largo rato, así que me asomo a ver por mi balcón. La brisa sopla fuerte y las estrellas son brillantes. Sería una noche hermosa si no estuviera siendo torturada por mi mente engañosa. Los árboles se mueven y me estremezco un poco, ya que mi camisón es muy liviano y la tela solo alcanza a cubrir lo necesario. Una pequeña hoja cae de frente a mí y no tengo nada en qué concentrarme que no sea esa pequeña hoja. Pienso en ella, fuera del árbol al que pertenece, seguramente caerá en algún lugar donde todas las hojas sean distintas y ni su color ni su forma tengan sentido en comparación a las demás. Justo como seguramente yo me veo; perdida, frágil, desentonada del resto.

Por un momento tengo una sensación extraña que revuelve mi interior y la peor idea que pude haber tenido nunca se asoma en mis pensamientos.

El viento despeina mi cabello y por un momento cierro mis ojos, sintiéndome libre. Recuerdo que debo esconderme, si alguien me viera caminando a esta hora y por este camino seguramente tendría muchos problemas. Detesto el hecho de que Christina tenga que controlarme, es decir, sé que ella se ha esforzado por hacerme sentir querida y como en casa pero ella nunca será mi madre, porque aunque intente quererla como tal, eso es algo que quedó enterrado en el pasado.

La bocina de un automóvil a toda velocidad impide que cruce la calle y me doy cuenta de que estoy demasiado distraída como para ir caminando a las dos de la mañana rumbo a la nada. Me sobresalto un poco por el hecho de que casi me atropellen, pero eso no impide que siga caminando hacia el lugar que me aterra dejar atrás.

Me pregunto qué habrá cuando llegue al desvío donde fui encontrada, sé la dirección, sé cómo llegar, pero nunca antes he estado allí (de forma consciente) y si soy sincera es algo que me asusta más de lo que me gustaría.

Comienzo a pensar que tal vez ha sido una mala idea, aunque creo que ya no es un buen momento para dar vuelta atrás, está frente a mí.

La carretera está frente a mí y por supuesto también ese desvío. Ahora que lo veo, así tan oscuro y con una cerca metálica que (se supone) impide el paso, tengo la sensación de que debo llegar allí tan rápido como mis piernas me lo permitan.

Detrás del bosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora