PROLOGO

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《Portland, Oregón》
Julio, 2013

El no siente temor de nada, y es eso lo que me hace poner los pelos de punta. Tiene un gusto enorme por lo que está haciendo. Sus ojos reflejan lo excitante que es su trabajo. Lo disfruta tanto, que siento miedo de su fascinación. Es como si tuviera el poder de rebanarte el alma con solo mirarte. No le tiembla el pulso para hacerse cargo. Mi corazón se acelera.
No puedo creer lo que estoy presenciando. No puedo quedarme a ver en primera fila lo que va a ocurrir, por otro lado no puedo irme. Si cometo un mínimo error y me descubre no tendrá consideraciones. Mañana apareceré hecha trocitos en algún lugar de la ciudad. Mis opciones eran quedarme, o arriesgarme a morir.

Me quedo intacta en mi escondite.
Es como si tuviese el corazón atorado en la garganta impidiéndome respirar controladamente. Apreté mi mandíbula al verle sentarse frente al sujeto que conozco bien y reírse en su cara. ¿Es que acaso hizo esto tantas veces que ya le causa gracia? Como si de una broma se tratara.

Me acomodo en el reducido espacio que me dejan el comedor y la pared, con el corazón golpeando mi pecho. Apenas le veo, la luz de la luna llena que entra por la ventana situada frente a él solo refleja una parte de su cara, entrecierro los ojos, no puedo reconocerle, jamás le había visto antes. Mi corazón late aun más fuerte, tanto que logro escucharle en mi silencio, y ruego a Dios para que él responsable no lo haga.
Suspiro en un intento por calmarme. Pero no funciona.

El sujeto se pone de pie y azota la silla donde se encontraba, algo no ha ido bien en su conversación poco convencional. Sus manos visten un par de guantes negros de cuero, que astuto, seguro pasa horas viendo series de delincuentes, sabrá entonces que los malos de la historia nunca ganan.
Mis nervios se disparan, haciéndome temblar al verle sacar una pequeña navaja de una bolsa plástica que aguardaba en la bolsa trasera de su pantalón también negro, ¿Que va a hacer?
Muerdo mi labio inferior para ahogar un sollozo.
Saco el arma de la bolsa, se quedo admirándola un rato como si de un diamante se tratara, y sonríe, la hilera de dientes se ve aterradoramente macabra, aun mas con las sombras que se proyectan en la habitación. le vi agacharse a la altura de la cara de su víctima y se la muestra. La navaja está justo frente a sus ojos. El sonríe de nuevo incitado por el temor de su victima. Le es excitante.

-No por favor. Te pagaré. Lo prometo – Estaba al borde del llanto. Jamas le había visto tan asustado. Sus lagrimas aparecieron mientra su victimario negaba con la cabeza.

-Esto va a doler solo un poco, no llores. Sé valiente. Piensa en todos los polvos que no me pagarás, y que tus adorados clientes se fumaron por ti - sonrío

Me sorprende el nivel de helada que tiene la sangre. Pero, repartía drogas. Aquel sujeto a quien considere conocer lo suficiente es en realidad un maldito repartidor. "Te pagaré". "Polvos". Esto es un ajuste de cuentas.

- Vamos Jason. No te comportes como una niñita. ¿No te apetece sentirte por fin en el lugar de una de tus anteriores victimas? No llorabas así de ridículo cuando saboreabas las lagrimas ajenas.

Mi corazón se golpeo aún más y de mis ojos corrían lagrimas silenciosas al verle cortar la oreja derecha del sujeto. Lentamente y con cuidado, sonreía con entusiasmo mientras su víctima gritaba eufóricamente debido al corte sin anestesia. Ignoro el llanto, tomó la oreja decapitada y después de apreciarla, la deposito en una bolsa plástica pequeña igual a la de antes. La observo unos segundos mas y satisfecho suspiro y sonrió una ultima vez. Le miro.

-Buenas noches socio - Tomo un arma con silenciador de la parte trasera de su pantalón y sin rodeos disparo al sujeto justo entre las cejas.

Apreté los ojos y mordí mi labio tan fuerte que saboree mi propia sangre, antes de oír el cuerpo desplomarse hacia atrás en la silla, al parecer en el mundo real los malos ganan, siempre.

Abrí los ojos intentando hacer que la pesadilla terminara, el victimario ya no estaba allí, alargue un suspiro y comencé a salir de mi escondite con cuidado. Mis palpitaciones estaban tan fuertes que me sentía sorda. Estaba sola, sola con un cadáver frente a mis ojos. Y mis lágrimas comenzaron a salir más de prisa sin que fueran solicitadas.

Estaba parada frente al cadáver con el rostro bañado en sangre del que había sido mi padrastro. Me desmorone, caí sobre mis rodillas, acababa de presenciar su muerte, de mis labios salio un sollozo, fue cuando me percaté de que tenía una nota grapada en su pierna izquierda. Me acerque con pánico, limpiando mis ojos lagrimosos y sin tocarle.

"No te confíes de lo hermosa que es la luna llena. Su luz expuesta te atrae tanto que no te percatas de lo obscura que en realidad es."

La Luna Tiene Dos CarasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora