En el desierto, oculto entre pergaminos, espejismos e historias que la arena abraza con su áspera piel. Mi mente desea escribir el relato que podría cambiar las raíces del continente que habito. Como caído desde el infinito de mil historias que sobreviven en mis sueños, memorias de mis antepasados quiebran el equilibrio de mi destino. No puedo concentrarme en vivir mi vida sin haber resuelto las incógnitas que el pasado pone sobre mí como montañas de acero templadas. Un nuevo amanecer fluirá desde aquel día en que todo este misterio desemboque sobre la conciencia de la humanidad.
Al cerrar mis ojos y caer tendido en la profundidad de oníricas divagaciones, sentí que ya no era yo, sentí que de mis bazos nacían fuertes dimensiones, las formas propias de un intelectual mutaban a las de un ser fuerte y tosco. Sentí que me gustaba ser así, más cercano a mis raíces, más independiente de la tecnología.
Este relato puede costarme la vida, este relato puede hacer caducar los destellos de mil miradas, pero este relato podría hacerme libre, por fin libre desde la penumbra de lo inconsciente viajo a ser ese otro que no soy...
Me encuentro desvanecido y fulminado, feliz y consternado. Sentimientos de las palabras de la piel alborotan mis significados como presagios del alma de un recuerdo. Saber que puedes volar alto, sobre cumbres que nadie ha imaginado, sobre las alas de animales que sólo la mente puede percibir con la imaginación de un niño.
Veo en la lejanía como corre, un ser famélico, pero bellísimamente veloz, como un puma sigiloso, parece no tocar el suelo, decir que es el viento quien lo eleva y lo transporta sería burlar su habilidad, porque cuando lo vi y en el lugar que lo observé, sin que el viento marcase su presencia, lo abrazó la camanchaca y desapareció.
Todas mis concepciones de lo mágico se materializaron con esa visión. Siempre he sido devoto de los dioses, mas nunca pensé que vería una cosa así. Parecía que las puntas de sus pies rosaran de forma intermitente y acariciaran la coraza del desierto, el caparazón de fuego del camino del inca que nunca había sido de seda, pero frente a él parecía de terciopelo.
La arena parecía latir con cada pisada de ese ser magnífico. Mis cavilaciones tomaron otros rumbos, se disgregaron de lo personal a lo universal. ¿Cómo puede haber tanta diferencia entre ese ser magnífico y yo? ¿Dónde proviene tanta habilidad y supremacía? ¿Podría alcanzarlo y preguntarle?¿Cuál será su dialecto? ¿Es de este mundo?
Me llena de felicidad el poder haber sido testigo de aquella visión, pero me llena de terror el saber que existen seres así en mi mundo. ¿Qué haría mi pueblo ante el ataque de un ejército con esas características?, nosotros Los Atacameños, no somos un pueblo guerrero, sabemos defendernos, pero no nos interesa en lo más mínimo pelear. Hemos tenido que lidiar con otras gentes, pero preferimos la creación ante la destrucción.
¿Informo de esto a mi gente o sumerjo mis palabras en instancias de total mutismo? No creo haber sido el único en haberlo observado, lo seguiré trataré de hablar con él y si es necesario detenerlo. Algo muy importante debe estar sucediendo en otras latitudes.
Tomé un atajo, que solo los que vivimos en estos lugares conocemos, logré verlo detenerse y sacar algo de su morral que parecía comer o masticar. Ese debe ser el secreto de su misteriosa habilidad. También pueden ser aquellos dibujos estampados en su cuerpo o esa cruz que cuelga de su cuello que nosotros conocemos como el mapa territorial de las cuatro latitudes. Nunca habría imaginado el tenerlo como amuleto en mi pecho. ¿Tener tu territorio colgando en tu pecho? ¡Qué extraño!, pero innovador.
Mientras lo miraba tenía la impresión que también él me observaba, pero ¿Cómo? Todo lo relacionado con él era tan confuso y distinto. Un sentimiento extraño me producía el deseo de acercarme a él. Yo sabía que algo importante estaba sucediendo y que él tenía las respuestas a mis dudas.
Seguí aproximándome, tratando de no hacer ningún ruido, en el sigilo de la ausencia total de sonidos, lo perdí de vista en un pestañeo mientras recorría a gran velocidad una pequeña cadena montañosa de la cordillera de la costa. Llegué hasta el lugar donde estaba este veloz ser, en ese instante y en un idioma extraño escuché una frase que nunca olvidé, en ese momento volteé mi cabeza y al mirar sus ojos, desde el cielo, un impacto apagó mis sentidos con un soplido como cuando se apaga una llama en la oscuridad, ese soplido, esa frase significa: "nadie me detendrá".
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El Camino
FantasíaUn extraño mensajero es observado por distintos testigos del norte, estos desean detenerlo para saber que trama. Lo que los sumerge en extraños sueños sobre guerreros de otras latitudes. ¿Por qué el imperio Inca envía un Chasqui a las tierras de los...