Que el final de esta historia (enésima autobiografía de un fracaso), no te sirva de ejemplo.
¡Ay! amor mío, que terriblemente absurdo es estar vivo; sin el alma de tu cuerpo, sin tu latido...
Aunque ya todo es nada, no sé por qué te escondes y huyes de mi encuentro. Por saber de tu vida; no creo que vulnere ningún mandamiento.
¿Tan terrible es el odio? que ni te atreves a mostrarme tu desprecio...
Pero no me hagas caso, lo que pasa es que este mundo no lo entiendo.
L. E. Aute