Capítulo 01

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Era definitivo, las botas que pidió por internet sólo servían para verse bonitas. El pequeño trecho que existía entre el espacio para estacionar en la calle de su edificio y la entrada del mismo había sido suficiente para provocar que perdiera la sensación en sus dedos a causa de la nieve acumulada. Aprovechó que el hijo de un vecino salió para ingresar con rapidez por la puerta principal, avanzó a buen paso tratando de no preocuparse por sus extremidades inferiores, confiaba que el subir la escaleras hasta el tercer piso sería suficiente para que la circulación retornara y se salvara de una desagradable visita al hospital.

Buscó en la cartera la llave de su departamento, siempre se le perdía en el mar de cosas que llevaba con ella. Desistió de hurgar en el oscuro bolso y se arrodilló en el suelo para vaciar el contenido, al final esa manera le resultaba más eficiente aunque luego tuviera que guardar todas sus pertenencias.

―¡Te tengo! ―canturreó victoriosa al dar con el llavero.

Sintió unos pasos detrás de ella y al girar se encontró con la Sra. Abbott. La mujer era quien alquilaba los departamentos, no tenía idea si era la dueña o una persona designada, pero dado que vivía en la primera planta encajaba de forma perfecta con el cliché de las películas respecto al tema. La renta no era elevada, pero venía con un truco, por su ubicación alejada del bullicio el edificio estaba habitado por jubilados, ella era la única persona joven que había optado por arrendar ahí en años.

Cuando se mudó a la ciudad decidió que no tiraría su dinero viviendo en un departamento de costo inflado sólo por tener los restaurantes y tiendas más cerca. El edificio tenía cierto encanto antiguo y el departamento de una habitación que alquiló era bastante espacioso y con techos altos. Al ser una construcción de varias décadas, las tuberías no se encontraban en capacidad de ofrecer la posibilidad de instalar lavaplatos en las cocinas ni mucho menos llenarse de lavadoras. Pero no lo vio como algo negativo, la lavandería en el sótano le había permitido conocer a sus vecinos y viviendo sola no ensuciaba tantos platos como para que se volviera una pesadilla lavarlos de uno en uno.

―Judy, querida ―habló con amabilidad la mujer―. Tienes que dejar de llevar tantas cosas ―aconsejó, no era la primera vez que la veía escarbando en su cartera y sabía que tampoco sería la última.

―Hay que estar preparado, todo puede servirme ―respondió riendo, guardando desordenadamente sus pertenencias.

―¿Llegas de una cita? ―indagó la Sra. Abbott al notar que estaba más arreglada de lo usual.

―Cumpleaños ―corrigió Judy sonriente―, pero bailé bastante y conocí un chico agradable.

―Eso me recuerda que alquilé el departamento al lado tuyo a un jovencito hace unos días ―informó, desviando la mirada hacia la puerta que se encontraba unos pasos de distancia―. Es un poco callado y acaba de llegar a la ciudad ―explicó bajando el tono de su voz.

―¿Tengo vecino? ―cuestionó intrigada―. No he sentido nada, pensé que seguía vacio.

―Te digo que es reservado ―reiteró la mujer.

Judy posó la mirada en la puerta del mencionado y sonrió. Si resultaba ser agradable quizás ya no tendría que manejar hasta el centro de la ciudad cada vez que se sentía con la necesidad de tener contacto humano fuera del trabajo. Winnipeg no era enorme, pero el clima solía duplicar los tiempos de viaje la mayor parte del año y todas sus amistades vivían a una buena distancia.

*

Los ligeros, pero insistentes toques en su puerta le obligaron a ponerse de pie y atender. Era de noche por lo que dudaba que se tratara de la casera y como realmente no podía decir que conociera a nadie había esperado que si no contestaba la persona se iría. Sin embargo se equivocó, los toques no cesaron.

El frío es el precio de la libertad [Bucky Barnes]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora