Capítulo 6: La entrevista

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Aunque los pasteles de todos los sabores, formas y colores que se encuentran delante de mí, en la mesa, tienen una pinta deliciosa, no tengo hambre. Un nudo en el estómago me impide comer, hablar y pensar.

Porque hoy es el día de la entrevista.

Se supone que hoy tengo que ganarme al público y a los patrocinadores comportándome de una manera u otra. Tengo que expresar fiereza, alegría, humildad, lo que sea. Debo decidir cómo voy a mostrarme a partir de ahora.

Aunque pensaba que los tributos de otros años ya sabían cómo iban a actuar, resulta que necesito unas cuatro horas para practicar con mi mentor, y otras dos para ensayar con Leyre (al parecer, otros años eran más horas, pero se ha decidido que los del Capitolio no necesitamos tanta preparación).

Alargo una mano temblorosa para coger una porción de tarta de queso, pero al intentar tragar un trozo de ésta, mi esófago se niega a transportarlo. Necesito tres intentos para que la comida me llegue al estómago, y Sam parece darse cuenta de que tengo dificultades.

—Tranquila, Vanilla —me dice—. Te irá genial. Además —añade—, como eres de las primeras, se olvidarán de ti en cuanto pase el siguiente tributo.

Le sonrío, agradecida, y pienso que quizás tenga razón.

Vuelvo la cabeza al oír sus pasos acercándose a través del pasillo.

—Buenos días —saluda, con los ojos grises aún entrecerrados por el sueño.

—Hola —le correspondemos Peeta, Michael, Sam y yo a la vez.

Caleb viene a sentarse a mi lado, un asiento vacío que Sam ha dejado a propósito.

Me da un beso en la mejilla.

—¿Quién será el primero en ensayar? —le pregunta a Peeta con curiosidad, mientras estira el brazo para hacerse con un dónut.

—Sam —responde mi mentor—. Después Vanilla, luego tú y por último Michael. Seguiremos el orden de menos a más edad.

—«Bae» —dice Caleb, con la boca llena de pastel, y yo me río.

El resto del desayuno transcurre en silencio, y cuando Sam se marcha con Peeta, Michael se va a su compartimento, y lo mismo hacemos Caleb y yo, sólo que él entra en el mío.

Cuando el chico cierra la puerta tras él, corro hacia la cama y me tumbo en ella de un salto. Él se ríe, camina despacio hacia donde estoy y se sienta en el borde del colchón.

—¿Crees que nos preguntarán sobre nosotros dos en la entrevista? —me dice.

—Sí —aseguro—. Quiero decir, ya nos vieron saliendo del tren, y los Vigilantes en el Entrenamiento; algo tendrán que cotillear.

—Ya.

—A lo mejor nos toman por mentirosos —comento.

—¿Por qué?

—Ya sabes, igual que pasó hace dos años con Peeta y Kat...—observo su mirada de asombro y reparo en que él no es el nieto de Snow.

Así que le explico toda la historia de las bayas y la indiferencia que Katniss sentía antes hacia nuestro mentor.

—Vaya —dice cuando termino—. A mí me pareció muy real.

—Tonterías. Hasta yo me di cuenta antes de que mi abuelo me lo explicara.

—¿Me estás llamando estúpido? —me pregunta, arqueando una ceja maliciosamente.

—Eh...

Capitol is not my homeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora