Capítulo 1: El Nacimiento de YiXing

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Desde la luz intensa que hacía que su sangre se sintiera caliente, plácido, a gusto, alimentando su piel, pero sin verla, hasta la sensación de ser un ente incorpóreo le brindaba una paz tan absoluta que por un momento pensó que había muerto. Naturalmente, no lo estaba, y allí se encontraba de nuevo, el sonido chirriante, atronador y familiar, sádicamente familiar, del taladro.

—Está consciente.
—Muy bien, procedan con la tróclea del codo derecho.
—Los meniscos ya sanaron. Quince segundos más rápido que la marca del mes pasado.

Las voces se escuchaban como si pasasen por un tubo muy largo, o como si se encontrase sumergido en agua. Los párpados de YiXing temblaron debajo de la venda que siempre le colocaban cuando no se hallaba en su habitación y estaba a punto de suspirar con lentitud cuando la punta del taladro se hundió en las articulaciones de su codo derecho, triturando la piel, la carne, el hueso, separado desde el centro mismo al cúbito del húmero. Cuando gritó su voz salió ronca y afónica, arqueándose y jalando por instinto el brazo, aunque, como siempre, se encontraba firmemente sujeto por tiras de duro acero a la fría superficie de la camilla.

—La presión está bajando drásticamente. —Una voz femenina advirtió sin ningún tono particular en la voz que indicase que aquello le preocupaba.
—Bien, tomen nuevas muestras de sangre y déjenlo en su celda.

YiXing viajó de la consciencia a la inconsciencia mientras era transportado, el mundo giraba a su alrededor provocándole nauseas pero sabía que la sensación duraría sólo un rato. Para cuando lo traspasaron con ayuda de una manta a su dura cama, su estómago estaba perfectamente y sólo sentía que su piel palpitaba allí donde aún se regeneraba, donde sus tejidos se cerraban, sus huesos se reconstruían y soldaban, las articulaciones firmes nuevamente.

Ladeó su rostro hacia la derecha y miró una pared ennegrecida por el transcurso de los años y la humedad que se alzaba hasta el techo de cuatro metros de alto. Todo lo que iluminaba era una tenue luz roja que parpadeaba a un lado de la cámara de seguridad, enfocándolo día y noche en una esquina del techo. Su celda no tenía ventana alguna, sólo la puerta de hierro con la pequeña abertura en la parte inferior por donde la pasaban alimentos dos veces al día. Escuchaba el sonido lejano de pasos y conversaciones pero su atención estaba en las marcas que había a lo ancho de la misma, eran trazos verticales de diez centímetros de alto, cada siete, una línea horizontal las tachaba. Semanas; YiXing había marcado con un pedazo filoso que había separado de uno de los tubos de su cama de metal el tiempo, sólo para no volverse loco, pues llevar una cuenta hacía que su días tuvieran algo de sentido. No podía saber la hora, pero se orientaba por las dos comidas al día que le traían.
Sin energía, estiró su mano derecha y al alzar un poco el brazo su hombro se desplazó y con un leve "¡Crack!" y volvió a acomodarse en su lugar. Casi no fue consciente del dolor y tomó el pedazo filoso del metal para tachar una nueva semana. Esa noche se cumplían 159 semanas desde que su pueblo había sido invadido. Desde que los adultos habían puesto en caravanas a los más pequeños y los habían dado a la fuga. Desde que YiXing había visto a su madre por última vez mientras lo obligaba a huir por su cuenta. Desde que lo emboscaran al pie del Árbol de la Vida y lo secuestraron. Tres años dentro de ese pequeño cubículo que era su celda.

Pero, los de su raza no eran fatalistas y a YiXing lo habían criado como un hijo de , puro, dadivoso y pacífico. A partir de su estadía en aquella prisión sólo conocía su eterna celda, cada vez que lo llevaban fuera de allí hacia la sala de operaciones, le vendaban los ojos, por lo que YiXing se había acostumbrado a la oscuridad y al tono rojizo que proyectaba aquel foco en la cámara de video. Y aunque había sido sometido a incontables torturas, habiéndolo obligado a comer incontables tipos de comidas y sustancias sólo para ver el efecto que tenía en su porte inmortal. Habían roto, parte por parte, cada pieza de su cuerpo para observar cómo se regeneraba, calculando tiempo y método. Habían cortado, apuñalado, rasgado, punzado e incinerado reiteradas veces alguna sección de su cuerpo con el afán de descubrir si tenía algún punto débil, su talón de Aquiles, alguna sección que no lograse regenerarse, algún material que no permitiese su sanación. Pero él era un Healer, su don no era inmune a nada, pero YiXing no lo diría.

Sangre Bendita [EXO - OT12]Where stories live. Discover now