IX. Gardenia

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Gardenia,
dijo ella con sonrisas entre risas;
su imagen no la olvidé,
su rostro fue inigualable,
y su voz inefable
cual altavoz se reprodució.
No la volví a ver hasta el amanecer
cuando la luz, el color, el romance de su voz,
la oscuridad, su libertad, la sonrisa despertina,
sus muñecas de porcelana, y a Ana,
desapareció sin siquiera decir un adiós.  


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