7 .- 7 horas, 37 minutos

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Norma vio cómo sus padres salían de la habitación en la que acababan de instalar a Luciana , reclamados de nuevo por los médicos que la atendían, y se quedó sola con ella. 

Entonces casi le dio miedo mirarla.

Tenía agujas clavadas en un brazo, por las que recibía probablemente el suero, un pequeño artilugio fijado en un hombro y conectado a sondas y aparatos que desconocía; un tubo enorme, de unos tres centímetros de diámetro, de color blanco y amarillo, parecía ser el nuevo cordón umbilical de su vida.

De él partía un derivado que entraba en su boca, abierta. Otro, sellado en cinta a su nariz, se incrustaba en el orificio de la derecha. Por la parte de abajo de la cama asomaba una bolsa de plástico a la que irían los orines cuando se produjeran. Y desde luego no parecía dormir. Con la boca abierta y  los ojos cerrados, embutida en aquella parafernalia de aparatos, más bien se le antojó un conejillo de indias, o alguien  a las puertas de la muerte.

Y era aterrador.

Tuvo una extraña sensación, ajena a la realidad primordial.

Una sensación egoísta, propia, mezcla de rabia y desesperación. Lo que tenía ante sus ojos, además de una hermana en coma y , por lo tanto, moribunda, era el fin de muchos de sus sueños, y especialmente de sus ansias de libertad.

Ahora, a ella, ya no la dejarían salir, ni de noche ni tal vez de día. Y si Luciana moría tanto como si seguía en coma mucho tiempo, sus padres se convertirían en la imagen de la ansiedad, convertirían su casa en una cárcel.

Siempre había ido a remolque de Luciana. Total, por tres años de diferencia... Ella aún tenía que volver a casa a unas horas concretas, y no podía salir de noche, y mucho menos regresar al amanecer y pasar la noche fuera de casa aunque se tratara de algo especial, como una verbena. Ella aun estaba atada a la maldita adolescencia. También Luciana, claro, pero su hermana mayor se había ganado finalmente sus primeras y decisivas cotas de libertad. Luciana ya estaba dejando atrás la adolescencia. Era una mujer.

¿Por que había tenido que pasar aquello?

Los padres de Ernesto , un compañero del colegio , habían perdido a un hijo en un accidente , y se volcaron tanto en su otro hijo que lo tenían amargado . Eso era lo que le esperaba a ella si ...

De pronto sintió vergüenza.

Su mente se quedo en blanco.

Bajo la cabeza.

¿Qué estaba pasando ? ¿ Era posible que con su hermana allí , en coma , ella pensara tan solo en si misma y en sus ansias de vivir de ser libre para abrir las alas? ¿Era posible que aun no hubiera derramado una sola lágrima por Luciana ?

Se sintió culpable que entonces si , algo se rompió en su interior.

Y empezó a llorar.

Luciana podía llorar , esa era la realidad . O permanecer en aquel estado el resto de su vida , y también era la misma realidad. Un coma era como la muerte, aunque con una posibilidad de despertar, en una horas o unos días. Una posibilidad.

Ni siquiera sabia si su hermana era consciente de algo, de su estado, de su simple presencia allí.

Le cogió una mano, instintivamente.

- Luciana.. -musitó.



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