La Niña Babas

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-¿Por qué rayos sigues aquí? –Gruñí con el ceño fruncido y con toda la cara arrugada. De seguro no me veía muy atractiva.

Apoyando su sensual espalda contra el muro repleto de grafitis, se encogió de hombros y guiñó un ojo. ¿Tenía una basurita metida? ¿Un tic?

-Espero al taxi que llamé –Contestó –. Como seré un ejemplo a seguir delante de un puñado de adolescentes, no podré usar mi moto.

-Ya no atentas contra tu vida, eso es muy cool –Yo quería que atentara contra su vida, pero no funcionaba si la otra parte estaba en desacuerdo.

Antes de que sus palabras llegaran a la boca, me agarré bien de Limón (o él se agarró bien de mí, dependiendo del lado que se mirara) y caminé. Bien lejos de ese estereotipo de persona guapa con boca que nunca pudo probar la pasta dental.

El día estaba frío, aunque sabía que se pondría peor con el tiempo. Y con eso, las vacaciones de invierno se acercaban y eso era genial y eso conllevaba nuevos cambios y eso… Necesitaba nuevamente mi diccionario.

Me dirigí al parque principal de mi comuna. No era un lugar muy bonito para que una persona paseara, ya que el escaso césped que poseía estaba tan seco que parecía arena y los juegos de entretención para niños, de seguro eran para adultos. Pero a los gatos que les gustaban flojear y a la vez rasguñar todo entorno, les venían perfecto. Limón tenía su hábitat perfecto.

-Ya gato, sé libre –Lo dejé en el suelo de arena. El muy sarnoso ni se sacudió –Muévete.

Le patee suavemente su estómago. Limón salto, gruñó, rasguñó mis jeans y se fue.

-¡Pero vuelve más tarde! –Grité. Me senté en una de las bancas desteñidas, viendo a mi gato subir árboles muertos.

-Pero miren quién está aquí. La Niña babas –Rió Violeta Muermo, con su risa de sapo agonizante. Junto a ella, estaba su novio que era un año menor que ella, flacuchento y que pasaba resfriado todo el día. Nadie sabía cuál era su nombre. Eso era algo penoso, porque al menos a mí, me conocían a través de un seudónimo.

Yo, querido mundo, en la escuela, soy la Niña Babas, nombre colocado en el tercer año de básica, cuando me quedé dormida en una clase y mis involuntarios y asquerosos músculos decidieron hacerme pasar la vergüenza de mi vida.

Tiré baba sobre la mesa.

Actualmente, por esa estupidez cometida por mí (marca registrada), soy conocida como la Niña Babas, o el caracol baboso, o la babosa, o toda criatura existente que expulse saliva de su organismo públicamente.

-Sí, aquí estoy yo –Le respondo, como si fuese una retrasada mental.

Lo dije y advertí; no soy nada buena con las contestaciones.

-Cariño, ¿Por qué no vas a conseguirme un chocolate tamaño gigante? –Preguntó Violeta a su novio que asintió, fascinado.

-Claro, amorcito –Sorbió su nariz y se fue de mi vista.

Violeta le sonrió con su boca mal pintada de fucsia y luego me miró.

Era bien conocido que Violeta engañaba con todo el mundo a su noviecito de mentiras. Pero el muy idiota, con su autoestima yendo de vacaciones a congelarse al polo norte y no regresar nunca, no se daba por vencido. Estaba seguro de que podía conquistar a su ‘Violetita’.

Violeta se sentó a mi lado, diez centímetros más lejos y casi aguantando la respiración. Admitía que mi olor corporal no eran rosas ni vainillas o menta, pero tampoco era para tanto. Rodé mis ojos y me acomodé en el banco.

¿Cuál Es Tu Nombre?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora