Capítulo 3: ¡Que empiece la fiesta!

16 1 0
                                    

El día de la fiesta pasé la tarde en casa de Helen. La idea era tener una tarde de chicas e ir matando el tiempo mientras llegaba la hora de arreglarse y salir porque íbamos a presentarnos ahí juntas.

-No puedo creer que Lucy siga pensando que lo de la fiesta es mentira. La muy cabezota...-protesté mientras me ponía el esmalte de uñas negro- ¿Por qué tiene que ser tan increíble que yo vaya a una fiesta? ¿Es que tengo algún problema? ¿Las chicas como yo no podemos ir de fiesta?

-Chica, tú eres muy guay. Aunque Lucy y su séquito no lo crean. Y no tienes ningún problema -aseguró Helen, que estaba tumbada en su cama leyendo una revista (o mejor dicho, ojeando)-. Es ella la que lo tiene si se empeña en que eres un ratón de biblioteca aburrido y sin remedio. ¡Pues allá ella! Su opinión no debería importarte.

Suspiré.

-Supongo que tienes razón -admití-. Esta chica tiene el don de cabrearme. Lo mejor será olvidarme de ella.

-¡Esa es la actitud! Esta noche vamos a dejar a esas estúpidas a un lado y vas a hacer muchos amigos, ¿entendido?

-¿Y cómo estás tan segura de que les voy a gustar?

-¿Y por qué no? Mira -Helen se incorporó y se giró hacia mí con la revista en su regazo-, en la fiesta va a haber una chica. Tess. Ahora actúa con mas confianza, pero antes era igual que tú. Muy tímida. Hablaba muy poco. Y encajó en el grupo desde el principio. Si ella lo hizo, tú también puedes... De hecho, creo que va a ser la primera a la que caigas bien -rompió a reír-. Sois como dos gotas de agua, ya entenderás por qué lo digo.

No me acababa de quedar claro si eso era bueno o malo. Tampoco me atreví a preguntar.
Bueno. De todos modos, ya lo descubriría esa noche, ¿no?

***

-Ya estamos aquí, chicas -anunció la madre de Helen antes de tocar el claxon-. Pasadlo muy bien.

-Gracias, mamá -Helen dio un beso a su madre y se bajó del coche-. Tú también.

-Encantada de conocerla, señora Blue -dije yo tímidamente.

-Oh, lo mismo digo -respondió ella-. Eres un encanto, Alice.

De la casa de Nate salieron sus padres, que irían de fiesta con la madre de Helen y otros adultos.

-¡Helen! Estás estupenda.

-Gracias, tía Jane. Vosotros también.

-¿Quién es tu amiga? -preguntó el tío de Helen mirándome a mí.

-Ella es Alice -me presentó Helen-. Alice, estos son mis tíos Jane y Max.

-Encantada, Alice -dijo Jane-. Podéis ir entrando, chicas. Los demás ya están ahí.

-¡Estupendo!

Helen se despidió de sus tíos y su madre y tiró de mi brazo hacia la casa.
La decoración de la fachada era para no perderse detalle. El jardín estaba iluminado con arañas de medio metro de altura repartidas por el césped que estaban plagadas de bombillas. La puerta y todas las ventanas estaban bordeadas por luces naranjas. El pasamanos de las escaleras de la entrada estaban cubierto de telarañas de pega y a cada lado de los escalones había colocadas calabazas talladas. Del techo del hall colgaban murciélagos de papel y más telarañas.
En la puerta nos estaba esperando Nate, que se había disfrazado de pirata fantasma. Llevaba la piel grisácea, una despeinada peluca gris que le rozaba los hombros y la ropa, de colores apagados, rasgada.

-¡Arr! Bienvenidas, señoritas. Prima, te veo más delgada.

-Muy gracioso -respondió Helen sarcástica.

La broma hacía referencia a que Helen iba de esqueleto. Se había puesto un vestido negro sin mangas y con el dibujo de los huesos que abarcaban desde el cuello hasta el límite de la cintura. En los leggins también se dibujaban los huesos de las piernas, aunque a penas se podían ver con la falda gris y las botas negras de talle alto con tacones de diez centímetros. Al igual que yo, llevaba guantes largos, decorados de la misma forma que el resto del disfraz.
También se había puesto una peluca negra que le llegaba a los hombros.
Su tía se había quedado corta al decir que estaba estupenda.
Nate nos condujo a la sala de estar, donde la fiesta ya estaba preparada. Y si la decoración de fuera me había gustado, la de dentro... ¡Oh, me enamoró!
La sala estaba iluminada únicamente con lámparas de calabaza como las de la entrada y una valla decorativa, detrás de la cual sólo se veía una cortina negra, decorada con luces naranjas colocada en la pared que estaba frente a la puerta. En medio de la valla, había una puerta en forma de arco con la silueta de un árbol que brillaba con luces moradas.
Lo mejor era la mesa de aperitivos. Tenía un mantel negro con el estampado de unas arañitas blancas. Un jarrón transparente sujetaba unas cuantas ramas, de modo que parecía un árbol muy siniestro, de las que colgaban calabazas de plástico del tamaño de una ciruela. Los platos de plástico eran del color de las calabazas. ¡Los recipientes de los aperitivos tenían forma de calabaza! Y los demás muebles estaban adornados con figuritas del mismo estilo.

-¡Alice! -me llamó Helen- ¿Qué haces aún en la puerta? Ven para que te presente.

Entonces vi a mi amiga en compañía del Joker, una muñeca de porcelana quebrada, un vampiro y una colegiala zombie. Y, uno por uno, nos fue presentando.
El que iba de Joker se llamaba en realidad James. Por lo visto, le encantaban los villanos y cada Halloween se buscaba uno diferente.
La muñeca de porcelana era Sarah. Su caracterización estaba muy conseguida, haciendo que sus ojos parecieran más grandes y sus grietas bastante creíbles. Ella era experta en ese tipo de maquillaje y tenía un canal de youtube en el que daba lecciones sobre eso.
El vampiro, que en seguida se puso a flirtear conmigo, se llamaba Luke.
Y la colegiala era la ya mencionada Tess. Helen estaba en lo cierto al predecir lo bien que nos caeríamos. Resulta que Tess y yo compartíamos los mismos gustos literarios y cinéfilos. Sólo con eso ya tuvimos tema de conversación para rato.
Y yo que había pensado una semana antes que me iba a aburrir.

-A ver, chicas -nos llamó Sarah-. Vamos a hacernos un selfie antes de que se nos estropee el look de tanto bailar.

-Ya estamos con los selfies -protestó James.

-Coloquémonos... -Sarah se tomó un momento para buscar el fondo perfecto- Ahí, frente a la valla luminosa. Tú también Alice.

De algún modo, me sentí alagada de que me incluyeran en la foto. Era como si me dijeran que yo también era parte de aquello. Que no era ninguna extraña.

-Y ahora todos juntos, ¿no? -pidió Nate.

-Por supuesto -afirmó Sarah como si eso fuera por descontado-. Venid aquí -les llamó también con la mano.

Después de varios selfies, tanto en grupo como individuales, Luke intentó sacarme a bailar varias veces.

-¡Venga! Aunque sea una cancioncita solamente -suplicó él.

-Te digo que no sé bailar. ¡Me da vergüenza!

-A ti te da vergüenza todo -me corrigió Helen, que pasaba con un baso de plástico negro al otro lado de la habitación, donde estaban Sarah y James.

-Estamos entre amigos, no deberías avergonzarte -afirmó Luke.

-Luke, no la marees -intervino Nate-. Mira que puedes ser cabezota...

-Sólo intentaba ser simpático -gruñó Luke.

-Por favor, no discutáis -protesté incómoda.

-¿Qué estás haciendo tú aquí? -saltó Nate de repente.

La pregunta de Nate me desconcertó un poco hasta que me fijé en la niña pelirroja vestida de bruja que se asomaba por la puerta.
El vestido era negro, con el cuello, el broche de su cinturón (en forma de araña) y las telarañas que estampaban su falda en color plateado. El sombrero de punta iba a juego, de color negro con una cinta plateada.

-Hola, hermanito -saludó ella.

Una fiesta terroríficamente divertidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora