Maratón 1/3

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Me suelta y empieza a desabrocharme la blusa. A sus dedos les cuesta encontrar los diminutos botones dorados, y se concentra tanto que parece que la arruga de la frente. Le quito el cinturón y le bajo la brageta. Luego me centro en su camiseta hasta que su delicioso y cálido pecho esta bajo las palmas de mis manos. Con el pulgar, trazo círculos sobre sus pezones y él suelta el ultimo botón de mi camisa antes de pasar a los pantalones.

—Fanfarrona- musita entre besos mientras su manos buscan el de cierre de mi pantalón.
   Es cruel, pero lo dejo buscar. Prueba en la parte delante y luego en la espalda y, cuando no lo encuentra, ruge:— ¿Donde esta la cremallera?
Llevo sus manos al cierre lateral de mis pantalones, me los baja y me levanta de el suelo para que pueda quitarme los zapatos.

—Deverias tener siempre solo vestidos— protesta mientras me quita la blusa-. Todo lo que no me ofrezca acceso inmediato a ti tiene que desaparecer.

Sonrió para mía andentros. Ahora está pasando por encima de mi guardaropa. El aire frío choca contra mi piel y endurece aún más mis pezones. Aiden da un paso atrás y se quita los zapatos, los calcetines, los pantalones y sin camiseta. Sin dejar de recorrer mi cuerpo con la mirada.

—Encaje- dice con gesto de aprobación, y luego se baja los bòxeres. Su polla salta libre y lista, otra vez. Quiero arrodillarme y saborear sus delicias en mi boca, pero las apremiantes puntazas de mi entrepierna reclaman mi anteción. Me desabrocho el sujetador y dejo caer al suelo de madera, y en un segundo tengo su cuerpo sobre el mio y su aliento en mi cara.
Desliza un dedo bajo el elástico de mi ropa interior y me roza el clítoris. Echo la cabeza sobre su pecho y le clavo las uñas en los brazos para no caerme por las descargas eléctricas que provocan sus caricias.

_Éstas mojada- dice con la voz muy grave y ronca, despacio,mientras su dedo dibuja círculos y aplica presión cuando llega a la punta de mi clítoris —. ¿Solo conmigo?
Quiere que le responda a la pregunta.

—Sólo contigo- jadeo.
El gruñido de satisfacción que escapa de su boca vibra en la brisa nocturna. Siempre seré suya. Levanto la cabeza y su boca cubre la mía y le exige que se abra mientras me baja las bragas. Dejo escapar un pequeño gemido. Su sabor es adictivo y correspondo a cada lametón, a cada caricia, hasta que se aparta. Se arrodilla delante de mí, apoyo las manos sobre sus hombros y me baja las bragas por las piernas. Me da un toque en el tobillo para que levante el pie y repite la misma operación en el otro. Me coge las caderas y yo respondo a su caricia con mi respingo habitual. Entierra la nariz en mi vello púbico y bendice mi sexo con una acaricia larga, lenta, ardiente e insoportable. Gimo, y mis rodillas ceden y aparece en la punta de mi sexo una presión casi dolorosa.
Se abraza a mis caderas con fuerza y sigue acariciando sin piedad el centro de mi cuerpo hasta que llega a mi cuello y luego a mi boca, que toma con pasión entre gemidos. Se despega de mis labios, me clava la mirada y sus ojos marrones calan en mi.

—Eres mi vida.- sus palabras me llegan al corazón y su boca toma la mía con veneración y delicadeza. Me acaricia el trasero con las palmas de las manos y desciende por mis caderas. Tira de mi pierna por debajo de la rodilla para que rodee con ella su cintura. Se aparta. Me deja respirar— ¿Me quieres? Pregunta, mientras su mirada busca la mía. ¿Que debo decir ahora? ¿Lo quiero? Creo que si, creo que son esas malditas  mariposas que te recorren por el estómago.

—Sí.- susurro.

—Dilo. Necesito oírtelo decir.- hay una puntilla de desperación en su voz.
No lo pienso dos veces

—Te quiero- digo, y lo beso los labios carnosos y húmedos y le rodeo el cuello con los brazos. Luego doy un pequeño salto y me agarro con las piernas a su cintura-. Siempre te querré.
Lo miro fijamente a sus preciosos ojos marrones mientras él se coloca en la entrada de mi cuerpo. Permanece un segundo ahí, luchando por sumergirse de pleno en mí.

—¿Me necesitas?— pregunta.

—Te necesito.- Sé que eso lo satisface casi tanto, o más, que un «Te quiero»

—Siempre— confirma, y luego se introduce lentamente en mí con movimientos placiente, y nuestra unión se corta la respiración a ambos.
Me abraza mientras recuperamos el aliento, se acerca a una tumbona y me recuesta en ella, sin separarse de mí para que permanezcamos unidos. Nunca lo había visto mirarme con tanta sinceridad en los ojos.

—¿Has visto lo perfectamente bien que encajamos?- se retira despacio y vuelve a entrar, suave y firme, marcado la pauta, de lo esta por llegar. Quiere hacerme el amor de verdad- ¿Lo notas?- me pregunta con cariño, repitiendo el ardiente movimiento y exacerbado la necesidad que tengo de él.

—Sí.- confirmo en voz baja. Lo noto desde la primera vez que conectamos, incluso desde que nuestras miradas se cruzaron en secretaria.
Continúa con sus estocadas lentas y contenidas, y yo llevo mis manos a su espalda, dibujando figuras asimétricas sobre su piel firme. Me besa con los labios.

—Yo también. Vamos hacer el amor.
Me cencentro en absorberlo y él sigue entrado y saliendo, moviendo las caderas en círculos y acercándome al clímax. Me mira con devoción, con adoración. Nuestra miradas se funden, ardientes. Su paciencia y su fuerza de voluntad mantener este ritmo tan sensual hacen que lo quiera aún más. Sabe hacer el amor como nadie. La arruga de la frente le resplandece de sudor a pesar del aire frío de la noche. Le cojo la cara con las manos para que no baje la mirada y su cuerpo vibra y tiembla sobre mí. Palpita en mi interior e, instintivamente, mis músculos se contraen alrededor de él. Se le acelera respiración.

—Por dios ____- gime hundiéndose y clavándose entero en mí. Las caricias precisas con las que coma mi pared anterior hacen que me muera de ganas de levantar las caderas y capturar el orgasmo que se aproxima.

—No puedo aguantar más- gimo.
—Juntos- dice tratando saliva, y tenso los músculos cuando me penetra de nuevo, esta vez menos controlado. Respira aceleradamente y apoya la frente en la mía mientras recupera el control  con otra deliciosa embestida.

—Ya estoy, Aiden.- gimoteo al sentir aje mi autocontrola desaparece. Con un grito estallo en mil pedazos debajo de él. Acelera el ritmo para que Saltemos juntos al abismo.

—¡Dios!- grita con una íntima penetración, apretándose con fuerza contra mi sexo antes de desplomarse sobre mi y unirse a mi estado de semiinconsciencia. Su erección salta y palpita cuando se corre dentro de mí.

Posesivo Aiden NoszkaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora