O5: Si una mentira no sale bien, miente, miente otra vez.

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Ya había visto chicos desnudos antes.

Sí, la chica popular que solo había tenido una relación en su vida había tenido la oportunidad de ver algún que otro aparato reproductor masculino, llamándolo de la manera más fina posible.

A parte de en los libros de biología y videos que me había puesto un antiguo amigo, la verdad es que nunca había visto uno en carne y hueso.

Cole estaba de espaldas a mí y no había indicios de que supiese que estaba allí, además de que dudo que pudiese oír alguno de mis pasos pues este chico estaba demasiado sordo y se ponía la música a tope. Empecé a hacer fotos y tuve que taparme la boca para no soltar una carcajada.

Sí, así es, uno de los mujeriegos del instituto cantaba y bailaba al son de Juan Magan.

Vaya, eso sí que sería notición.

Salí del baño con unas cuantas fotos de los movimientos más sensacionales que había hecho y fui a la salida con mi mejor sonrisa ya que había cumplido mi tarea sin que nadie se enterase.

O eso creía.

Porque en el momento en el que abrí la puerta, la señora Haggman estaba charlando tranquilamente con la vecina de al lado y se giraron sorprendidas las dos al verme salir de su casa. En otras palabras, que estaba jodida.

–¿Qué se supone que hacías en mi casa, niña? –Preguntó, medio enfadada-. ¿Ya se ha vuelto a traer Cole una chica? Mira que le tengo dicho...

–¡No! –Exclame, con los ojos bien abiertos–. Yo solo... venía a hacer un trabajo. Así que si me disculpa...

Las dos señoras se miraron confundidas, como si no pudiesen creer que Cole hiciese algo en el instituto. Decidieron dejarme ir sin decir una palabra más y yo lo agradecí, solo esperaba que no le dijeran nada a él sobre el supuesto trabajo.

–¿Adam? Soy Lux. –Dije, después de marcar su número.

–¿Cómo tienes mi número si aún no te lo había dado?

–Eh... Contactos. –Respondí, nerviosa–. Ya tengo las fotos y son muy comprometedoras.

–Así me gusta, Cielo. ¿Dónde estás?

–En la calle del piso de Cole.

–Espérame ahí, que te paso a buscar y vamos a mi apartamento.

Colgó y tardo justo veinte minutos exactos en venir a recogerme. Me metí en su coche cansada de esperar, pues no me había dicho cuanto tardaría y no quería moverme de ahí por si venía, así que estaba de bastante mal humor. Como habréis notado, no me gustaba que me hicieran esperar y a días de hoy tampoco lo soporto.

–¿No podías avisar de que tardarías tanto?

Rodó los ojos, supongo que molesto. Creo que no era un buen día para los dos.

Llegamos al piso y, como la última vez, estaba vacío. Nos sentamos en el sofá, con una distancia prudente entre los dos y nos sumergimos en un silencio incomodo durante unos minutos.

–¿Me vas a decir para que querías las fotos ahora que las tengo? –Me atreví a decir, esperando encontrar una respuesta.

Suspiró y se pasó una mano por la cara.

–Nunca nos habíamos llevado bien, él y yo. Nuestras madres eran intimas amigas y nos obligaban a jugar juntos, aunque nosotros no quisiéramos. Siempre nos estábamos peleando y la cosa solía acabar mal. Así que cuando fuimos más mayores, dejamos de vernos. Pero hace más o menos un mes, mis amigos y yo...

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