Sexta Llave: Lo que mejor se te da (Romance)

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"Decía mi abuela que cuando el amor triunfa los planetas se alinean y mientras tanto el caos se desata con una mirada" sus miradas se encontraron años atrás pero no estaban listos para amar...

No era su cita ese día, alguien más le estaba sonriendo y dando de comer un bocadillo de fresa, ella coqueteaba y respondía mimosa a sus palabras, había aceptado ser esposa de un hombre maravilloso, los preparativos para la boda iban en marcha y como regla de oro se reunían todos los martes en el mismo bar, en la mesa de siempre y en el horario en el que se conocieron.

Pero realmente no era feliz, inconsciente espera un milagro, a ese amor, que sacuda y rompa todos sus esquemas para perder el norte y volver a encontrarlo a su lado.

A dos mesas de distancia estaba un hombre observándola, recordaba exactamente cada centímetro de su rostro, estaba cambiada pero sabía que era ella, de repente volteo a su lugar y sus miradas se volvieron a cruzar y el caos que se había dormido despertó.

Todos los martes se veían, él en un acto un tanto masoquista y con intenciones de incomodarla y recordarle su existencia acudía al mismo lugar.

A dos meses de la misma rutina, una mañana calurosa de un 25 de Septiembre decidió dar el paso y aceptar lo que fuese, pero ella nunca llegó, ni las semanas que siguieron, había perdido su oportunidad, derrotado dejo la rosa con la nota que preparó y se fue de allí dispuesto a continuar con su vida y no regresar jamás.

Sus días sin ella se llevaron su humanidad, sus días sin ver aquellos ojos que le quitaban el aliento y aceleraban su corazón se hacían monótonos y aburridos a la par de su futuro marido.

Un año después, horas antes de dar el sí con otra mujer, a la que no amaba pero le sonreía y mientras le daba de comer en la boca respondía seductor pero en sus ojos no se veía el amor, muy en el fondo esperaba encontrar su caos, ese que rompería su coraza y lo llenaría de luz otra vez.

Como despedida o tal vez como último intento de salvar su vida fue al bar, donde había encontrado a la bendición y a la maldición de amar a una mujer en el anonimato. Ahí estaba ella con sus ojos un tanto acuosos, su nariz rosada y sus mejillas paspadas, no temía llorar en público.

Ella sufría porque nunca llegó, nunca regresó, le había dejado una rosa y una nota pero no su número, ni modo de buscarlo, su corazón gritaba que era él,su milagro. Era tarde, muy tarde y rompió en llanto porque había dejado todo por un desconocido.

Nunca fue impulsivo, siempre controlaba hasta el más mínimo de sus movimientos, obvio, el poder de la mente es increíble pero había subestimado al de su corazón y cuando menos lo supo él estaba ahí abrazando a una desconocida y besando su frente con lágrimas en los ojos.

Unos brazos fuertes arroparon su cuerpo débil por el dolor, un aroma que hace mucho no percibía le dijo es él, estaba escondida en su pecho, se sentía tan bien entre sus brazos, era correcto, se miraron y los planetas se alinearon porque así debía ser, sellaron su amor con un beso.

Ese día él se casó con una desconocida, ella con su milagro y su historia de amor recién comenzaba.

- Máximo, es hora de cenar-. Dijo Anna

- Ya vamos cariño, sabes que los niños adoran oír nuestra historia-. Contesto Máximo

- Esta bien, pero vamos a cenar, luego sigues-. Respondió con una dulce sonrisa

Los niños corrieron a la mesa, amaban el guisado de su abuela, mi padre se levantó de su mecedora y abrazo con lágrimas en los ojos a la mujer de su vida.

 Las  llaves del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora