1. La Ley de Murph.

208 7 3
                                    

Luego de tener un sueño bastante atormentado, donde recordaba aquel fatídico accidente que lo dejó fuera de las fuerzas, Cooper se levanta muy rápido de su cama al amanecer. Mientras asimila lo ocurrido, su pequeña hija, Murph, irrumpe en su cuarto a preguntarle qué le había sucedido.

―¿Papá? ―pregunta Murph mientras entra a la habitación de su padre.

―Lo siento, Murph ―Cooper le responde mientras aún continúa asimilando que todo ha sido una pesadilla―. Vuelve a la cama, amor.

―Creí que eras el fantasma –Murph contesta.

―No, los fantasmas no existen, mi vida.

―El abuelo dice que existen, papá ―Murph le dice a su padre.

―No, mi amor, es porque el abuelo está cerca de convertirse en un fantasma. Vuelve a la cama ―ordena Cooper a Murph.

―¿Soñabas con el accidente? ―Murph le preguntó a su padre.

―Te suplico que te vayas a dormir ―Cooper le ordena a su hija en un tono de voz pasivo.

Después de esta conversación matutina, Cooper se levanta de su cama y se dirige a sus ventanas a observar el alba, pudiendo también, apreciar los bastos campos de sembrados que posee su granja. A pesar de no demostrarlo, Cooper no se siente muy contento de trabajar en la granja, su sueño siempre había sido ser un piloto y desde aquel accidente todo había ido mal. Estaba esperando por la más mínima situación para poder salir corriendo de allí, sin embargo era su pensamiento más profundo, pues amaba mucho a sus dos hijos, Murph y Tom, y tenía una buena relación con su suegro, Donald, quien también le ayudaba en las labores de la granja.

Ya en el primer piso de la vieja casa de la granja, Donald prepara el desayuno para sus nietos y para Cooper, quien está apurando a Murph para que se aliste para la escuela.

―Apúrate, Murph, alista todo. Tom hoy a las 4:00 tú y yo en el granero, te voy a enseñar de resistencia física.

Donald observa que Murph trae un objeto que parece un módulo lunar. Le dice:

―Murph, en la mesa no.

El módulo se ha roto aparentemente, Murph no sabe por qué pero sabe que su padre puede arreglarlo, de manera que le pregunta:

―¿Papá, puedes arreglarlo?

Cooper, consternado por el estado del módulo, le dice:

―¿Pero qué le hiciste a mi módulo?

―No fui yo ―responde Murph.

―Déjame adivinar, ¿fue el fantasma? ―Tom dijo mientras aún tenía la boca llena y masticaba.

―Él lo tumbó, lo empujó de mi repisa. No deja de tirar los libros ―Murph le responde a su hermano.

―No existen los fantasmas, tonta ―Tom le replica a Murph.

―Yo ya lo busqué, se llaman poltergeist.

Negado a creer las razones de su hermana, Tom le pide a su padre que le diga que los fantasmas no existen:

―Papá, dile que los fantasmas no existen.

Cooper es un hombre de la academia, por lo que no cree vanamente en esta clase de fenómenos, así que le contesta a Murph:

―Bueno, no es muy científico, Murph.

A Murph pareció disgustarle un poco su respuesta, por lo que afirmó:

―Dijiste que la ciencia era admitir lo que no sabíamos.

―Ya te ganó ―expresó Donald luego de escuchar a Murph.

Interestelar: Nuestro Lugar En Las EstrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora