Una vez en la escuela, Cooper les pregunta a sus hijos si vienen con él a la junta de padres y maestros, sin embargo, Murph y Tom rechazan su petición argumentando que tienen clases. Cuando entra a la oficina del director, encuentra ahí a la profesora de Murph, la señorita Hanley. El director le dice que ha legado tarde, Cooper le cuenta que ha tenido un problema, sin embargo, el director, escéptico, le dice que si ha tenido que ir a la tienda de aviones asiáticos de combate. Cooper le aclara:
―No, señor, de hecho es un dron de vigilancia con excelentes celdas solares, es indio.
El director, que se muestra poco interesado en saber qué sucedió, le pide a Cooper que tome asiento.
―Ya tenemos los resultados de Tom, seguro va a ser un excelente granjero.
―Sí, tiene facilidad para eso ―respondió Cooper―. ¿Qué hay sobre la universidad?
―Bueno, la universidad sólo admite a un puñado. No tenemos los recursos para...
―Aún sigo pagando mis impuestos ―Cooper interrumpió al director―. ¿A dónde va ese dinero? Ya no hay más armas
―Bueno, no va a la universidad ―dijo el director.
En un intento por convencer a un testarudo expiloto de la Fuerza Aérea, el director insiste en que Coop debe darse cuenta de algo.
―Mira, Coop, tienes que ser realista.
—¿Está usted descartando a mi hijo desde ahora de la universidad? Él apenas tiene quince años.
-Tom no alcanzó la calificación.
―¿Cuánto mide su cinturón? ¿Como 32 y como 33 de largo?
―No veo qué relación tiene eso ―responde el director.
―¿Va a decirme que toma dos números para medir su trasero pero solo uno para medir el futuro de mi hijo?
―Comprenda, Coop, usted es un hombre preparado y un piloto entrenado.
―E ingeniero ―interrumpió Cooper.
―Sí, pero justo ahora no necesitamos más ingenieros. No nos quedamos sin televisores o aviones, se nos acabó la comida. El mundo necesita granjeros, buenos granjeros, como tú, y Tom.
―Granjeros ignorantes ―replica Cooper.
―Somos una generación de cuidadores, Coop, y las cosas empiezan a verse bien. Tal vez sus nietos puedan ser ingen...
―¿Ya es todo, señor? —interrumpió Cooper nuevamente.
―No, la señorita Hanley está aquí para hablar sobre Murph.
―Murph es una chica buena. Es brillante, de hecho. Pero se ha metido en problemas últimamente. Ella mostró esto a los estudiantes, la sección de alunizajes.
―Sí, mis viejos libros de texto ―respondió Coop―. A ella siempre le han gustado las imágenes.
―Es un viejo libro federal. Los hemos reemplazado por las versiones corregidas.
―¿Corregidas? ―preguntó Coop consternado.
―Sí, corregidas. Explica cómo el Apollo fue una farsa para empobrecer a los soviéticos.
―¿Usted no cree que fuimos a la Luna? ―Preguntó Cooper.
―Creo que esa fue una brillante pieza de propaganda. Los soviéticos terminaron en bancarrota por invertir en cohetes y otras inútiles máquinas.
―¿Inútiles, perdón? ―preguntó Cooper.
—Si no queremos repetir los excesos y despilfarros del siglo veinte, entonces hay que enseñarle a los pequeños del planeta, no sobre cómo abandonarlo.
―Una de esas inútiles máquinas solía hacer resonancias magnéticas, y si hubiera quedado alguna, los doctores habrían hallado el quiste en el cerebro de mi esposa, antes de que muriera y no después. Y ella estaría aquí oyendo esto en lugar de mí, lo que hubiera sido bueno porque ella siempre fue la calmada.
―Lamento su pérdida, señor Cooper, pero Murph se involucró en una pelea con varios de sus compañeros de clase por esta estupidez del alunizaje. Así que quisimos llamarlo para ver qué ideas podía tener para lidiar con su conducta en casa.
―Sí, ¿sabe qué? –respondió Cooper― hay partido mañana, ella está pasando por una etapa beisbolera, su equipo favorito va a jugar y va a haber dulces y refresco y quiero que esté ahí.
Luego de esto, un silencio de frustración por parte de la maestra y el director se sintió en la oficina, Cooper no tuvo otra opción que marcharse. De vuelta en la camioneta, Murph le preguntó:
―¿Cómo te fue?
―Hice que te suspendieran.
―¿Qué? ―preguntó Murph.
El asombro de Murph se vio interrumpido por una llamada entrante que Cooper recibía por el radio. Era Donald.
―¿Cooper?
―Aquí Cooper, ¿qué sucede?
—Coop, las segadoras que reconstruiste se volvieron locas.
―Sólo reinicia los controles.
―Ya hice eso ―respondió Donald a través del radio―. Pero mejor ven a ver.
Cooper parece preocupado mientras maneja la camioneta de vuelta a la granja. No le cuenta una palabra a Murph de lo que sucedió dentro de la oficina del director con su maestra. Cuando llega a la granja, observa que las segadoras se mueven sin ninguna dirección aparente. Donald lo recibe con las malas noticias:
―Una por una abandonaron el campo. Algo interfiere con su brújula, magnetismo o algo así.
Cooper revisa los comandos de las segadoras y se da cuenta que todo está en orden, lo cual es raro, debido a que las máquinas no funcionarían de esa manera a menos de que eso les hubiesen ordenado remotamente. Cuando entra a la casa, escucha unos ruidos extraños provenientes del segundo piso, más exactamente del cuarto de Murph, de modo que decide subir a inspeccionar qué sucede.
―No hay nada especial en cada libro, estuve investigando como me dijiste ―le dice Murph una vez Cooper abre la puerta y se dirige a la amplia estantería de los libros―. Cuento los espacios.
―¿Por qué? ―pregunta Coop.
—En caso de que el fantasma se comunique. Usé Morse.
―Morse ―replica Cooper.
―Sí, puntos y rayas se usan...
―Sé qué es la clave Morse, Murph. Pero no creo que tu estantería quiera hablar contigo.
Cooper deja la habitación y decide volver afuera a inspeccionar nuevamente qué le había sucedido a las segadoras. Una vez había terminado todo, mientras se bajaba de una de las máquinas, le dijo a Donald:
―Tuve que reiniciar todas las brújulas y el sistema GPS para compensar la anomalía.
―¿Y cuál es? ―preguntó Donald.
―No lo sé. Si la casa estuviera sobre mineral magnético lo habríamos visto la primera vez que usamos el tractor.
―Escuché que te fue mal en la junta de la escuela ―dice Donald.
―¿Ya te dijeron? Es como si hubiéramos olvidado quiénes somos, Donald; exploradores, pioneros, no cuidadores.
―Cuando era niño, sentía que creaban algo nuevo cada día, algún gadget o una idea, cada día parecía navidad, pero seis billones de personas, sólo intenta imaginar eso, y todos querían comprarlo todo. Este mundo no está tan mal. Y a Tom le va a ir bien, tú eres el que no embona porque naciste cuarenta años tarde o cuarenta años antes. Mi hija lo sabía, Dios la bendiga, y tus hijos lo saben en especial Murph.
―Yo antes solía mirar el cielo e imaginar nuestro lugar en las estrellas. Ahora miro al suelo y temo por nuestro lugar en la Tierra ―dijo Cooper.
―Cooper, eres bueno en tu trabajo y nunca pudiste hacer nada con ello, lo siento.
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Interestelar: Nuestro Lugar En Las Estrellas
Science FictionSinopsis al comienzo de la historia. ¡Buena lectura! - ©MMXIV Christopher Nolan, Jonathan Nolan, Legendary Pictures, Syncopy Films, Lynda Obst Productions, Paramount Pictures, Warner Bros. Pictures / ©MMXVI Sebastián Algarín.