Capítulo 3

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Rachel bajó del elevador y empezó a caminar por un muy, muy largo pasillo, del cual en el fondo se encontraba la oficina del general Orwell, las puertas estaban muy anchas, ella calculaba que median un metro y medio por cada una; le faltaban unos 10 pasos para llegar a la oficina.
Había llegado a las puertas y dos policías/vigilantes resguardaban la oficina.
-El general Orwell me ha llamado-. Dice Rachel, la dejan pasar como si no hubiesen puesto atención a lo que dijo.
Cuando Rachel entraba a la oficina hace unos años atrás sentía una sensación reconfortante, esta vez no era la excepción, admirada de la oficina de Orwell examina cada parte de ella; su oficina era tan grande como un cuarto doble, tan limpia como el alcohol etílico, ordenada como si cada objeto fuera una letra del alfabeto y un cuadro que le inspiraba confianza, en el fondo un ventanal gigante que dejaba a la vista un majestuoso árbol. Orwell se encontraba volteado hacía la cornisa de pie, Orwell era un tipo de mínimo 1.80 y muy robusto, pero a la vez era simpático si lo encontrabas de buen humor.
Rachel se ve de pies a cabeza pensando que su facha no era la mejor, sus botas eran de color marrón no muy oscuro y le llegaban casi a la rodilla, traía puesto unos jeans color azul marino, una camisa muy casual y una chamarra de cuero que le hacía juego con las botas.
-Señorita Holmes- dice Orwell volteando lentamente; -Se habrá enterado de la tragedia-. Agrega Orwell.
-Claro... Señor, supongo que a lo que se refiere es a lo de la muerte del agente Mike-. Dice temblorosa.
-Él era un gran amigo, Rachel-. Dice Orwell con sensación nostálgica; -Tome asiento por favor Holmes.
-Gracias Señor-. Rachel, toma asiento de inmediato y pone atención a lo que le dice el general Orwell, de antemano ella sabe que se trata de un plan con destino a Rumania... No se equivoca.

No Huellas, No identidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora