Prologo

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Me llevaban hacia el banquillo de los acusados encadenada de pies y manos.

Un juez gordo con mucho dinero y mirada acusadora estaba frente a mí.

Me encerraron en una urna de cristal; a mi derecha un abogado sin escrúpulos, ambicioso, pretencioso, con una sonrisa falsa permanecía a mi lado, en el resto de los lados policías con aparatos para electrocutarme, dormirme y matarme si era necesario. Había cámaras por todas partes.

El juez alzó su mano y dijo en voz alta: -¿Cómo se declara la acusada?- el abogado se apresuró a contestar con una voz contundente: -Inocente señoría - se hizo el silencio mientras el abogado y el juez miraban papeles.

Una carcajada rompió ese silencio. Era yo; no pude evitarlo, me resultaba tan graciosa aquella situación. Los policías alzaron sus armas y pidieron refuerzos por radio; temblaban al ver que, aparentemente, una muchacha sin apenas musculatura, era una asesina sin piedad como la acusación proclamaba.

Contaré mi historia lo más sincera que pueda, yo no soy como ese pobre abogado, no tengo intención de mentir, al igual que la muerte, me gusta considerarme clara e irremediable.

No mentiré sobre mi historia, puede que sea una asesina, sí, pero todos lo somos.

Todos matamos insectos que nos molestan con productos químicos, todos matamos animales para comer; Todos hemos deseado la muerte... Eutanasia.

¡Sí, es cierto! ¡Yo los maté a todos a sangre fría! Al fin y al cabo... es mi trabajo.

¿Quién nota la diferencia entre un cuchillo y una aguja? ¿Acaso no es un asesinato también? ¿Quién nota la diferencia entre un carnicero y un doctor? Palabras, solo palabras, los médicos salvan vidas, curan enfermedades, ayudan al mundo a vivir mejor y más sano... ayudan a morir.

Eutanasia = Asesinato

En fin, lo mejor será empezar por el principio.

Mi nombre es Aurora Villegas García, haré una descripción muy pequeña sobre mí.

No soy nada del otro mundo; soy una chica morena, mi melena es muy larga, llevo un flequillo que cubre la gran parte de mi frente (sólo deja un pequeño recoveco en el lado izquierdo), mis ojos son marrones (casi negros), tengo la piel muy blanca, soy alta, delgada, con demasiado pecho y poca paciencia.

Desde muy temprana edad quise salvar vidas; ayudar a las personas a sentirse mejor.

Estudié con las mejores becas en el mejor colegio privado. En clase siempre con un hermoso notable en la hoja. Mis padres se sentían muy orgullosos. Con tan buen colegio, la secundaria no podía ser menos. Nada ni nadie podía pararme en mi sueño. Con ese historial, ingresé fácilmente en una prestigiosa universidad privada especializada en medicina. Todo eran alabanzas, tanto por parte de padres y familiares, como profesores y amigos; lástima que las ultimas fueran de envidia, ya que mis notas eran tan magnificas nunca hice amigos. Solo había zalameros por todas partes.

Me especialice en todas y cada una de las doctrinas de aquella universidad con notables. Por desgracia no había trabajo para nadie en este lugar, todo era hambre, desolación y dolor por doquier.

En un intento de terminar con la población el gobierno prohibió el suicidio condenando a los familiares de aquellos que lo intentasen a las mayores penurias. Pero esto era suficiente, en un intento por arrebatarles a los ciudadanos hasta la última de sus monedas, legalizaron la eutanasia, en otras palabras, muerte asistida. Y aquí es donde comienza mi historia.

Diario de una Doctora Asesina - Muerte Asistida = EutanasiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora