Día 2: ¿Qué es lo que falla?

39 0 0
                                    

Hoy no he ido a trabajar, me han dicho que como ayer fue mi primer día y no estoy acostumbrada a esto, debo descansar, que no quieren que colapse mi cerebro, según parece hoy será un día tranquilo, al fin y al cabo, la ciudad está desierta, no tengo ganas de salir a la calle.

El salón es amplio y luminoso (hay un ventanal que cubre toda la pared del fondo, sobre él, unas cortinas de color blanco); las paredes son de color tierra y el techo blanco (en el centro de este, una bonita araña redonda con muchos cristales colgando de ella, cuando se enciende puede iluminar casi tanto como la estrella más brillante del cielo); frente al ventanal, una mesa rectangular estrecha de color negro, con 6 sillas a su alrededor echas de robre, con un tapizado que parece recién sacado de la época victoriana, de color hueso; frente a esta un sofá color blanco mullido, cálido y cómodo que nada tiene que envidiar a una cama; Delante de él, pegada a la pared, una mesita de color blanco con dos cajones en la parte derecha, al otro lado un hueco donde se esconde un pequeño taburete cuadrado con una tela de color tierra que lo cubre totalmente; Sobre esa mesita una televisión plana que cubre todo ese espacio; sobre ella un mueble sujeto entre un pilar y la puerta; detrás del pilar una pequeña puerta que conduce a una galería con vistas a la calle.

Sigo pensando en todo lo ocurrido ayer, pienso en que debería hacer para quitar esta extraña sensación; miro esa enorme televisión y por primera vez desde que me mudé pienso que quizás encenderla sería buena idea.

Son las 17:42, llaman a la puerta, me levanto de aquel sofá cómodo y mullido, posiblemente lo único cálido que siento durante todo el día.

Abro la puerta del salón, salgo al pasillo; el pasillo está cubierto de papel pintado color tierra con unos dibujos y algunas rallas verticales; hay varios cuadros de flores; sigo el pasillo hacia la izquierda, ahí está la puerta, una puerta robusta de color blanco.

Llaman insistentemente, ¿Quién será? ¿Por qué tanta prisa en que abra la dichosa puerta? En fin, por mucho que lo pregunte, solo hay una forma de averiguarlo; abro la puerta, me siento estúpida, haberme asustado por un idiota como este, es David.

David es un chico con mucho dinero y pocos escrúpulos, ideal para la sociedad de hoy en día.

Su nombre completo es David Suarez Salazar, es un chico de altura media, ojos claros, pelo rubio, supongo que cualquier chica se sentiría afortunada por estar a su lado; le gusta vestir como un magnate, siempre con marcas por todas partes, una camisa de color claro, unos pantalones oscuros, unos zapatos negros, una corbata de colores apagados siempre con el nudo deshecho, unas gafas de sol en la cabeza, un reloj de oro puro que pesa casi tanto como el resto de su cuerpo y apoyada en su hombro derecho una americana a conjunto con los pantalones. Hoy había algo diferente en su estilo, llevaba una bolsa de papel. Con una sonrisa, digna de un político, dando un mensaje tranquilizador, en telediario, recordándonos que todo va bien, me entregó bolsa mientras me apartaba para entrar a la casa y cerrar la puerta.

-¿Qué es esto? ¿Una forma de que sonría mientras te cobras estos lujos?- dije mientras observaba de cerca mi pecho y ponía una mirada lasciva muy típica en él

-¡No! Es un regalo para darte la enhorabuena por haber conseguido un trabajo bien pagado, aunque también es cierto que temo el día en el que te puedas mantener por ti misma, sé que eres muy capaz de fingir que no me conoces, hasta olvidarme completamente- dijo mientras sus ojos se humedecían

–Entonces, lo haces para que te dé una sonrisa mientras estamos en ese cuarto y tú me desnudas, baboseas todo mi cuerpo, etcétera ¿No?- dije con mirada tranquila

-Así que eso es lo que quieres ¿Verdad? Que todo esto acabe rápido, muy bien, creo que deberías saber que no vengo aquí solo por hacer lo que quiera con tu cuerpo, también vengo porque me preocupo por ti y quiero hacerte sentir bien- dijo muy indignado. No le contesté, pero sabía perfectamente lo que quería.

Fuimos a la habitación, en el centro tiene una cama de matrimonio muy mullida, me repugna esa cama, me doy asco por tener que hacer lo que hago. La habitación tiene cuatro vigas de roble en el techo

Él pagó esta casa, mis estudios, mi vida entera la ha pagado el con su asqueroso dinero, pero como bien le gusta recordarme, todo tiene un precio, y este es el precio que tengo que pagar muy a mi pesar.

Le gusta maniatarme, azotarme, inmovilizarme y todas esas cosas dignas de una novela para cuarentonas calenturientas o adolescentes que creen tener un futuro prometedor por su inteligencia superior... ¡Por favor! Esos sueños solo son eso, sueños, que desaparecerán como el humo de un cigarrillo en el ojo de un huracán. Recuerdo que al principio solía taparme los ojos, decía que no podía soportar ver mis lágrimas caer por mis mejillas, ni mi mirada triste, que irónico, si no quieres ver llorar a alguien, no le haces esas cosas que él me hace; según dice, es amor, admiración, devoción, y cosas de esas... ¡Chorradas! ¡Eso no existe! ¡El amor sólo es una forma de definir el dolor, sacrificio e interés! Entre otras cosas...

Después de hacer lo que quiso, se tumbó a mi lado y encendió un cigarrillo de estos con letras doradas y olor a caramelo. –Dame uno. – le pedí uno, yo no fumo, pero después de ver lo que vale la vida, y lo rápido que se consume, no me importa consumirme a mí misma por dentro. -¿Estás segura de lo que dices? Tú nunca has fumado ni bebido, si te vas a fumar tu primer cigarrillo, déjame que te traiga también una de esas cervezas importadas que tanto me gustan, pero esto no te saldrá gratis, ¿Lo sabes verdad?- dijo seguro con una estúpida y pretenciosa sonrisa en su cara, -Bien, me parece correcto, todo tiene un precio- dije segura. Él se apresuró a levantarse para traer esa cerveza, echa de cacao y con láminas de oro puro; tiene costumbre de ponerle nata y canela, supongo que así la traerá; efectivamente, no me equivocaba, con dos pajitas en una copa más grande que un bebé recién nacido trae esa cerveza con nata y canela por encima, sobre una bandeja de platino, un cenicero de cristal con aire sofisticado y delicado, dentro de este, dos cigarrillos. Encendí uno de aquellos cigarrillos, cuando di mi primera calada, me besó. -¿Por qué me besas? Casi me ahogo- pregunté sorprendida –Si no te hubiera besado, no te habrías tragado el humo, al principio pasa, además, así no te da tos, al fin y al cabo, tu boca, tu cuerpo y toda tu, es mío, mis padres me enseñaron a cuidar bien mis cosas- dijo con aire de superioridad; el humo, pasaba suavemente por mi garganta dejando un delicado sabor a caramelo y vainilla con un extraño toque cremoso de leche merengada; me puso la pajita en la boca, sorbí un poco; el sabor se mezcló con el del cigarrillo y lo hizo aún más especial, resaltando más cada matiz, la nata, hacía que apenas se notara ese quemazón por aquella cerveza de alta graduación, era un sabor increíble.

Cuando acabó ese paladeoindescriptible, se apresuró a decir:

-Bueno, después de la devoción viene elpago, desnúdate y acuéstate, yo haré lo mismo, mañana por la mañana me iré-sonrió de forma estúpida; como ese fue el acuerdo, tengo que hacerlo.

Diario de una Doctora Asesina - Muerte Asistida = EutanasiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora