El Umbral.

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Enmanuel trabaja el campo desde los cuatro años de edad junto a su madre, siembra y cosecha. A su corta edad era un niño muy astuto para la venta y los negocios, contaba el dinero muy bien, no era fácil de engañar. Casi siempre él se encargaba del trabajo, mientras su madre se quedaba en casa adelantando la labor de la tierra.

Algunas veces, junto a él, se sentaba una anciana muy bien vestida, lo ayudaba en algunas cosas y en aquellos momentos que no habían clientes, conversaban sobre cualquier cosa, su nombre era julia, una señora pudiente y muy reconocida en todo el pueblo, vivía sola, tenía dos hijos que estudiaban fuera del país, uno estudiaba medicina en la Universidad de Oxford en Inglaterra y su segundo hijo estudiaba Ingeniería en una Universidad de China, no se comunicaba mucho con ellos, solo en momentos especiales y cuando ellos necesitaban dinero, mientras estaban junto a ella tenían todo lo que un adolescente quisiera tener, su esposo murió de pulmonía hace unos cuantos años. La soledad estaba acabando con ella poco a poco, aunque tenía mucho dinero y una inmensa casa que todos envidiaban, no se sentía satisfecha, le faltaba algo y eso no se podía comprar con dinero, le faltaba compañía.

Sus conversaciones con Enmanuel eran muy interesantes, hablaban de la siembra, del universo, la naturaleza, aunque era solo un pequeño de cuatro años podía entablar una conversación con cualquier persona, decía y respondía cosas que no estaban acordes a su edad. Así Julia se animaba un poco, distrayéndose con sus debates y observando los animales que llegaban hasta la plaza. Una tarde Enmanuel veía los ojos de Julia muy seguido y luego de un rato le dice:

-¿Por qué tus ojos se ven distintos al de las demás personas?

Julia, un poco sorprendida le responde:

-¿Lo dices por el color?

No señora Julia, un día alguien me dijo que los ojos son las lamparas de nuestra alma y si nuestros ojos no tiene luz, nuestras almas tampoco tienen luz.

- ¿Los mios son distintos porque tienen luz?- Respondió Julia con nerviosismo.

No señora Julia, son distintos porque no tiene esa luz y si su alma no tiene luz es porque está muy triste. ¿Por qué está triste?

Julia quedó inmóvil, su respuesta inmediata fueron las lágrimas que brotaron de sus ojos, aquellos llenos de tristeza y soledad. El niño le había tocado la más dolorosa herida que podía tener, esa que tanto ha ocultado por tanto tiempo pero que era tan visible que un niño de cuatro años podía notarla. Trago hondo, se secó las lágrimas y respondió:

-Hay cosas, mi niño, que no tienen respuesta, en algún momento todos llegamos a tener el alma sin luz, la vejez, a lo mejor, los achaques que tanto nos molestan o la decepción de no poder hacer mucho porque los años no te dejan.

Con ésta respuesta trato de ocultar aquel motivo por el cual estaba triste en realidad, pero Enmanuel sentía que había algo más, dejo lo que estaba haciendo y abraza a la anciana, le da un  beso en la mejilla y le dice:

-Sabe señora julia, la luz vuelve a nuestras almas con el amor.

La Herida que Enmanuel le había tocado a Julia, él mismo la había sanado con ese beso, ese abrazo y esa palabra. 

-Bendito sea este niño- Decía Julia en su mente, tratando de comprender cómo un niño podía decir esas palabras que parecían directa de los Ángeles, la hundió en un  mar sin fondo pero al instante la levantó y la llenó de luz y ganas de vivir.

Miguel, como siempre estaba junto a él, solo sonreía, aquellos saberes del reencarnado Ángel, estaban saliendo a flote. 

-Es solo el principio- Pensó, viendo a los cielos y arropando al niño con sus grandes y brillantes alas.

 Desde ese momento Julia decidió ayudar al niño y a su madre, dándole un trabajo a Alejandra como personal de limpieza en su casa, también les ofreció comida, ropa y pagando los estudios de Enmanuel, de esta forma le pagaba al niño esas palabras que le volvieron a dar sentido a su vida, le devolvió el ánimo y ganas de vivir porque su gran deseo desde ahora era ver al niño crecer.

La felicidad reinó en esa familia, ya no más trabajos forzosos; ya no más noches sin comer; ya no más llantos a escondidas. Todo iba como ellos quería.

Enmanuel era un excelente alumno, leía, escribía y se dedicaba con mucho entusiasmo al momento de hacer sus tareas, le gustaba compartir lo que había aprendido en su escuela con su madre y Julia, esto le hacía muy bien a Alejandra ya que con los debates que hacían en casa estaba aprendiendo cosas como sumar, leer y escribir, Julia al darse cuenta de la dificultad de Alejandra al momento de intervenir en los debates le propone la idea de ingresar a estudiar en una escuela de adultos para que así pudiese aprender mucho mejor, Alejandra no se negó en ningún momento y aceptó la propuesta. Se habían convertido en una pequeña pero inmensa familia, Miguel, Enmanuel, Julia y Alejandra estaban viviendo la mejor etapa de sus vidas.



Un Ángel en casa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora