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Quiere salir corriendo a abrazarla, así que se dirige a a la puerta y la abre, pero cuando está en frente de la puerta de su cuarto, se detiene y se pregunta porque está llorando.
Abre la puerta despacio  y ve a su madre abrazando a uno de sus peluches mientras solloza y repite una y otra vez, "todo es mi culpa...".

Al principio Víctor no entiende a que se refiere o porque lo dice, pero después empieza a darse cuenta de la situación. Primero se niega a aceptarlo, pero luego cede, se calma, respira hondo y mira a su mamá.

Siempre la vio como una tonta que se dejaba pegar por su marido, y también por creer en sus mentiras, como que cambiaría y dejaría de beber. Pero ahora la veía con otros ojos, ahora veía a una mujer muy fuerte, que soportaba los maltratos de un hombre sólo para proteger a su hijo, para que tuviera un lugar donde vivir, un padre, y que no le faltara nada. Ella hacía todo esto para protegerlo a él, ya que a fin de cuentas, sólo era un niño de once años, se aguantaba todos sus golpes y gritos porque pensaba que estaba bien, que valía la pena el sacrificio mientras ese hombre no le pegara a su hijo.

La historia de Víctor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora